Los ‘flashbacks’ de ‘Papuzsa’
Aún puede verse en los cines Papuzsa, un biopic sobre la poeta Bronislawa Wajs, dirigido por Joanna Kos-Krauze y Krzysztof Krauze. Jordi Batlle Caminal acababa la crítica que le dedicó en este diario con una frase contundente: “A un paso de la obra maestra, recomendable sin reservas”. Pero hay algunos críticos que no comparten este juicio de valor. Ninguno cuestiona la maravillosa fotografía en blanco y negro de la película. Pero a algunos les desagrada la manera como se concreta el recurso que se hace al flashback. Hay uno que habla de un “galimatías temporal” que no siempre funciona. Un segundo que desaprueba que en el relato se intercalen secuencias en “desorden cronológico”. Y un tercero que apunta que, debido al abuso en aquel procedimiento, la narración resulta “errática”.
Probablemente se podría seguir contando a medida que aumentara el número de críticas leídas. Y no porque el flashback tenga por sí mismo mala prensa. De hecho, se puede prever que a estos mismos críticos no les molestaría que la película tuviera una estructura perfectamente circular o se acercara a ella. Que la narración se desplazara al pasado sólo al inicio y a partir de entonces avanzase en un confortable orden cronológico hasta llegar finalmente en su punto de partida.
Las películas en que la historia se desarrolla como si un personaje recordara o relatara aquello que empezó a suceder años antes y que habría llevado a la situación en que el personaje que recuerda o relata se encuentra cuando se pone a recordar o a relatar son abundantes. Y no molestan a nadie. Ni tan sólo en aquellos casos en que, una vez cerrado el círculo, el relato empezado in media res se prolonga por un rato siguiendo el orden cronológico. Una estrategia narrativa totalmente convencional que ya fue usada en la Odisea homérica y que suele ser recibida con gran simpatía.
Al parecer, lo que molesta es la multiplicación de los saltos. Y en Papuzsa son numerosos. La película empieza retrocediendo de 1971 a 1910 y a partir de entonces las secuencias avanzan y retroceden en el tiempo, rompiendo una y otra vez la sucesión cronológica, por múltiples fechas significativas en el relato de la vida de la protagonista y de la comunidad gitana en que nació. Los directores no tienen la intención de desorientar a los espectadores. Indican el momento en que se desarrollan los hechos al inicio de la escena en que estos saltos se producen. Y el espectador atento no debería tener ningún problema para encajar temporalmente las piezas. Se podría añadir que la disposición de las escenas no es gratuita y que el desorden cronológico responde con eficacia a una intención narrativa profunda y muy ordenada. Pero estas circunstancias no han impedido el disgusto de algunos críticos ante los flashbacks de Papuzsa. Parece que la exposición reiterada al simplismo provoca adicción. Y, a semejanza de lo que sucede en el debate político, el mercado cultural restringe cada vez más el acceso a las formas de narración mínimamente elaboradas.
La película retrocede de 1971 a 1910 y a partir de entonces las secuencias avanzan y retroceden