La cadena Aïta presenta concurso con deudas de 4,5 millones
La firma de complementos, participada por ICF, buscaba un socio industrial
La cadena de complementos Aïta presentó concurso de acreedores la semana pasada, con un pasivo de 4,5 millones de euros, según confirmaron ayer fuentes de la compañía. Aïta ya había presentado preconcurso, mientras buscaba un socio industrial que invirtiera 2 millones de euros “para apoyar el plan de expansión de la marca”. Esta solución no funcionó, y finalmente la compañía se ha visto abocada a llevar sus libros al juzgado.
Aïta, fundada por la familia Relats en el año 2000 en Barcelona, cambió de dueños a principios de 2014, cuando entró el Institut Català de Finances (con un millón de euros, a través del fondo Capital Expansió), como primer accionista, seguido del nuevo consejero delegado, Christian García Valle (que durante veinte años fue directivo en Mango). Dos inversores internacionales completaron el capital con otro millón de euros (Camilo Ibrahim, del latinoamericano Grupo Phoenix, y Víctor Siasat, de un grupo de retail en Filipinas). Este nuevo equipo tenía planes para el desarrollo exterior de la marca, pero finalmente, la realidad de la compañía ha sido otra y “el volumen de ventas no ha aguantado el proyecto”.
El pasado mayo, el grupo saudí Alkohair negoció fichar a García Valle para ser el consejero delegado de la cadena de moda Blanco, pero el ejecutivo condicionó el acuerdo a que Alkohair se hiciera también con Aïta. Finalmente la operación se frustró, y la firma no ha encontrado ninguna alternativa.
Desde el 2013, la compañía ha mantenido una facturación de unos 8,5 millones de euros. A principios de este año Aïta llegó a tener 54 tiendas en España (la mayoría franquicias, y 15 corners en El Corte Inglés), y diez en el exterior. En las últimas semanas, Aïta ya ha cerrado 8 tiendas en España y 5 en el extranjero. Asimismo, en la central quedan ahora 8 personas, tras la marcha de una decena de profesionales, algunos de ellos ya recolocados en el sector.
El nuevo equipo intentó darle la vuelta a la empresa con un plan de expansión que incluía renovar la imagen de sus tiendas y reposicionar su producto, incorporando ropa a las colecciones de complementos. A principios de año, la firma dejó su sede en un polígono industrial de Cornellà para trasladarse a una nave en el Poblenou de Barcelona, y externalizó la logística. Ahora, reconocieron fuentes de la empresa, la única esperanza de salvación pasa por un socio industrial que aguante la estructura de la marca.
La compañía, que facturó 8,5 millones de euros, ha cerrado ya 8 de sus 54 tiendas en España