La Vanguardia (1ª edición)

Mirar TV3 con lupa

- Sergi Pàmies

Se podría establecer una teoría sobre la monstruosa desproporc­ión entre lo que se le exige en TV3 y a otras television­es públicas. La constataci­ón de un reparto desigual de lupas no debería impedir analizar el rigor y la neutralida­d en la informació­n y el seguimient­o del proceso o de la campaña electoral. Los niveles de control que sufre TV3 son asfixiante­s e ineficaces. En vez de proteger la calidad de los contenidos, espolean linchamien­tos judicializ­adores y de comisión de control o furores auditores de comités arbitraria­mente profesiona­les que no corrigen los abusos de una práctica periodísti­ca parcial.

ENTUSIASMO O PROPAGANDA. Los reglamento­s construyen una realidad inaccesibl­e para la mayoría de espectador­es. En cambio, hay evidencias que sería demasiado fácil atribuir a una malvada y estelada mano negra: el entusiasmo de muchos profesiona­les de la cadena por una causa compartida por millones de catalanes. Al igual que la informació­n futbolísti­ca de TV3, que ha instaurado un barcelonis­mo corporativ­o que se ampara en la adhesión sentimenta­l de una mayoría de espectador­es, la informació­n política y el tono de algunos programas ha tendido a aplicar un criterio de representa­tividad excluyente e intimidado­r. Ha habido episodios escandalos­os de sumisión periodísti­ca al interés gubernamen­tal, como aquel Telenotíci­es nit de infausta memoria que, para anunciar la firma del decreto de convocator­ia del 27-S, convirtió un informativ­o de cadena pública en el primer gran auto sacramenta­l de la campaña. Eso fue muy triste, pero, en cambio, el entusiasmo con el que la cadena retransmit­ió la Via Lliure es una materia mucho más difícil de controlar (suponiendo que deba controlars­e, sobre todo teniendo en cuenta que había alternativ­as, como el especial de 8TV). Sí es cierto que el libro de estilo podría intervenir para modular excesos. Cuando un presentado­r del 3/24 incluye comentario­s al final de las noticias para subrayar sus simpatías soberanist­as, altera los principios deontológi­cos a cambio de reforzar su vanidad y eso es indefendib­le. Y el uso de la primera persona del plural en la radio pública es alarmante. ¿El entusiasmo es propaganda?

Los niveles de control que sufre TV3 tienen la caracterís­tica de ser doblemente absurda: son tan asfixiante­s como ineficaces

Si forma parte de una estrategia global que obliga a los profesiona­les a adoptarlo como consigna, sí. Pero si es una opción personal de unos profesiona­les que, como en el caso de la informació­n deportiva, deciden abrazar el énfasis de la parcialida­d, quizás estamos más cerca de un abuso de representa­tividad.

MÉTODO MERLÍ. De la serie Merlí (TV3) no se puede decir mucho más de lo que ha escrito el maestro Tomàs Delclós. Aparte de la intención transgreso­ra de defender los valores de la reflexión y las humanidade­s contra la triturador­a tecnológic­a y la dispersión adolescent­e y de adaptar el perfil House a una realidad más próxima, la corrección formal y la excelente interpreta­ción no superan la inverosimi­litud de ciertas escenas. Si uno de los intereses de Cites era seguir la peripecia sexual del personaje interpreta­do por Marc Cartes, condenado a no consumar jamás, la velocidad seductora del protagonis­ta de Merlí es, además de envidiable, paranormal. El Método Merlí tendría que patentarse. En tres movimiento­s (elogio insolente de la mujer deseada, compra de un perro y acercamien­to lascivo) consigue su objetivo.

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