Mirar TV3 con lupa
Se podría establecer una teoría sobre la monstruosa desproporción entre lo que se le exige en TV3 y a otras televisiones públicas. La constatación de un reparto desigual de lupas no debería impedir analizar el rigor y la neutralidad en la información y el seguimiento del proceso o de la campaña electoral. Los niveles de control que sufre TV3 son asfixiantes e ineficaces. En vez de proteger la calidad de los contenidos, espolean linchamientos judicializadores y de comisión de control o furores auditores de comités arbitrariamente profesionales que no corrigen los abusos de una práctica periodística parcial.
ENTUSIASMO O PROPAGANDA. Los reglamentos construyen una realidad inaccesible para la mayoría de espectadores. En cambio, hay evidencias que sería demasiado fácil atribuir a una malvada y estelada mano negra: el entusiasmo de muchos profesionales de la cadena por una causa compartida por millones de catalanes. Al igual que la información futbolística de TV3, que ha instaurado un barcelonismo corporativo que se ampara en la adhesión sentimental de una mayoría de espectadores, la información política y el tono de algunos programas ha tendido a aplicar un criterio de representatividad excluyente e intimidador. Ha habido episodios escandalosos de sumisión periodística al interés gubernamental, como aquel Telenotícies nit de infausta memoria que, para anunciar la firma del decreto de convocatoria del 27-S, convirtió un informativo de cadena pública en el primer gran auto sacramental de la campaña. Eso fue muy triste, pero, en cambio, el entusiasmo con el que la cadena retransmitió la Via Lliure es una materia mucho más difícil de controlar (suponiendo que deba controlarse, sobre todo teniendo en cuenta que había alternativas, como el especial de 8TV). Sí es cierto que el libro de estilo podría intervenir para modular excesos. Cuando un presentador del 3/24 incluye comentarios al final de las noticias para subrayar sus simpatías soberanistas, altera los principios deontológicos a cambio de reforzar su vanidad y eso es indefendible. Y el uso de la primera persona del plural en la radio pública es alarmante. ¿El entusiasmo es propaganda?
Los niveles de control que sufre TV3 tienen la característica de ser doblemente absurda: son tan asfixiantes como ineficaces
Si forma parte de una estrategia global que obliga a los profesionales a adoptarlo como consigna, sí. Pero si es una opción personal de unos profesionales que, como en el caso de la información deportiva, deciden abrazar el énfasis de la parcialidad, quizás estamos más cerca de un abuso de representatividad.
MÉTODO MERLÍ. De la serie Merlí (TV3) no se puede decir mucho más de lo que ha escrito el maestro Tomàs Delclós. Aparte de la intención transgresora de defender los valores de la reflexión y las humanidades contra la trituradora tecnológica y la dispersión adolescente y de adaptar el perfil House a una realidad más próxima, la corrección formal y la excelente interpretación no superan la inverosimilitud de ciertas escenas. Si uno de los intereses de Cites era seguir la peripecia sexual del personaje interpretado por Marc Cartes, condenado a no consumar jamás, la velocidad seductora del protagonista de Merlí es, además de envidiable, paranormal. El Método Merlí tendría que patentarse. En tres movimientos (elogio insolente de la mujer deseada, compra de un perro y acercamiento lascivo) consigue su objetivo.