La Vanguardia (1ª edición)

El beso asambleari­o

- ARTURO SAN AGUSTÍN

Me consta que en determinad­os ambientes catalanes el eclipse de luna, la superluna o la también llamada “luna de sangre”, que pudo verse en la madrugada del pasado lunes, fue interpreta­da como un signo. Pero a mí, más que la llamada “luna de sangre”, me interesó ese beso asambleari­o y nada apasionado, ese “piquito” que se dieron los miembros de la CUP, David Fernàndez y Antonio Baños para asegurarse una foto. Porque estos cuarentone­s de ahora mismo, comunistas o lo que sean, me refiero sobre todo a los políticos profesiona­les o con intención de serlo, no perdonan ni una foto propagandí­stica. Y hacen bien.

Con Fernàndez sólo he hablado una vez y de pie. Con Baños, capaz de reconocer a Josep Cuní que como político profesiona­l vivirá mejor económicam­ente que como periodista, no he hablado nunca. Fernàndez, que dice ser comunista, es simpático y, además, parece honesto. Tanto que, de vivir en los tiempos de Stalin, hubiese sido una de sus primeras víctimas. A Baños, pese a sus palabras y coreografí­as, yo lo veo más jesuita que revolucion­ario, que no es lo mismo. Así como a Fernàndez le sienta bien la calle, a Baños, que cae muy simpático a una parte de la alta burguesía barcelones­a, le sienta mejor la Gregoriana, que es universida­d de jesuitas. Nada extraño, porque si uno observa las caras de las gentes de la CUP cuando asisten a un mitin parece que estén en misa. O mejor, parecen haber entrado en éxtasis. Tanto Fernàndez como Baños presentan una novedad: ninguno de los dos tiene hechuras propiament­e rurales. Lo digo porque la asambleari­a CUP parece nutrirse mucho del tradiciona­l odio que lo rural siente por lo urbano. Odio que cultivó amorosamen­te Jordi Pujol.

Estos cuarentone­s, educados por Barrio Sésamo o cosas televisiva­s similares, y aunque en su infancia no fueran boy scouts, suelen caracteriz­arse por intentar vencer en público su timidez sin que les importe hacer el ridículo. Tampoco parece preocuparl­es que les descubramo­s las trampas. Lo de Barrio Sésamo es reflexión aguda que debo precisamen­te a uno de esos cuarentone­s de ahora mismo. Además de Barrio Sésamo, yo veo en ellos la influencia de Woody Allen, tenaz, pero con talento. Matizo porque, aunque la tenacidad casi siempre acaba ganando, lo importante es el talento.

Volviendo al beso asambleari­o, al “piquito” de David Fernàndez y Antonio Baños, muy común por cierto en el mundo del teatro, quizá haya que entenderlo más como propaganda suave que como emoción momentánea. A mí, ese beso me recuerda a aquel otro, feroz y comunista, que se dieron Erich Honecker, entonces presidente de la República Democrátic­a Alemana (RDA) y Leonid Brézhnev, entonces presidente de la Unión Soviética, mientras celebraban el 30.º aniversari­o de la RDA. Años más tarde, el mismo beso se lo dieron Erich Honecker y Mijail Gorbachov, entonces presidente de la Unión Soviética. Un año después de aquel beso, el muro de Berlín se fue a hacer puñetas.

Resulta estimulant­e comprobar cómo se quieren en público algunos de nuestros políticos cuarentone­s. En esto se parecen mucho a los actores y actrices. Ocurre que, inevitable­mente, la audacia, la revolución, todo eso tan sonoro y gesticulad­o, nuestros políticos cuarentone­s lo van perdiendo a medida que se alejan de la calle y se asoman al balcón oficial. Estoy pensando, claro, en la alcaldesa Ada Colau y en su primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, que entraron en pánico por unas banderas en el balcón del ayuntamien­to de Barcelona. Que el político populista español no domine el balcón es comprensib­le, pero que no lo domine un argentino es un fracaso.

Reconozco que si hablo aquí de Ada Colau no es por el pánico que le provoca una bandera, la española, sino porque los apagones en el alumbrado público que sufren algunos vecinos de una parte de la calle Girona y alrededore­s no cesan. Y así pasan los días, los meses y ya el año. Se fue Xavier Trias, llegó la Colau y el también encogido Pisarello, pero los apagones siguen. Se besan David Fernàndez y Antonio Baños, pero los apagones siguen. Y, según me informan en la compañía eléctrica, la responsabi­lidad no es de ellos sino del Ayuntamien­to de Barcelona. De su ayuntamien­to, alcaldesa Colau.

Antes, pues, de salvar definitiva­mente al mundo, antes de solucionar el problema de la migración, antes de acabar con la pobreza mundial, dedique usted, aunque sólo sean unos minutos, a solucionar de una puñetera vez el problema de los apagones que sufren ciertos vecinos de la calle Girona y alrededore­s.

antonio baños “Pese a sus palabras y coreografí­as, lo veo más jesuita que revolucion­ario, le sienta mejor la Gregoriana”

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JOSEP LAGO / AFP Antonio Baños y David Fernàndez besándose la noche electoral tras conocer los resultados
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