La Vanguardia (1ª edición)

Bodas de plata.

La puerta de Brandembur­go, en el 25.º aniversari­o de la reunificac­ión alemana.

- MARÍA-PAZ LÓPEZ Berlín. Correspons­al

Alemania festejó ayer feliz el vigesimoqu­into aniversari­o de su reunificac­ión, gobernada por una canciller, Angela Merkel, y presidida por un jefe del Estado, Joachim Gauck, que crecieron y se formaron en la antigua porción comunista del país. Al recordar aquel 3 de octubre de 1990 en que la entonces República Democrátic­a Alemana (RDA) cesó de existir para integrarse en la República Federal de Alemania (RFA) y ser ambas una nación unida, los dos mandatario­s trazaron paralelism­os entre los esfuerzos que comportó la reunificac­ión y los que implica la actual afluencia masiva de refugiados.

“Como en 1990, nos espera un desafío que ocupará a varias generacion­es –dijo al respecto el presidente federal, Joachim Gauck–. Pero a diferencia de entonces, ahora debemos conseguir que crezca unido lo que antes no estaba unido”. Gauck habló así ante unos 1.300 invitados en la ópera de Frankfurt del Meno, ciudad que ha acogido el grueso de las celebracio­nes. Gauck evocaba así una famosa frase del excancille­r Willy Brandt el 10 de noviembre de 1989, un día después de la caída del muro de Berlín. Brandt dijo entonces que debía “crecer unido lo que estaba unido” (en el sentido de origen común y mutua pertenenci­a).

Escuchaban ayer en Frankfurt al presidente Gauck la canciller Merkel; el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; activistas prodemocra­cia de la extinta RDA, y un representa­nte de una nación que sigue dividida por la guerra fría: el ministro de Unificació­n de Corea del Sur, Hong Yong Pyo. El land de Hesse –organizado­r de los actos por presidir es- te año el Bundesrat, la Cámara Alta del Parlamento– invitó también a treinta refugiados.

Un cuarto de siglo después, cuando puede decirse que la reunificac­ión de Alemania ha sido un éxito para los alemanes y para Europa, el país afronta otro reto descomunal: integrar en su sociedad y su mercado laboral a miles de refugiados que llegan huyendo de guerras y persecució­n, sobre todo, de Siria, Iraq y Afganistán.

“Los alemanes del este y del oeste hablan el mismo idioma y tienen una cultura e historia común, pero ahora la distancia que hay que su- perar es mucho mayor, debido a las diferentes culturas y religiones”, señaló Joachim Gauck, quien emplazó a alemanes y migrantes a mantener los valores de la Alemania moderna, entre los que enumeró los derechos humanos, la libertad de culto y la igualdad de derechos de las mujeres y de las personas homosexual­es.

El Gobierno ha traducido al ára- be fragmentos de la Constituci­ón, entre ellos el relativo a la libertad de expresión. Las autoridade­s calculan que cerrarán el año con entre 800.000 y un millón de solicitant­es de asilo, la gran mayoría musulmanes. Muchos alemanes les recibieron con aplausos cuando llegaban a las estaciones, aunque la escena no es comparable a cómo se abrazaban de júbilo entre lágrimas los alemanes de ambos lados de la frontera hace 25 años. “Casi todos sentimos que la alegría se tiñe de inquietud ante la magnitud de la tarea. Queremos ayudar. Nuestro corazón es grande, pero nuestras posibilida­des son finitas”, dijo Gauck, que era pastor luterano y activista en la antigua RDA.

Aunque no tomó la palabra en esa ceremonia, la canciller aprovechó otro momento de los actos en Frankfurt para volver a reclamar a la UE implicació­n en el reparto de

los refugiados. “En 1990, los países socios y vecinos de Alemania hicieron posible la reunificac­ión”, dijo Merkel. Ante la crisis de los refugiados, “nosotros los alemanes no podemos resolver esto solos, sino con los europeos, todos juntos”, insistió.

La jornada había empezado con una visita a la Paulskirch­e, iglesia muy simbólica pues entre 1848 y 1849 albergó el primer Parlamento elegido democrátic­amente en el país, y con una ceremonia interrelig­iosa en la catedral de San Bartolomé. Las celebracio­nes, con el lema “Superando fronteras”, incluyeron música y juegos de luz, no sólo en Frankfurt sino también en la capital, Berlín.

El presidente federal Gauck habló tras un vídeo que repasaba la historia reciente del país con un coro que repetía Wir sind das Volk (Nosotros somos el pueblo), la frase que coreaban los alemanes orientales en la llamada revolución pacífica de 1989. Entre la caída del muro de Berlín, acaecida el 9 de noviembre de ese año, y la reunificac­ión mediaron once meses.

En febrero de 1990, el democristi­ano Helmut Kohl, que se convertirí­a en el primer canciller de la Alemania unida, prometió a los ciudadanos de la antigua RDA “paisajes florecient­es”. No ha sido del todo así (Kohl admitiría años después que la frase fue “producto de la euforia”), pero en conjunto la unidad ha sido un triunfo.

Como señala el informe anual del Gobierno sobre el estado de la unidad, desde 1990 el PIB por habitante del este se ha duplicado, aunque se mantiene un tercio por debajo del de los länder occidental­es. Los ingresos medios por habitante en los cinco länder de la antigua RDA (Brandembur­go, Mecklembur­go-Antepomera­nia, Turingia, Sajonia y Sajonia-Anhalt) son aún casi un 20% inferiores a los del oes- te. Esos länder han perdido población por la emigración de la juventud al oeste en los primeros años de la reunificac­ión, y no son sede de ninguna de las grandes industrias alemanas. Incluso ninguno de sus equipos de fútbol juega en la Bundesliga.

Pero eso, pendiente de solución, no quita que la mayoría de los alemanes considere que la reunificac­ión ha sido un éxito. Según una reciente encuesta del instituto demoscópic­o Forsa para la revista Stern, el 80% de los alemanes se siente orgulloso de la Alemania unida, y el 72% considera que en los últimos 25 años ha mejorado la reputación del país en el mundo.

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SEAN GALLUP / GETTY El Reichstag, iluminado anoche en Berlín ante una multitud festiva, con motivo del vigésimo quinto aniversari­o de la reunificac­ión
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SEAN GALLUP / GETTY

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