La Vanguardia (1ª edición)

Diez minutos

La policía asegura que el autor de la matanza de Oregón se suicidó al ser “neutraliza­do” por dos policías

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Al rostro de Chris Harper-Mercer, el autor de la masacre de la universida­d de Oregón, con nueve muertos –más él, que oficialmen­te se suicidió–, se antepone el de Chris Mintz, uno de los estudiante­s y héroe.

Los diez minutos que se prolongó la llegada y caída de Haper-Mercer en el Umpqua College de Roseburg han destrozado familias, han dejado una herida profunda en la comunidad y, otra vez, han sembrado la discordia en un país dividido entre los adoradores del rifle y los que pretenden atajar esta hemorragia.

Mintz, de 30 años, experto en artes marciales y padre de un niño autista, regresó a las aulas en busca de un nuevo futuro. Tras graduarse en un instituto de Carolina del Norte, en el 2003, se alistó en el ejército, donde permaneció entre el 2004 y el 2007. Estuvo estacionad­o en Fort Lewis, en el estado de Washington, y una vez licenciado, se quedó en la Costa Oeste. Antes fue enviado a Iraq, donde sirvió sin entrar en combate. Se instaló en Roseburg con su entonces novia.

Por su formación, Mintz no tuvo temor de enfrentars­e al atacante. Le encaró cuando Harper-Mercer se digiría a otra aula y esto dio tiempo a que llegara la policía, a los cinco minutos de que recibieran la alerta.

El agresor le pegó seis tiros al ver que le bloqueaba el acceso. Una vez en el suelo, el exmilitar le suplicó: “Mi hijo cumple hoy seis años”. El otro, que estaba registrado en la clase de su fechoría, le hizo un regalo: le disparó a las piernas. Su excompañer­a y madre de su hijo confirmó que, pese a las heridas, Mintz sobrevivir­ía. Ayer se publicaron fotos de él postrado sonriente en el hospital.

Harper-Mercer, de 26 años, ofrece unos cuantos paralelism­os con Adam Lanza, el autor de la matanza de la escuela de Newtown (Connecticu­t), que parecía que iba a marcar un cambio sobre la política de armas.

Como Lanza, Harper-Mercer era una persona aislada –se sentía frustrado y despreciad­o– con poca conversaci­ón, salvo cuando hablaba de pistolas.

Como Lanza, vivía con su madre, otra amante de la pólvora que llevaba a su hijo a prácticas de tiro. En la casa de uno y de otro hallaron múltiples armas. A Harper-Mercer le hallaron un total de catorce.

Después de residir en California, se mudó a Oregón con su madre al romperse el matrimonio. Un calco. Harper-Mercer, nacido en Reino Unido, expresó simpatía en sus post s de internet por los nazis o el IRA, o por Lanza y su fama.

Los supervivie­ntes de Ump- qua relatan cómo fue el infierno en el que les metió de pleno Harper-Mercer, lugar al que deseaba ir según la nota de despedida. Por boca de su madre, el estudiante de 18 años Rand McGowan explicó que el pistolero señalaba uno a uno, le preguntaba su fe y abría fuego.

Rand, herido en la mano por una bala perdida, sobrevivió haciéndose el muerto. Previo a apretar el gatillo, a cada uno le decía: “Te veré pronto”. Pese al cruce de balas con dos agentes, el sheriff John Hanlin anunció ayer que la autopsia ha determinad­o que el agresor se pegó el tiro de gracia. En ese momento, “estaba neutraliza­do”.

A uno del aula le perdonó para que explicara lo sucedido. “Cuenta esto a la policía”.

La lista de fatalidade­s va de los 18 a los 67 años del profesor. Pero, como Mintz, hay estudiante­s que intentaban una segunda oportunida­d a los 34, a los 44 o los 59. Sus historias no modificará­n el discurso, sobre todo de los conservado­res. Siguen viendo las armas como parte de su idiosincra­sia.

El sheriff realizó ayer la última rueda de prensa. No significa el cierre del caso. “Seguiremos investigan­do, queremos entender y prevenir”.

La investigac­ión, que eleva a 14 las armas del agresor, buscará saber por qué sucedió la tragedia

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JOSH EDELSON / AFP Dos mujeres lloran durante un acto en memoria de las víctimas, en Roseburg

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