Guerra sobre guerra
Miel y sangre. Con la unión de estas dos palabras los turcos acuñaron el término Balcanes para definir una tierra marcada por la dulzura del néctar de las flores y la fiereza con la que sus habitantes lucharon para resistirse al imperio otomano. La miel sigue siendo protagonista en los campos de Bosnia-Herzegovina, y la guerra, aunque terminada hace ya casi 20 años, mantiene a miles de muertos en la penumbra.
Miles de cuerpos de personas que sólo figuran en las listas oficiales como desaparecidas descansan en este país balcánico a la espera de que unos pocos investigadores los encuentren en fosas comunes, en zonas boscosas en las que aún mandan las minas anticarro y antipersona o en el fondo de los ríos y los lagos.
Bosnia busca los cuerpos de más de 7.000 personas que perdieron la vida en la última guerra y que aún no han aparecido. En esa búsqueda lenta, compleja y laboriosa, también aparecen cadáveres que nadie ha reclamado desde hace décadas. Son cuerpos de soldados, suboficiales y mandos fallecidos cuando luchaban en la Segunda Guerra Mundial. Los hay también de uniformados que perecieron en la Primera Guerra Mundial.
“Antes, en Bosnia-Herzegovina no se buscaba a los desaparecidos, se ponía una especie de monumentos con sus nombres”, explica Lejla Cengic, la portavoz del Instituto para las Personas Desaparecidas de Bosnia, desde su despacho en la modesta sede de esta institución, en la conocida como avenida de los francotiradores de Sarajevo.
Los investigadores de este organismo que trabajan buscando cadáveres por todo el país se toparon el pasado mes de junio con varios cuerpos que resultaron ser de combatientes de la Segunda Guerra Mundial. Fue en la localidad de Zvornik, situada en el extremo oriental, junto a Serbia.
“Son 20 víctimas y se supone que son militares de Alemania e Italia. Hemos encontrado dinero y algunas fotos de militares”, detalla, antes de recordar que también han encontrado huesos de militares austrohúngaros. Tras confirmar que se trataba de militares muertos en la Segunda Guerra Mundial, se dejó de buscar cadáveres en esa zona y se terminaron los análisis. La razón es sencilla y realista: el centro no tiene mandato legal para identifi- car a esas víctimas y tampoco le sobran ni el tiempo ni el dinero, porque debe centrarse en los muertos de la última guerra.
“Puede ser que hubiera más personas, pero hemos dejado de investigar”, señala Cengic con voz calmada, consciente de que esa es la única forma en la que les permiten actuar en casos así y confiada en que los expertos del centro hacen todo lo que está en su mano para encontrar a las víctimas de la guerra de Bosnia (1992-1995).
Miles de cadáveres permanecen ocultos a la espera de ser encontrados en lugares de difícil acceso, cerca de los senderos en las montañas, en zonas minadas, en rincones que sólo recuerdan aquellos que dejaron allí abandonadas o sepultadas a sus víctimas... En ocasiones, los investigadores reciben chivatazos sobre una fosa, pero no es así en la mayoría de los casos. En otras, consiguen encontrar los cuerpos después de una larga búsqueda