No seas malo
Google ha cumplido diecisiete años, e incluso los que recordamos qué es una hemeroteca nos hemos olvidado de buscar. Si antes era necesario hurgar para encontrar información, desde que existe internet tenemos que quitárnosla de encima: montañas y montañas de información que compartimos, la misma para todos, accesible por estricto orden de interés comercial. Los niños que antes le consultaban a sus padres lo que no sabían, ahora averiguan antes que ellos cada cuántos minutos marca un gol Messi por estadística. Veraces o no, los datos van sustituyendo a las explicaciones, y cuanto más se extiende la pluralidad por un lado, más se reduce por otro.
Google nos dirige en la búsqueda de información como sus coches sin conductor nos dirigirán por este planeta que ha fotografiado palmo a palmo en Street View. El ser humano es el único animal que, en vez de camuflarse y protegerse, se exhibe sin pudor, regala alegremente sus datos, indica su ubicación, desvela cuáles son sus contactos e intereses. Es muy fácil de rastrear, como el gato doméstico que, aunque tal vez recuerde cómo se hace, ya no puede cazar ni ocultarse por instinto, puesto que advierte de su presencia a los demás por culpa del cascabel que le han puesto en el cuello.
Google nos ha domesticado. Somos un gato gordo y castrado que le exige la terrina de carne gourmet a su amo, el Gran Hermano que todo lo ve y todo lo sabe. Por eso no sorprende que su eslogan corporativo sea Don’t Be Evil, que podría traducirse por: “No seas malo” o “pórtate bien”. La cuestión es: ¿a quién va dirigida esta advertencia? Si es una filosofía de vida empresarial, va por sus propios empleados, conscientes de su capacidad para ejercer y representar el Mal universal. Atrincherados en su complejo de Silicon Valley, impenetrable para el resto del mundo, los trabajadores de Google tienen acceso a prácticamente todo el planeta, que pueden manipular como les dé la gana. De hecho, los han denunciado en varias ocasiones por no haber sido buenos. Claro que, quién lo es a los diecisiete años.
Pero, ¿y si el lema estuviera dirigido a los usuarios? ¿Y si Google estuviera ejerciendo un control moral sobre los que tenemos una cuenta de Gmail, consultamos YouTube a través del Chrome, utilizamos su traductor o llevamos un Android? No seas malo, porque pagarás por tus pecados. Si no te portas bien, arderás en el infierno. Está en tu mano porque estás en las mías.
Ya sea un dios aleccionador o un satanás potencial, Google se encuentra en plena forma adolescente y se divierte con su creación y con nosotros, sus mascotas. Descansará, o no, el séptimo día. Actúa con la temeridad propia de su edad, en la que uno se cree inmortal. Ha cambiado el mundo y nada volverá a ser como antes. Pero un gato doméstico raramente sobreviviría como perro callejero. Por eso toca desearle que cumpla muchos más.
Google actúa con la temeridad propia de su edad, en la que uno se cree inmortal