Candidata a primera dama al desnudo
Melania Trump, otro tipo de esposa presidencial
El mundo de Donald Trump se encuentra bajo la lupa mediática.
Sus casinos, sus rascacielos, sus trampas, su fortuna, sus comentarios racistas, sus bravuconadas, sus amigos y sus enemigos,...
Todo. Es el precio de ser el candidato favorito del Partido Republicano en la carrera a la Casa Blanca.
Hoy por hoy. Algunos dicen que el globo pinchará.
Pero el magnate, acostumbrado a ser el centro de atención, forjado ante las cámaras por su experiencia en el
reality show – El aprendiz, donde popularizó la expresión: “Estás despedido”– evidencia que se halla encantado de haberse conocido.
¿Todo? En el debate entre aspirantes conservadores de septiembre, fue el más escueto en su introducción: “Soy Donald Trump y he escrito The art of the deal ( el arte del negocio)”.
En la entrevista al programa 60 minutes en su ornamentada mansión de Manhattan, The Donald apareció solo.
Los tertulianos subrayaron la ruidosa ausencia de Melania, la cónyuge del líder, de 45 años, casi un cuarto de siglo menos que él, de 69.
Hasta esta semana en que la familia, incluido su hijo Barron, de nueve, ha copado la portada de la revista People, con el titular “En casa con los Trump”.
“Mi marido está siempre viajando, Barron necesita alguien a su lado y me quedo con él”, explica Melania para justificar su vacío, su silencio. Áún añade: “Todavía no estoy preparada para la política”. Muchos, seguramente con muy mala baba, lo han interpretado como un reconocimiento de su papel de mujer florero.
Sin embargo, en caso de que este cuento que escenifica su marido se haga realidad, Melania se conver- tiría en una primera dama poco o nada convencional.
No sólo sería la primera no nacida en Estados Unidos desde Louisa, la pareja de John Quincy Adams –sexto presidente, de 1825 a 1829–, o la única cuya lengua materna no es el inglés. Sería la más dotada para los idiomas (habla cuatro) y la única que ha posado desnuda. Sucedió en el 2000, en una sesión en el jet de su entonces novio, Donald. Se exhibió en una alfombra blanca de piel para el magazine británico GQ. Ese año, ella le confesó a un reportero de cotilleos: “Tenemos un sexo increíble, al menos una vez al día, y a veces más”.
Nacida Melania Knavs en la Yugoslavia de Tito, hoy Eslovenia, hija de un vendedor de coches y, según las versiones, de una costurera o diseñadora de moda, su vida cambio en Ljubljana. Había cumplido los 17 y el fotógrafo Stane Jerko la descubrió en un concurso de belleza. Le pidió hacerle unas tomas. Jerko señaló al New York Post que Melania no aspiraba a ser modelo.
Le salió bien. Melania modificó su apellido por Knauss –más alemán– y renombrados fotógrafos –Patrick Demarchelier o Mario Testino–, la pusieron frente a su foco para diversas publicaciones ( Sports Illustrated o Haper’s Bazaar). En 1996 saltó a Nueva York, dispuesta a triunfar en las pasarelas. Paolo Zampolli, mánager de modelos, la invitó a una fiesta en el Kit Kat Club en la semana de la moda, en 1998.
Allí se cruzó con Trump, que de inmediato le pidió el teléfono. “No se lo dí, tenía fama de mujeriego”, explica Melania. Entre otras razones, esa leyenda se la creó su primera esposa, Ivanka, a la que dejó por la segunda, Marla Maples, con la que tuvo una hija. “Tiene una potencia sexual sobrehumana”, afirmó la madre de sus tres primeros hijos. En cambio, aceptó que él le diera el número. Le llamó. Se casaron en Palm Beach en el 2005. Cuentan que Melania ha domado su instinto de depredador. “Si un hombre no quiere estar conmigo, adiós”, confesó a Larry King. Esto es, que asegura tener agallas para decirle:
–Estás despedido.
En caso de ganar el magnate, sería la primera vez que una primera dama ha posado sin ropa