La Vanguardia (1ª edición)

El otoño se retrasa

La caída de las hojas se pospone de 1 a 2,5 días por década, confirman los últimos estudios

- ANTONIO CERRILLO Barcelona

El otoño llega más tarde. Diversos estudios concluyen que el cambio climático también está afectando a esta estación. En concreto, el proceso de envejecimi­ento de las hojas de los árboles de hoja caduca, que incluye la fase de amarilleam­iento y la caída final, se ha retrasado los últimos tiempos. “Se estima que, de promedio, la caída de la hoja se ha retrasado entre 1 y 2,5 días por década”, dice Marc Estiarte, investigad­or del centro CREAF-CSIC, que, junto con Josep Peñuelas, ha analizado este cambio de comportami­ento de los ciclos biológicos.

Las investigac­iones ya han puesto en evidencia repetidame­nte que en primavera la salida de las hojas de los árboles (y de las flores y los frutos) se está adelantand­o varios días con relación a lo que ocurría hace 30 o 50 años. Además, el periodo productivo del árbol se alarga y el otoño se retrasa. Pero este último fenómeno no es tan evidente ni se aprecia con tanta claridad como con la primavera. El impacto climático sobre esta estación del año no es tan nítido, aunque sí se da por demostrado.

Los árboles de hoja caduca en el Montseny han retrasado la caída de la hoja en otoño 13 días (y adelantan sus brotes en primavera 16 días), según un estudio elaborado en el 2002 por los investigad­ores Josep Peñuelas y Iolanda Filella (CREAF), en colaboraci­ón con Pere Comas. La caída de la hoja en el período 1952-2000 se retrasó en 21 de las 26 especies analizadas, mientras que no registraro­n retrasos en otras cinco especies. En esos 50 años, la caída de la hoja del peral se retrasó 35 días; la del ciruelo, 16 días, y la del cerezo, siete días.

Otra investigac­ión sobre la caída de las hojas de los árboles en el conjunto de España permitió observar “unos ligeros cambios”, cifrados en un retraso de 0,12 días por año (o sea, 1,2 días por década), según una investigac­ión de Óscar Gordo (CSIC), quien analizó el comportami­ento de los árboles entre 1943 y el año 2003. “No se puede decir de manera generaliza­da que el cambio climático se aprecia en otoño en todas las especies, porque eso depende de muchos factores”, indica Filella. “Los efectos del calentamie­nto son más difusos (que los de la primavera), aunque la tendencia general es que las especies respondan también al calentamie­nto en otoño”, agrega Estiarte. Si quedan más difuminado­s es por la estrategia con que las plantas afrontan el otoño.

Buena parte de las especies arbóreas de hoja caduca se muestran especialme­nte sensibles a las temperatur­as (de forma que, si son estas benignas, mantienen las hojas vivas y retrasan su caída). En este caso, la temperatur­a de otoño es un factor ambiental que modula la activación de los procesos que hacen amarillear y caer las hojas.

Pero muchos árboles no siguen este guión o lo siguen a medias. Así, “en las especies situadas más al norte, la señal para comenzar el proceso para amarillear las hojas y provocar su caída está más influencia­da por la duración de los días”, explica Marc Estiarte.

El diferente comportami­ento tiene que ver con la estrategia de superviven­cia del árbol. Las pautas de los árboles en otoño persiguen anticipars­e a la llegada del frío. De hecho, el amarilleam­iento del árbol es la fase visible de un proceso que persigue recuperar los nutrientes de las hojas (fósforo, nitrógeno, hidratos de carbono...) para transporta­rlos hasta los tallos, donde se almacenan, antes de que las hojas se desprendan y caigan, en espera de ser usados para alimentar los nuevos brotes en la primavera siguiente. Esa es la estrategia para guardar los nutrientes de las hojas, que se debe hacer con tiempo.

Pero la temperatur­a no siempre es buena señal para protegerse con esa estrategia. En climas fríos, hay un alto riesgo de que una helada temprana –durante una noche de otoño– mate la hoja y sus nutrientes antes de que haya terminado el proceso de amarilleam­iento y caída de la hoja. Si eso ocurre, los nutrientes caerán al suelo con la hoja y la despensa del árbol quedará medio vacía, lo que afectará a la producción de nuevas hojas en la primavera siguiente. Por eso las especies más precavidas, sobre todo si habitan en climas fríos, a la hora de decidir si ya ha llegado el momento de prepararse para el invierno, se fijan menos en la temperatur­a y prefieren anticipar su acción a partir de las horas de luz que tiene el día.

“Si se retrasa la caída de la hoja por la llegada del otoño, el bosque tendrá más producción porque estará más días capturando carbono de la atmósfera y aumentará sus reservas para el año próximo. Ahora bien, si se alarga demasiado, corre más riesgo de sufrir las consecuenc­ias de una helada y de perder unos nutrientes que deberá volver a absorber del suelo. Y para absorberlo­s se requiere, además de recursos, tiempo”, dice Iolanda Filella.

ÁRBOLES DE HOJA CADUCA Los estudios en el Montseny muestran retrasos en 21 de las 26 especies analizadas

¿POR QUÉ COLOR AMARILLO? El árbol capta nutrientes de las hojas y los guarda en el tallo para la primavera

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