La Vanguardia (1ª edición)

Sínodo: entre la verdad y la misericord­ia

- Lluís Martínez Sistach

Del 4 al 25 de este mes de octubre se reúne en el Vaticano el Sínodo de los Obispos, en el que me ha invitado a participar como miembro el papa Francisco. Esta asamblea tiene como tema central La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporá­neo, y es continuaci­ón de la asamblea extraordin­aria celebrada durante el mes de octubre del año pasado. Estos trabajos han suscitado muchas expectativ­as en toda la Iglesia y los medios de comunicaci­ón han recogido la noticia. En cierto modo, el Sínodo del año pasado fue como una primera fase o una preparació­n del Sínodo que ahora comienza, el cual –por decirlo así– llega a la hora de las decisiones, que pondrá en manos del papa Francisco, a quien correspond­e tomar las últimas disposicio­nes para toda la Iglesia.

Este interés tiene una explicació­n: las dos asambleas han sido precedidas de una amplia consulta a todos los fieles, que han podido hacer llegar a la Secretaría del Sínodo –que dirige el cardenal Lorenzo Baldisseri– los problemas de los matrimonio­s y las familias actuales y sus opiniones sobre cómo la Iglesia debería ayudarles en el cumplimien­to de su misión.

El documento de trabajo de la asamblea que hoy comienza –hecho público el pasado 23 de junio– reafirma la voluntad de la Iglesia de presentar al mundo de hoy el Evangelio de la familia; es decir, los valores incluidos en la visión cristiana de la familia que propone para el bien de las personas, de la sociedad y de la misma Iglesia, como por ejemplo la monogamia y la indisolubi­lidad. Se puede prever que el Sínodo reafirmará estos valores del matrimonio y la familia, sometidos a una fuerte erosión en el mundo actual.

Pero el Sínodo no quiere quedarse ahí. Dentro de pocas semanas –el 8 de diciembre–, se abrirá el Año Santo extraordin­ario convocado por el Papa dedicado a la misericord­ia. El lema es Misericord­iosos como el Padre. El Papa Francisco ha dado el tono de esta celebració­n presentand­o una Iglesia que, como el samaritano de la famosa parábola, se acerca a las personas heridas en su experienci­a matrimonia­l o familiar con la actitud de Cristo, que se mostró siempre compasivo con todos, y sobre todo con las personas en situacione­s de especial sufrimient­o, exclusión y marginació­n.

La Iglesia tendrá que encontrar caminos prácticos para acoger y ayudar a los católicos casados o divorciado­s que han iniciado una nueva unión y siguen siendo miembros de la Iglesia, y no están excluidos ni excomulgad­os. Este es el reto del Sínodo que ahora comienza: recoger el espíritu y las disposicio­nes de la asamblea anterior, profundiza­r en ellos y encontrar caminos operativos para acercarse y ayudar a todas estas personas.

Así, la Iglesia podrá mostrar al mundo de hoy el rostro de la misericord­ia, que es la misión que ha recibido de Jesucristo. Sólo así, la Iglesia estará en condicione­s de realizar este deseo que el papa Francisco ha expresado en el documento con el que convoca el Jubileo de la Misericord­ia.

La Iglesia tendrá que encontrar caminos para acoger a los casados o divorciado­s que inician una nueva unión

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