La Vanguardia (1ª edición)

De las pistolas al hip-hop

Un cómic narra la vida de Benjy Meléndez, capo de los Ghetto Brothers e impulsor de la transforma­ción del barrio

- XAVI AYÉN Nueva York Enviado especial

Un grupo de cuatro chicos negros –gorra, gafas de sol, chicle, zapatillas deportivas– escucha música en un banco, mientras charlan y otean la zona, como si fueran los vigilantes de la calle. A medida que van llegando otros, se saludan como en los videoclips, con esas combinacio­nes de palmeos de manos, chasquidos de lengua y onomatopey­as absolutame­nte imposibles para un profano. Estamos en el corazón del Bronx, en las escaleras que dan acceso al Horseshoe Park. Hemos quedado con Julian Voloj –hijo de colombiano­s, nacido en Alemania–, autor del guión del cómic Ghetto Brother. Una leyenda del Bronx (Sapristi), con dibujos de Claudia Ahlering, donde se narra la vida de Benjy Meléndez, hijo de inmigrante­s portorriqu­eños y fundador, a finales de los años sesenta, de la mítica banda Ghetto Brothers, que en pocos años llegó a controlar todo el sur del Bronx y que, en plena escalada de violencia, impulsó el tratado de paz que acabó con las batallas.

El estado de salud de Meléndez, de 63 años, le impide acompañarn­os durante el recorrido por los escenarios del cómic. Pero nos explica luego: “Empecé uniéndome a los Cofon Cats, en busca de protección. Para entrar tenías que atravesar la línea apache, un pasillo humano en el que todos te iban pegando duro y, si eras capaz de llegar al final, te convertías en uno de los suyos. Al poco, con mis hermanos, creamos nuestra propio grupo, los Ghetto Brothers, para no tener jefes. En la mayoría de las bandas, éramos negros o portorriqu­eños. Nos distribuim­os territoria­lmente todo el Bronx, nosotros nos quedamos con el sur. Cuando entrabas en el territorio de otros, tenías que quitarte tus colores, la chaqueta con tu escudo –el nuestro eran unos cubos de basura–, de lo contrario te daban una buena paliza. En el Bronx llegó a haber más de cien bandas, con más de 10.000 miembros. Los Ghetto Brothers fuimos una de las más grandes, con 2.000 componente­s solo en el Bronx y ramas en Nueva Jersey, Connecticu­t y otras ciudades. Las bandas eran como familias”.

¿No estaban vinculados con el tráfico de drogas? “Entonces era justo lo contrario –replica–. Fuimos nosotros los que limpiamos el Bronx de yonquis y camellos, la policía pasaba totalmente”.

Nuestro punto de encuentro es la esquina donde, el 2 de diciembre de 1971, asesinaron a Black Benjy, el miembro de los Ghetto Brothers que hizo un primer intento por conseguir la paz. “Justo aquí –señala Voloj– en la confluenci­a de estas tres calles se encontraro­n las bandas, cada una venía por su calle, procedente de su zona. Cada vez había más muertos , algunas bandas almacenaba­n auténticos arsenales y enseñaban técnicas de combate militar”. Meléndez promovió la paz, renunciand­o a vengar esa muerte y convocando una reunión de todas las bandas el 8 de diciembre en el pabellón de deportes. Fue como el tratado de Versalles del Bronx, y a ese gimnasio se desplazaro­n unidades móviles de todas las cadenas de televisión. “En los edificios cercanos, había hasta francotira­dores apostados en las azoteas, por si las cosas se torcían”, recuerda Meléndez. Allí estaban los Ghetto Brothers, pero también los Seven Immortals, los Mongols, los Black Spa-

BENJY MELÉNDEZ “Llegó a haber cien bandas, con más de 10.000 miembros. Éramos como familias”

des, los Skulls... Se firmó un acuerdo de cuatro puntos, que autorizaba la movilidad (es decir, a penetrar en territorio de otras bandas, una especie de pacto de Schengen pandillero), establecía mecanismos de arbitraje y forzaba a la disolución o el exilio de los grupos que no suscribier­an el acuerdo.

A partir de ahí fueron los años dorados. Pasamos por los edificios en cuyas azoteas Benjy y sus amigos celebraron las primeras fiestas con djs. Ellos hicieron nacer el movimiento hip-hop, que se ha expandido por el mundo. “Se cerraban las calles y todo el barrio bailaba, no solo nosotros, también abuelos y niños. Los antiguos comandante­s se hicieron djs, y las batallas se libraban en la pista, con pasos de baile que combinaban toques de artes marciales. Yo me metí a guitarrist­a y músico, de ahí mi nombre de Yellow Benjy. Los Ghetto Brothers hemos tocado para Diana Ross o Aretha Franklin, ojo. Pero no fuimos los únicos en reciclarno­s: el comandante de los Black Spades hizo que se convirtier­an en Universal Zulu Nation y él mismo se transformó en el dj Afrika Bambaataa. Y dj Kool Herc, ex miembro de los Cofon Cats, organizaba las fiestas más espectacul­ares”. También fue el momento álgido de los grafitis, que siguen adornando algunas de las calles principale­s del distrito.

Hoy el Bronx, a la luz del día, pese a ser aún la zona más pobre de Nue- va York, no parece tan peligroso. “En los años 20 y 30 –explica Voloj– era lo máximo, el lugar al que se mudaban los que tenían éxito, pero luego...” De hecho, los Meléndez llegaron desde el hoy megahipste­r Greenwich Village, en Manhattan, entonces un miserable suburbio. Aunque hace tan solo tres semanas, hubo un muerto a tiros, “ahora es por temas de droga –matiza Voloj–, no existe una cultura, identidad y códigos semejantes a los de antes, es solo negocio de venta de drogas”.

Paseamos por la escuela de Dwyer High, donde se concentrab­an las bandas; por la casa donde Benjy vivía con sus padres –“tenían su colmado ahí”–; por el parking donde “se celebraban las luchas” –una especie de justas medievales, con sus normas, donde un representa­nte de cada banda intentaba partirle la cara al otro–; por la iglesia donde se celebró el funeral de Black Benjy; por sólidos edificios que siguen indicando que son “refugio nuclear” –“hubo una época en que existió el miedo de ser víctimas de una bomba atómica y las casas que tenían eso contaban con un plus de seguridad”–, por Crotona Park, donde se filmó la película Los amos de la no

che, una de las que mejor ha reflejado las luchas entre pandillas...

A la eclosión musical se le sobrepuso la politizaci­ón y la reivindica­ción vecinal, con la influencia de los Panteras Negras, muy patente en los Young Lords, puertorriq­ueños que clamaban por la justicia social, los derechos de los inquilinos, el derecho a la educación y contra la brutalidad y la dejación policiales.

Los interesado­s por el tema pueden recurrir a un montón de material: el libro Generación hip-hop de Jeff Chang, publicado el año pasado por Caja Negra, es la mayor investigac­ión sobre los inicios del hip-hop; el documental

Rubble Kings se acaba de estrenar en EE.UU; y, por supuesto, hay que escuchar el único disco del grupo,

Power: Fuerza del centro.

Meléndez nos cede una fotografía en la que se le ve con la manta de oración judía, una identidad que descubrió muy tarde pues sus padres –descendien­tes de marranos españoles– se la habían ocultado. Meléndez se fue del Bronx cuando amenazaron de muerte a su esposa, pero sigue vinculado al distrito. Voloj –fotógrafo especializ­ado en las culturas neoyorquin­as– prepara ahora un cómic sobre los creadores de Superman.

META MORFOSIS Los antiguos ‘comandante­s’ se transforma­ron en músicos, dj o grafiteros

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LISBETH SALAS Imagen del metro de Nueva York atravesand­o, la semana pasada, el distrito del Bronx
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Portada del cómic
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CLAUDIA AHLERING ?? Julian Voloj, guionista del cómic Guetto Brother, la semana pasada, en una calle del Bronx
Benjy Meléndez con talit (manto de oración judío) y una foto de joven
. . CLAUDIA AHLERING Julian Voloj, guionista del cómic Guetto Brother, la semana pasada, en una calle del Bronx Benjy Meléndez con talit (manto de oración judío) y una foto de joven

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