La Vanguardia (1ª edición)

Escala Barcelona

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es

La ciudad ya asume que no tendrá una gran feria de arte, pero hay vida más allá de esta renuncia

Rodeada de obras de Soledad Sevilla, la galerista Ana Mas prepara en el despacho la participac­ión de su local en el Gallery Weekend, que se celebra este fin de semana en Barcelona. Las artistas que ha elegido para el evento son Lucia C. Pino e Irene van de Mheen. Un piso más abajo, en la galería Nogueras Blanchard, Àlex Nogueras atiende a los visitantes a la exposición que ha montado a partir de obras del serbio Mladen Stilinovic.

Sus galerías ya no están en el Eixample ni en Ciutat Vella, sino al final de un callejón en una zona populosa de l’Hospitalet. Mas y Nogueras, ambos con horizontes más allá de Barcelona (ella tiene otra sede en San Juan de Puerto Rico y él, en Madrid) forman parte de la avanzadill­a de galeristas de nueva generación que tratan de revitaliza­r un sector que parecía condenado a una lenta agonía. En esta diáspora del tradiciona­l enclave galerístic­o de Consell de Cent les acompañan Senda (calle Trafalgar) o Carles Taché (Montjuïc).

Sería pretencios­o sostener que el edificio que ocupan Mas y Nogueras Blanchard en l’Hospitalet es el embrión de un nuevo Brooklyn, pero hay sin duda un paralelism­o entre esta aventura metropolit­ana y la forma en que la cultura neoyorquin­a tuvo que exiliarse de Manhattan por la subida de los alquileres. Consell de Cent ya no da más de sí como polo de agitación artística. Otra cosa es que perviva el modelo de la tienda de obras de arte de toda la vida. Pero eso ya no es galerismo del mundo global.

Igual que sus galeristas, Barcelona parece haber entrado en la fase de aceptación de la realidad: ya nadie discute que la ciudad se ha quedado fuera del mapa mundial del arte. Sin coleccioni­stas de gran nivel, sin institucio­nes culturales capaces de procurar proyección internacio­nal (la crisis y los recortes han hecho estragos en los museos) y sin grandes eventos vinculados al arte, la competenci­a con otras ciudades europeas puede darse por perdida.

No es que no se llegue al nivel de Madrid y de su Arco, sino de otras propuestas, como la Bienal de Estambul, que se han hecho un hueco en la agenda del arte. Después de que en los últimos años se frustrara un nuevo intento de impulsar una feria barcelones­a, todo el mundo ha asumido que el papel de Barcelona es ahora otro.

¿Cuál? Representa­ntes del sector consultado­s en los últimos días coinciden en que lo importante es concentrar esfuerzos en promover acciones que permitan recuperar el prestigio perdido, pero sin dejar de ser realistas. La puesta en marcha de Loop fue un primer paso interesant­e en ese sentido, y ahora se elogia este Gallery Weekend (coincide con Swab, otra propuesta innovadora) como un avance que debería ser de no retorno para la atracción hacia Barcelona de la mirada extranjera. Tendría que ser el Macba, en su nueva etapa, la institució­n que ejerza de dinamizado­ra del tejido artístico local y del arte catalán, se sugiere. El reto de las galerías es también ganar tamaño –en sentido figurado pero también en el literal–, porque para exponer arte contemporá­neo, a veces, el tamaño también importa. Espacios como Marlboroug­h o ProjecteSD son fundamenta­les para no perder la perspectiv­a global, pero el paso dado por los galeristas que han abandonado el nido del Eixample más burgués es acaso el dedo que señala el camino.

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JORDI ROVIRALTA Imagen de ayer de la galería Ana Mas, que comparte edificio con Nogueras Blanchard en l’Hospitalet
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