¡Adiós, mis queridos asesinos!
La librería Negra i Criminal echa el cierre definitivo rodeada de la emoción de sus seguidores más fieles
Yahí estamos, a las puertas de la Negra i Criminal. Esperando el momento del cierre. Ahí estamos, muchos, bajo un cielo encapotado. Todo muy de novela negra. Pensando que esto no puede ser verdad, confiando secretamente en que Paco Camarasa, el alma de la Negra, la librería más emblemática de la Barceloneta, dirá al final que no, que es mentira. Que todo ha sido una broma y que jajaja, la Negra i Criminal no cierra, no. Pero a las dos en punto la librería especializada en novela negra echa el candado. Para siempre. Como estaba anunciado.
¿Cuánta gente había en el velatorio? “No sé; doscientas, trescientas personas, quizá más. Es una contabilidad tan difícil como la de las víctimas de un asesino en serie con imitadores”, bromea Pere Vall, de Fotogramas. Detrás quedaba una larga mañana, intensa en encuentros, reencuentros y también en ventas. “Hemos vendido más libros que en todo lo que va de año”, comenta Montse Clavé, socia de Camarasa y fuerza motriz de esta librería que ha sido más que una librería: ha sido un lugar de encuentro para los aficionados al género. ¿Adónde irán ahora?
“Fue el 4 de diciembre del 2002, y desde entonces en la cocina de la La Negra se han guisado muchas más cosas que los mejillones de cada sábado”, comenta Clavé, que añade: “Aquí se han cocinado amores y odios”. La Negra i Criminal cerraba ayer sus puertas rodeada del aplauso cerrado –y algunas lágrimas– de los que ahí estábamos, convencidos que ese muerto debería estar muy vivo en la ciudad.
Andreu Martín se pasea con una camiseta de la Negra que reza: escritor de guardia. “Venía todos los sábados, y no me marchaba de aquí hasta que había vendido tres libros por lo menos”, cuenta el escritor. Jordi Sierra i Fabra, por su parte, define las inviolables leyes de la novela negra frente a las puertas del establecimiento condenado: “Coger al lector por los cojones –seguro que en ese momento piensa sólo en lectores masculinos– y dejarlo sin respiración en la página 30”.
Y aquí estan también Enrique de Hériz, Daniel Vázquez Sallés, Víctor Fernández y otros, como Toni Hill y Carlos Zanón (sin Johnny Thunders). Pero uno imagina sobre todo la presencia entristecida de personajes legendarios del género negro, como Marlowe, Spade o Harry Bosch, por citar tres figuras capitales. Son tipos duros y los duros no lloran. Pepe Carvalho, en cambio, seguro que echaría una lagrimita. Es un sentimental. Como lo son Petra Delicado y Amaya Salazar, más dada a las brujerías que sus colegas, la verdad. Los escandinavos como Wallander o Harry Hole también estarían aquí muy a gusto, y muy tristes, porque en la Negra han tenido un hogar como en las sesiones de alcohólicos anónimos. Cualquiera de estos investigadores de ficción se encargaría con gusto del misterioso caso de la Negra i Criminal, de descubrir quién ha matado a la Negra, que cierra entre la tristeza de sus amigos. Pero se lo preguntamos directamente a Paco Camarasa: ¿quién es el asesino, Paco? Ha sido el Ayuntamiento, ¿verdad? Los impuestos, ¿la crisis?
“No; el Ayuntamiento ha ofrecido ayuda, y la librería cuenta con un
“La falta de curiosidad, las moscas y la comodidad han matado a la Negra”, dice Paco Camarasa El epitafio de la Negra, colocado en su puerta, dice: “Estaba hecha del material con el que se construyen los sueños”
grupo de fieles dispuestos al micromecenazgo –si escribes crowdfunding me enfado–, pero, ¿y qué? Una librería tiene que vender libros. A la Negra la ha matado de verdad la falta de curiosidad de los clientes, las moscas y la comodidad”.
Lo de la falta de curiosidad lo entiende uno. Pero ¿las moscas? “Por eso de las cien mil moscas que se van derechas a la mierda, y que tan sólo por eso deben de tener razón”, dice. “Y por la comodidad de no desplazarse a la Barceloneta, cuando estamos apenas a 15 minutos del centro”. En fin, Paco Camarasa está contento, a pesar de todo porque se siente arropado. “En este momento quiero recordar a amigos como Vázquez Montalbán, González Ledesma y Agustí Vehí”, dice, encaramado en un taburete, frente a la gente que aplaude. Justo antes de colocar el epitafio en la puerta de la Negra, “hecha del material con el que se construyen los sueños”.