Derrota en las dos áreas
Las derrotas injustas conducen a análisis condescendientes, así que lo primero es reconocerle al Barça su buen partido en líneas generales y la decencia con la que buscó el empate hasta el final, imagen digna y gratificante sobre todo atendiendo a sus sensibles bajas. El equipo de Luis Enrique mereció más, de cien partidos como el del Pizjuán puntuará en los próximos 99, pero sería un error apoyarse en exceso en las estadísticas favorables (tiros al palo, oca- siones de gol, córners, posesión de pelota, etcétera) y escudarse en las ausencias más allá de lo razonable para no caer en victimismos que maquillen la realidad o la perviertan.
El Barça tiene un problema en las dos áreas, justamente donde decían que era más fuerte la temporada pasada como quien diagnosticaba una enfermedad. Sin Messi y sin Iniesta, el riesgo de convertir los partidos en un ir y venir sin paradas al estilo de la Premier se hace evidente como sucedió ayer, así que ser determinante en la punta de ataque y seguro en la retaguardia se convierte en una obligación que el Barça no es capaz de cumplir últimamente. Mientras los delanteros harán bien en no reducirlo todo a una cuestión de desgracia paranormal, a los integrantes de la defensa no les queda otra que explorar en su interior y encontrar respuestas a sus fugas mentales, breves pero letales.
Otro examen, este de mayor seriedad, le toca resolver a Dani Alves, por primera vez suplente sin más motivos que la superioridad de la competencia (gran Sergi Roberto) después de ocho temporadas sin amenazas. Sucedió en Sevilla, su segundo hogar. Se salga o no de esta, desde aquí el reconocimiento a su larguísimo reinado.