La Vanguardia (1ª edición)

Licencia para soñar

El Barcelona Lassa consigue la sexta Supercopa de su historia con un juego coral

- MIGUEL LOIS Málaga. Servicio especial

Adorar sin límites o vilipendia­r sin perdón. Los dos extremos de la vida, sin racionalid­ad alguna. Hace poco más de tres meses, cuando el Madrid levantaba el título de Liga en el Palau Blaugrana, las criticas eran cuantiosas (y argumentad­as). Xavi Pascual estaba en la cuerda floja. Y no era para menos. Un año en blanco. De nuevo, un verano para reestructu­rar un proyecto que había fracasado estrepitos­amente. Siete fichajes y siete bajas. Empezar de cero.

Y en el primer test serio de la temporada, se puede afirmar que la ilusión debe volver al Palau. Todavía es pronto, pero las sensacione­s a estas alturas de temporada (la Liga aún no ha comenzado) son muy positivas. El equipo defiende como hacía tiempo no se le recordaba, la pelota circula a ritmo de vértigo, todos los jugadores asimilan, aceptan y ejecutan su rol notablemen­te y lo más importante: el bloque, entendido como un grupo que debe trabajar como una máquina, funciona.

El Barcelona Lassa levantó ayer en el Martín Carpena su sexta Supercopa. Lo hizo ante de 10.000 personas que intentaron llevar en volandas a un Unicaja que se quedó sin gasolina en la segunda parte. “No juegas solo si yo estoy aquí”, dice el estribillo del himno de Unicaja. Pero la ilusión de una ciudad que ansiaba levantar un título (no lo hace desde el 2006) quedó en sueño frustrado.

Y es que enfrente estuvo un rival que ni mucho menos daba la sensación de tener siete caras nuevas. Todos funcionaro­n. Todos rindieron. Incluso se podría decir que fueron los mejores. Pau Ribas, con 15 puntos, mantiene el óptimo nivel que le hizo ser titular en el Eurobasket; Carlos Arroyo dejó muestras de su magia (si las lesiones le respetan será un lujo para el Barça); Perperoglo­u añadió la efectivida­d (3 triples) a su ya conocida faceta defensiva y Vezenkov ofreció una variedad de recursos ofensivos impropios de un joven de 20 años.

Y eso que los blaugrana comenzaron con los nervios habituales de una final. Dos pérdidas en dos minutos, rebotes que se escabullía­n… y un Unicaja alentado por su público. Un 10-5 de parcial encabezado por el lituano Kuzminskas obligaba a Xavi Pascual a parar el partido. Algo fallaba.

Pero ahí estaba Carlos Arroyo. El puertorriq­ueño, en apenas tres minutos, repartió dos asistencia­s para que Oleson anotara dos triples se- guidos y revitalizó un juego que preocupaba por su falta de claridad. Un parcial de 0-13 permitió a los blaugrana remontar tras unos primeros compases tediosos. Y ahí se acabó el partido. Porque cualquier intento de reacción cajista fue cortado de raíz a base de triples (11 en total), la mejor arma del equipo blaugrana en este inicio de temporada. El small ball es una realidad tangible.

La impotencia comenzaba a apoderarse de los malagueños, quizás un tanto bloqueados ante la ilusión mediática que se había generado. Y en la segunda mitad, la mente ya no funcionaba. El Barça, como ante el Gran Canaria, salió con el turbo puesto y no dio opción. Defensa, triples, rebotes, tapones, mates… En todas las facetas dominaba el color blaugrana. Joan Plaza, que apeló a la ilusión para ganar al Barça, se quedó sin capacidad de reacción ante el vendaval culé.

La Supercopa es de esos títulos que no sirven cuando el año ha ido bien, pero útiles cuando las cosas van mal dadas. En la primera cita del año, el mensaje del Barça es claro: licencia para soñar.

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JORGE ZAPATA / EFE El Barça se impuso al Unicaja y empieza con buen pie la temporada

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