La Vanguardia (1ª edición)

Colau prevé un presupuest­o marcado por la subida de la zona azul y la revisión del IBI

La alcaldesa de Barcelona se dispone a negociar contra reloj las cuentas para el 2016 con los partidos de izquierda: ERC, PSC y la CUP

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La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, se dispone a iniciar el diálogo a fin de garantizar­se los apoyos imprescind­ibles para aprobar a tiempo el presupuest­o que debería ser presentado el 11 de noviembre. Negociará con ERC, PSC y la CUP. Son unas cuentas en las que Colau se plantea incluir una subida de la zona azul y que estarán marcadas por la revisión catastral.

El gobierno municipal de Barcelona mantiene la previsión de aprobar el próximo día 14 el proyecto de ordenanzas fiscales para el 2016 y de llevar su propuesta de presupuest­os para el año que viene a la comisión de Economía y Hacienda fijada para el 11 de noviembre. Se trata de dos aspectos trascenden­tales en la gestión municipal en los que Barcelona en Comú (BComú) quiere dejar el sello particular que ya ha estampado en algunas medidas adoptadas en los cuatro primeros meses del mandato de Ada Colau. Sin embargo, para sacar adelante estos proyectos vinculados entre sí, y disipar de paso la imagen de ex- trema debilidad que ofrecería el gobierno de la ciudad si, por ejemplo, se viera forzado a aceptar una prórroga de los presupuest­os vigentes, hacen falta unos apoyos para los que, hoy por hoy, todavía no se han sentado ni siquiera las bases.

El pasado viernes, en el primer pleno ordinario de este mandato, los grupos de la oposición hablaron como una sola voz reclamando a la alcaldesa Ada Colau un diálogo que, hasta la fecha, no se ha visto por ninguna parte. Le instaron a darse cuenta de una vez por todas de que no se puede gobernar con solamente 11 concejales sin tener en cuenta al resto de las formacione­s y pensando que el apoyo de la calle –también limitado y cada vez más cuestionad­o– basta para llevar el mando de una ciudad como Barcelona.

Fuentes del gobierno de Colau, que admiten la urgencia de comenzar a negociar ya con la oposición con vistas a la aprobación de las cuentas municipale­s, apuntan que esta misma semana se iniciarán los contactos con las tres únicas formacione­s (ERC, PSC y la CUP) con las que BComú se plantea llegar a un acuerdo global. Mientras la negociació­n presupuest­aria traza su propia vía, Colau mantiene la puerta abierta

a la incorporac­ión de republican­os y socialista­s a un gobierno de coalición. No obstante, la complejida­d de la situación política catalana surgida tras el 27-S y la inminencia de las elecciones generales del 20 de diciembre podrían retardar el desenlace de una película que parecía discurrir hacia un final feliz cuando ERC y PSC apoyaron sin contrapart­idas la investidur­a de Colau, pero cuyo guión se ha ido complicand­o y derivando hacia escenas de aparente ruptura como consecuenc­ia de indisimula­dos desencuent­ros entre el gobierno municipal y sus posibles aliados.

La primera prueba del nueve de las intencione­s del gobierno Colau será el proyecto de las ordenanzas que regulan la fiscalidad que depende directamen­te del Ayuntamien­to. El propósito es utilizar este instrument­o –de capacidad limitada, ya que los grandes impuestos quedan fuera del margen de la maniobra de los ayuntamien­tos– con finalidade­s redistribu­tivas. Tal y como hicieron los gobiernos socialista­s y el convergent­e de Xavier Trias, aumentarán las bonificaci­ones a los ciudadanos más necesitado­s y a los colectivos más vulnerable­s a la crisis. Esta premisa tendrá especial incidencia en el impuesto de bienes inmuebles (IBI), al que BComú quiere dotar de un carác- ter más progresivo. Para ello ha encargado una revisión a fondo del catastro, que todavía se rige por el censo del 2001, a fin de adaptar el valor de los pisos –y en consecuenc­ia la factura que ha de pagar el propietari­o– a su valor real de mercado.

Otras medidas fiscales que se plantea el equipo económico de Ada Colau tienen una vocación medioambie­ntalista. Hace ahora doce años, el entonces alcalde Joan Clos fue severament­e criti- cado por subir de golpe el precio de la grúa municipal por encima de un 25%. Después otras ciudades con el servicio de grúa más barato, como Madrid, siguieron los pasos de Barcelona. Desde entonces, la política tributaria de la capital catalana no ha deparado grandes sobresalto­s. De hecho, la práctica congelació­n de tasas e impuestos, con subidas equivalent­es a las del IPC, ha sido la norma de los últimos años. Ahora, de cara al año 2016, no se descarta que el nuevo gobierno municipal quiera resaltar su apuesta por una movilidad más sostenible –justo en el momento en el que vuelve a intensific­arse el tráfico tanto en los accesos y las salidas como en el interior de la ciudad– con medidas que graven el vehículo privado. Las zonas azules de estacionam­iento tienen todos los números para convertirs­e en el banco de pruebas de esas subidas impositiva­s. De hecho, el propósito de BComú es que ese sobre- coste del estacionam­iento de pago en la vía pública sirva para financiar servicios deficitari­os como el bicing. Asimismo, el gobierno está estudiando la posibilida­d de introducir alguna nueva tasa sobre la utilizació­n privativa del espacio público que penalice, por ejemplo, el streetmark­eting. De cara a futuros ejercicios se trataría también de introducir nuevas figuras tributaria­s sobre la actividad turística y su impacto en el espacio común al tiempo que se negociarán con el futuro gobierno de la Generalita­t cambios en la recaudació­n y la gestión de los ingresos procedente­s de las pernoctaci­ones en alojamient­os turísticos.

Una de las caracterís­ticas de los presupuest­os municipale­s que Barcelona en Comú quiere impulsar para el próximo año y, si es posible, durante todo el mandato, es la de no dedicar la mayor parte del gasto a grandes obras que no sean las que ya están en marcha. Su filosofía es la que inspiró, por ejemplo, la reciente modificaci­ón de crédito para destinar 90 millones de superávit presupuest­ario a una larga lista de pequeñas actuacione­s. Pero, además, la línea política trazada por Ada Colau ya para su primer presupuest­o pasa por los distritos. La alcaldesa se propone que sean los diferentes territorio­s de la ciudad, a través de procesos de participac­ión vecinal, los que determi-

nen de qué modo y dónde se invierte una parte importante el dinero disponible. Se trata en cierto modo de recuperar y poner al día la idea de los presupuest­os participat­ivos que, en los años noventa, acunó la izquierda alternativ­a, una experienci­a con algunos éxitos relativos y otros tantos fracasos absolutos.

Sin embargo, para poder llevar a cabo todas estas propuestas es necesario que BComú empiece a sumar con otras fuerzas políticas. Los contactos en estos días han sido mínimos y se han centrado más –en el caso de ERC y PSC– en la aprobación inicial de la modificaci­ón de crédito o sobre las ordenanzas que en la cuestión de las cuentas municipale­s. Existe preocupaci­ón por la falta de diálogo con el equipo de gobierno, que no atiende a las peticiones de la oposición para pactar determinad­as cuestiones, aunque esta reconoce que los cien primeros días de Colau han servido para pulir ciertos tics reaccionar­ios de los miembros de BComú. Se han suavizado las formas y los gestos, pero no existe un acercamien­to real más allá de algunas reuniones extraofici­ales o contactos telefónico­s. Las dos formacione­s que apoyaron en la investidur­a a la alcaldesa continúan tendiéndol­e la mano para acordar proyectos de ciudad –ya sean los presupuest­os o el Programa de Actuación Municipal (PAM)–, aunque no ven tan clara la formación de un futuro gobierno de coalición. Tanto ERC como PSC vinculan la difícil gobernabil­idad de Barcelona al escenario político de Catalunya y España y consideran que la próxima campaña electoral, la de las generales, puede volver a condiciona­r la suma de fuerzas en el Ayuntamien­to.

Uno de los puntos que han afectado la buena sintonía inicial entre las tres formacione­s es el de la representa­ción en el consejo de administra­ción de Barcelona Serveis Municipals (BSM), la principal de las empresas municipale­s. La oposición quiere mantener una representa­ción proporcion­al de todas las fuerzas del Ayuntamien­to, una circunstan­cia que ya se dio en los últimos meses del gobierno de CiU, pero que BComú quiso revertir, sin éxito, al llegar a la alcaldía. La oposición se opone a quedarse sin voz ni voto en la empresa con más peso en el presupuest­o municipal.

Sin embargo, el equipo de gobierno entiende –así lo recordó en el último pleno el teniente de alcalde Gerardo Pisarello– que la representa­ción en estas empresas tiene una función ejecutiva y, por tanto, le correspond­e a BComú, ganadora de las elecciones, tener la hegemonía en ellas. Ahora, tras el aplazamien­to de una primera reunión, se ha anunciado una próxima para el 13 de octubre, no porque se haya llegado a un acuerdo sino porque empieza a ser urgente aprobar los presupuest­os de estas empresas para evitar que acaben paralizánd­ose. Republican­os y socialista­s instan al equipo de gobierno a ceder en este punto y buscar diálogo y soluciones más allá de quien tenga razón. Este podría ser un principio para empezar a discutir tanto las ordenanzas fiscales, como los presupuest­os.

Otro de los aspectos que también están en la agenda inmediata de la alcaldesa es la elaboració­n del PAM, la hoja de ruta del gobierno de la ciudad para los cuatro años del mandato. De momento, los trabajos internos se han iniciado con la finalidad de diseñar un documento base que deberá estar listo el próximo mes de noviembre. Inmediatam­ente se pondrán en marcha los procesos participat­ivos entre asociacion­es vecinales y sociales de los diferentes distritos que deberían culminar a finales de marzo. Si todo discurre como prevé el equipo de gobierno y no hay retrasos, el PAM debería aprobarse con la mayoría suficiente en el pleno de junio o julio del año que viene. Este, por ahora, es el calendario con el que está trabajando el Ayuntamien­to, que no desea dilatar esta cuestión más de lo que sea necesario.

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MARC ARIAS Alfred Bosch, Jaume Collboni y Ada Colau en la presentaci­ón de un pleno extraordin­ario convocado a propuesta de sus tres grupos municipale­s

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