Inglaterra llora su enésimo fiasco deportivo
Nunca antes el país organizador del campeonato había sido eliminado en la fase de grupos
Para los ingleses no sólo es el fin del Mundial, es más bien el fin del mundo. El Apocalipsis, pero con quince jinetes (tantos como jugadores australianos hubo sobre el césped de Twickenham) en vez de cuatro. El equivalente en rugby de la humillación infligida por Alemania a Brasil en Belo Horizonte, con la circunstancia atenuante de que un 13-33 en rugby equivale a un 1-4 en fútbol –menor a un 1-7–, pero con la agravante de haber ocurrido frente al rival más detestado (Australia) y en la fase de grupos, sin el consuelo tan siquiera de haber llegado a una semifinal.
De hecho, ningún equipo anfitrión de un Campeonato del Mundo había quedado eliminado tan pronto. La prensa no ha sido rácana a la hora de utilizar adjetivos catastrofistas para describir la paliza, y los aficionados piden en las redes sociales las cabezas del entrenador Stuart Lancaster y del capitán Chris Robshaw. La simbólica guillotina ha sido instalada en Trafalgar Square, junto a la estatua del almirante Nelson, y sólo un milagro podría salvarles la vida. El ánimo no está como para conceder indultos.
Australia fue infinitamente superior el sábado en todas las fases del juego, pero especialmente en la melé, que a lo largo de la historia no ha sido su punto fuerte. Y el medio apertura Bernard Foley (de los Waratahs de Sydney) estuvo sensacional, anotando 28 de los 33 puntos de su selección (dos ensayos, tres conversiones y cuatro penaltis). Pero en realidad el pecado imperdonable de Inglaterra –y el que le ha costado la salida del torneo– fue no rematar un partido que tenía en el bolsillo contra Gales, dejando evaporarse una ventaja de diez puntos en la segunda parte, y renunciando en el último minuto a intentar meter entre palos una pelota que habría significado el empate (y es probable que la clasificación). Una decisión del capitán Robshaw.
Hinchas y periodistas hacen sangre y atacan la ingenuidad y falta de madurez de entrenador y jugadores, la pobre estrategia defensiva y la falta de imaginación en ataque. Pero ya se sabe que es fácil hacer leña del árbol caído. No hace tanto que soñaban con alzar el trofeo Webb Ellis y consideraban a su equipo uno de los grandes favoritos junto a los All Blacks neozelandeses. En el deporte las percepciones cambian con tanta rapidez como los resultados, y de repente se han dado cuenta de que sus supuestas estrellas brillan mucho menos de lo que pensaban.
Deportivamente ha sido una humillación, económicamente un desastre, y a nivel organizativo un caos. Calculan los más pesimistas que el país va a perder (o dejar de ganar) mil millones de euros. La cadena de televisión ITV, que había pagado una fortuna por los derechos, tendrá que bajar en un 40% el precio de los anuncios publicitarios. Las ventas de previstas de alcohol en los supermercados caerán un 20% en el mes que resta de campeonato. Los pubs se frotaban las manos pensando en los 25 millones extra de pintas de cerveza que iban a beber sus clientes. Se estima que el valor de las acciones en la Bolsa de Londres caerá 4 millones de euros en cuanto abra hoy sus puertas, sólo por la depresión colectiva. Y la federación no lo va a tener fácil para colocar entradas a 700 euros (precio oficial, no de reventa) para las semifinales.
Si el Mundial hubiese sido en Brasil, China o Sudáfrica, en los medios de comunicación británicos habría habido miles de historias denunciando el caos de organización, pero aquí no han metido el dedo en la llaga para no aguar la fiesta antes de tiempo (cosa que sí ha hecho su equipo). Para viajar en tren de Londres a Cardiff, los viajeros tenían que hacer en Paddington una larguísima cola en medio de dos andenes, esperando anuncios por la me- gafonía, más como si fueran refugiados sirios que aficionados al rugby. Y a la hora del regreso, la Estación Central de la capital galesa parecía la de Budapest, con las puertas cerradas y una enorme multitud en sus aledaños.
Inglaterra se ha quedado con dos palmos de narices. Da un poco de pena, porque contaba con una ex-
HUMILLACIÓN Es como la derrota de Brasil por 1-7 frente a Alemania, pero sin tan siquiera haber llegado a las semifinales
periencia regeneradora como la del Mundial de Sudáfrica tras la salida de la cárcel de Mandela (se puso la camiseta de los Springboks en un gesto de reconciliación), o la de sus Juegos Olímpicos del 2012. Una oportunidad de insuflar dinero en las arcas de los clubs y dar un empujón al rugby, para que no sea sólo el deporte de las clases altas. Pero todo se ha ido al garete. Y ahora sólo quedan la autopsia, y la guillotina.
COSTE ELEVADÍSIMO La eliminación de Inglaterra es un desastre para la economía, que perderá unos mil millones de euros