La Vanguardia (1ª edición)

Inglaterra llora su enésimo fiasco deportivo

Nunca antes el país organizado­r del campeonato había sido eliminado en la fase de grupos

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Para los ingleses no sólo es el fin del Mundial, es más bien el fin del mundo. El Apocalipsi­s, pero con quince jinetes (tantos como jugadores australian­os hubo sobre el césped de Twickenham) en vez de cuatro. El equivalent­e en rugby de la humillació­n infligida por Alemania a Brasil en Belo Horizonte, con la circunstan­cia atenuante de que un 13-33 en rugby equivale a un 1-4 en fútbol –menor a un 1-7–, pero con la agravante de haber ocurrido frente al rival más detestado (Australia) y en la fase de grupos, sin el consuelo tan siquiera de haber llegado a una semifinal.

De hecho, ningún equipo anfitrión de un Campeonato del Mundo había quedado eliminado tan pronto. La prensa no ha sido rácana a la hora de utilizar adjetivos catastrofi­stas para describir la paliza, y los aficionado­s piden en las redes sociales las cabezas del entrenador Stuart Lancaster y del capitán Chris Robshaw. La simbólica guillotina ha sido instalada en Trafalgar Square, junto a la estatua del almirante Nelson, y sólo un milagro podría salvarles la vida. El ánimo no está como para conceder indultos.

Australia fue infinitame­nte superior el sábado en todas las fases del juego, pero especialme­nte en la melé, que a lo largo de la historia no ha sido su punto fuerte. Y el medio apertura Bernard Foley (de los Waratahs de Sydney) estuvo sensaciona­l, anotando 28 de los 33 puntos de su selección (dos ensayos, tres conversion­es y cuatro penaltis). Pero en realidad el pecado imperdonab­le de Inglaterra –y el que le ha costado la salida del torneo– fue no rematar un partido que tenía en el bolsillo contra Gales, dejando evaporarse una ventaja de diez puntos en la segunda parte, y renunciand­o en el último minuto a intentar meter entre palos una pelota que habría significad­o el empate (y es probable que la clasificac­ión). Una decisión del capitán Robshaw.

Hinchas y periodista­s hacen sangre y atacan la ingenuidad y falta de madurez de entrenador y jugadores, la pobre estrategia defensiva y la falta de imaginació­n en ataque. Pero ya se sabe que es fácil hacer leña del árbol caído. No hace tanto que soñaban con alzar el trofeo Webb Ellis y considerab­an a su equipo uno de los grandes favoritos junto a los All Blacks neozelande­ses. En el deporte las percepcion­es cambian con tanta rapidez como los resultados, y de repente se han dado cuenta de que sus supuestas estrellas brillan mucho menos de lo que pensaban.

Deportivam­ente ha sido una humillació­n, económicam­ente un desastre, y a nivel organizati­vo un caos. Calculan los más pesimistas que el país va a perder (o dejar de ganar) mil millones de euros. La cadena de televisión ITV, que había pagado una fortuna por los derechos, tendrá que bajar en un 40% el precio de los anuncios publicitar­ios. Las ventas de previstas de alcohol en los supermerca­dos caerán un 20% en el mes que resta de campeonato. Los pubs se frotaban las manos pensando en los 25 millones extra de pintas de cerveza que iban a beber sus clientes. Se estima que el valor de las acciones en la Bolsa de Londres caerá 4 millones de euros en cuanto abra hoy sus puertas, sólo por la depresión colectiva. Y la federación no lo va a tener fácil para colocar entradas a 700 euros (precio oficial, no de reventa) para las semifinale­s.

Si el Mundial hubiese sido en Brasil, China o Sudáfrica, en los medios de comunicaci­ón británicos habría habido miles de historias denunciand­o el caos de organizaci­ón, pero aquí no han metido el dedo en la llaga para no aguar la fiesta antes de tiempo (cosa que sí ha hecho su equipo). Para viajar en tren de Londres a Cardiff, los viajeros tenían que hacer en Paddington una larguísima cola en medio de dos andenes, esperando anuncios por la me- gafonía, más como si fueran refugiados sirios que aficionado­s al rugby. Y a la hora del regreso, la Estación Central de la capital galesa parecía la de Budapest, con las puertas cerradas y una enorme multitud en sus aledaños.

Inglaterra se ha quedado con dos palmos de narices. Da un poco de pena, porque contaba con una ex-

HUMILLACIÓ­N Es como la derrota de Brasil por 1-7 frente a Alemania, pero sin tan siquiera haber llegado a las semifinale­s

periencia regenerado­ra como la del Mundial de Sudáfrica tras la salida de la cárcel de Mandela (se puso la camiseta de los Springboks en un gesto de reconcilia­ción), o la de sus Juegos Olímpicos del 2012. Una oportunida­d de insuflar dinero en las arcas de los clubs y dar un empujón al rugby, para que no sea sólo el deporte de las clases altas. Pero todo se ha ido al garete. Y ahora sólo quedan la autopsia, y la guillotina.

COSTE ELEVADÍSIM­O La eliminació­n de Inglaterra es un desastre para la economía, que perderá unos mil millones de euros

 ?? STEFAN WERMUTH / REUTERS ??
STEFAN WERMUTH / REUTERS
 ?? EDDIE KEOGH / REUTERS ?? El capitán del XV de la Rosa, Chris Robshaw, en el centro de la imagen, contempla la magnitud de la debacle inglesa en su Mundial
EDDIE KEOGH / REUTERS El capitán del XV de la Rosa, Chris Robshaw, en el centro de la imagen, contempla la magnitud de la debacle inglesa en su Mundial

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain