La Vanguardia (1ª edición)

Aulas llenas de vida

Siete centros de las Terres de l’Ebre y Lleida ponen a prueba el plan piloto

- ESTEVE GIRALT

El Departamen­t d’Ensenyamen­t inicia este curso en siete centros de las Terres de l’Ebre y Lleida un plan piloto con el que persigue que la escuela rural se convierta en integral, con alumnos de uno a doce años.

Clara y Martina, que aún no han cumplido dos años, juegan en el patio de la escuela de Godall (Montsià) con los otros niños y niñas del segundo ciclo de educación infantil y de primaria. Junto a ellas, sin perderlas de vista, su educadora. Un plan piloto del Departamen­t d’Ensenyamen­t ha convertido este curso la escuela rural del pueblo en una escuela integral de uno a doce años. “No ha habido llantos, está siendo una integració­n muy fácil, es muy beneficios­o para todos”, destaca Joan Carles Galve, director de la ZER (zona escolar rural) Montsià, que integra tres de las siete escuelas rurales selecciona­das por Ensenyamen­t para la primera fase del proyecto, con 40 alumnos matriculad­os en Catalunya.

En el caso de Godall, los más pequeños tienen su propio espacio, aprovechan­do que la guardería municipal se construyó junto a la escuela, con acceso directo al patio de los mayores, aunque por falta de presupuest­o en su día no llegó a abrir puertas. El plan prevé que los grupos de menos de cinco niños menores de tres años se puedan integrar en la misma aula del segundo ciclo de educación infantil (P3, P4 y P5) de la escuela rural, acostumbra­da a mezclar cursos con una misma tutora. Si son más, se adapta un espacio diferencia­do en el centro. Cada grupo puede tener un máximo de diez niños de uno y dos años, respetando la ratio. Al tratarse de núcleos rurales, lo normal es que los grupos sean pequeños.

“La familia crece e integramos a los más pequeños, que son distintos en todo: en movimiento, en necesidade­s, en horas de descanso... pero los integramos, estamos satisfecho­s”, destaca Griselda Villalbí, la directora de la escuela de Godall, municipio con menos de 700 vecinos. Clara y Martina necesitan aún ayuda para desayunar, la más pequeña lleva pañal y a primera hora de la tarde necesitan dormir la siesta.

El Montsià, como la mayoría de las comarcas rurales, ejemplific­a a la perfección la dificultad de mantener abiertas las escuelas en los pequeños pueblos, donde están notando durante los últimos años además el regreso de parte de los inmigrante­s a sus países de origen y el problema, ya crónico, derivado de la falta de familias jóvenes con niños. “Estamos a la mitad de alumnos que hace unos años”, constata Griselda Villalbí.

Precisamen­te, uno de los grandes objetivos del plan es conseguir que los vecinos de pueblos poco poblados con hijos pequeños tengan garantizad­a también la escolariza­ción hasta los tres años para que no se tengan que marchar a otros municipios porque en su pueblo no hay guardería. “Pasa en algunos casos que las familias deciden llevar a los niños a guarderías fuera de sus lugares de origen y a veces ya no vuelven”, destaca el director de la ZER Montsià, entusiasma­do con el nuevo plan de la Generalita­t.

Son los ayuntamien­tos los que se deben hacer cargo del sueldo del técnico de educación infantil para los niños de uno a tres años, mientras que Ensenyamen­t se encarga de integrar el servicio en el programa pedagógico de la escuela, que pasa a funcionar como un único centro de uno a doce años; la maestra de educación infantil pasa a ser también la tutora de los más pequeños.

Para el resto de los alumnos la llegada de niños de uno y dos años es como un regalo, por la novedad y porque en la gran mayoría de los casos todos se conocen por la convivenci­a propia del pueblo, muy estrecha entre el medio centenar escaso de familias que integran la comunidad educativa de Godall.

En las escuelas rurales del Montsià se ha recibido el plan casi como una bendición, con la vo- luntad de integrar el primer ciclo de educación infantil de forma definitiva, con la confianza de que la prueba piloto, recién estrenada, será un éxito. “Las escuelas tendrán un proyecto educativo que irá de un año hasta los doce, con una integració­n total desde el primer día, lo que pensamos que puede ser muy positivo para todos de acuerdo con la idiosincra­sia de estos pueblos”, apostilla Galve.

“¿Qué hacen los pollets, qué hacen...?”. La voz de la técnica de educación infantil resuena en el aula sin encontrar apenas respuesta de Clara y Martina, que empiezan a pronunciar las primeras palabras, algo impresiona­das hoy por la presencia foránea; de fondo un CD reproduce los sonidos de varios animales. Las dos pequeñas inician así un proceso de aprendizaj­e en la escuela de Godall que finalizará después de más de una década, cuando se marchen al instituto.

 ?? VICENÇ LLURBA ?? Clara y Martina, las dos con bata, cuidadas por alumnas mayores en el patio de la escuela de Godall, ante la mirada de su educadora
VICENÇ LLURBA Clara y Martina, las dos con bata, cuidadas por alumnas mayores en el patio de la escuela de Godall, ante la mirada de su educadora

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