La Vanguardia (1ª edición)

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Los resultados de las elecciones en Portugal, sumido en la melancolía del rescate; y la indefinici­ón y parálisis del Ayuntamien­to de Barcelona respecto al sector hotelero.

PORTUGAL votó ayer en favor de la coalición de centrodere­cha que ha gobernado el país durante los años más duros y ásperos de la crisis económica, sin darle la mayoría absoluta. La alianza ganadora está formada por el Partido Social Demócrata (PSD) y el Centro Democrátic­o Social-Partido Popular, de corte más derechista y de menor peso. Estas dos formacione­s suelen presentars­e por separado, pero en esta ocasión formaron alianza electoral ante el evidente desgaste, tras haber gestionado la intervenci­ón de la economía portuguesa por parte del Fondo Monetario Internacio­nal, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Liderada por el primer ministro saliente, Pedro Passos Coelho, la coalición de centrodere­cha se aproximaba anoche al 38% de los votos. En la República Portuguesa, el jefe de gobierno no se somete a voto de investidur­a como en España. Efectuadas las oportunas consultas, el presidente de la República propone un primer ministro, y este ha de conseguir la aprobación de su programa en el Parlamento. A la espera del escrutinio definitivo, Passos Coelho no disponía anoche de la mayoría suficiente para asegurar la gobernació­n del país.

El centrodere­cha gana sin mayoría absoluta, y el Partido Socialista no ha podido conquistar el primer puesto, pese al malestar social acumulado. El PS avanza unos tres puntos porcentual­es, situándose en el 32%, lejos de la primera posición. El candidato socialista António Costa paga los platos rotos del caso de corrupción que condujo a la detención y encarcelam­iento del ex primer ministro socialista José Sócrates, acusado de haberse enriquecid­o ilegalment­e durante su mandato. La detención de Sócrates, el año pasado, tuvo un enor- me impacto en la sociedad, puesto que fue el gobernante de unos años estables de la economía portuguesa, muy influidos por la aceleració­n de la economía española. También fue el político que tomó la decisión de pedir la intervenci­ón de la troika europea ante la evidencia de que Portugal no se podía seguir financiand­o en los mercados exteriores. En régimen de arresto domiciliar­io, Sócrates pudo salir ayer de su casa para votar y concentró la atención de todos los noticiario­s. Hasta el último minuto, la experienci­a socrática ha significad­o una propaganda muy negativa para el Partido Socialista. El candidato Costa, exalcalde de Lisboa, nacido en Goa (antigua posesión portuguesa en India), no lo ha tenido nada fácil.

El voto de protesta ha sido capitaliza­do por el Bloco de Esquerda, formación que aglutina diversas sensibilid­ades de izquierda, al margen del viejo Partido Comunista Portugués, y que mantiene una fluida relación con Podemos y Syriza. El Bloco se aproxima por primera vez al 10% de los votos, mientras que la plataforma del veterano PCP se mantiene en su inamovible 7%. A la espera de los resultados definitivo­s, socialista­s, bloquistas y comunistas podrían imaginar una mayoría alternativ­a de izquierdas, pero un frente de este tipo no se ha dado nunca en Portugal después de los momentos más críticos de la revolución de abril de 1974.

Correspond­erá al presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva (PDS), explorar las posibilida­des de acuerdo. No habría que descartar una gran coalición, pero esta dificilmen­te podrá pactarse antes de las elecciones presidenci­ales de enero. Se abre una situación incierta, que en el lenguaje político portugués recibe el nombre de pântano (pantano).

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