La Vanguardia (1ª edición)

La calle agita la moda

Una sociedad harta de dogmas lleva a las marcas a incluir modelos diversas

- CRISTINA SEN Barcelona

Alguna talla un poco más grande, una mujer madura, una modelo con síndrome de Down... Las pasarelas, el mundo de la moda, empiezan a incluir notas diferentes en el uniforme y basto paisaje de la extrema delgadez y juventud. ¿Está cambiando algo? Están pasando cosas, pero lo que sucede no nace de las pasarelas sino de la presión de la calle. En un mundo inmerso en un cambio social y político, donde prima la diversidad y la gente está harta, la moda intenta reaccionar para no perder pie, para no quedarse sin una parte del mercado.

Ha arraigado en la sociedad, dicho en un lenguaje coloquial, las ganas de “enviar a tomar por sa- co” los cánones de presunta perfección imposible del cuerpo de la mujer, y aunque esta es una sombra difícil de borrar, se está produciend­o un cambio profundo. Así lo señala Marta Belmonte, profesora de Tendencias (IED Barcelona), que considera que las marcas están incluyendo modelos “diferentes” a los habituales en busca de un impacto, para limpiar su imagen y vender. En realidad, señala, están desorienta­das porque no saben cómo interpreta­r lo que sucede en la sociedad, no entienden el fondo de la revolución. Y esta es la revolución de lo natural.

En un mundo diverso en el que todo el mundo quiere tener su sitio, las empresas buscan que “se les quiera”, señala Beatriz Ocanto, profesora de Asesoría de Imagen (IED Barcelona). El empoderami­ento ciudadano quizás no sirva para cambiar el mundo, pe- ro sí que se nota en algunas prácticas de consumo. Si una determinad­a marca de lencería, cita Ocanto como ejemplo, se presenta con modelos anoréxicas corre el riesgo de que algunas mujeres dejen de comprarla. No serán legión, pero hay movimiento.

La explosión de internet también impacta en el mundo de la moda, ha hecho que las diferencia­s entre creadores de estilo y seguidores casi desaparezc­an –se indica en el Institut Català de la Moda (ICM)–, y nuevos iconos basados en nuevas exigencias sociales han aparecido con un punto en común: se alejan del estándar de perfección de los años noventa, representa­do en el mito de la superwoman. Hay una contratend­encia tras años de mucha presión entre lo que publicita la industria y la realidad, y por ello empieza a haber modelos en los que la gente se pueda ver algo más reflejada.

Según el análisis del ICM, la necesidad de llamar la atención y de acercar al consumidor a las marcas ha provocado que modelos de belleza hasta ahora rechazados cobren importanci­a, y que “lo moderno sea lo imperfecto”. Los influencer­s son variados, todos buscan su público, y tener modelos imperfecto­s “humaniza”, como en el caso de la participac­ión de Winnie Harlow, que tiene vitíligo, en la publicidad de Desigual. Los valores de las modelos aumentan el valor de la marca.

Pero esto, según los analistas, no supone aún un cambio estructura­l, porque las bases del mundo oficial de la moda siguen su camino. Harlow es diferente, comenta Belmonte, pero también encaja en la modelo “delgadísim­a”. Hay una contratend­encia, pero en general la industria sigue apostando por el modelo tradiciona­l, con el uso indiscrimi­nado de photoshop.

Retoques en lo que sobra, retoques en la piel y en las arrugas que plantean la cara y la cruz de la entrada de mujeres no tan jóvenes en el mundo de la moda. Evidenteme­nte, es positivo que la diversidad incluya la edad, que se discuta la exaltación única de la juventud. Pero la realidad es que el uso del photoshop redunda en el mensaje de siempre. ¿De qué sirve que aparezcan anunciando cremas Demi Moore o Sharon

La industria reacciona para no perder mercado pero aún no ha cambiado a fondo, según los expertos

Stone, mujeres que han pasado de los 50, con un aspecto de treinteañe­ras?, se pregunta Joana Gallego, impulsora del máster Género y Comunicaci­ón (UAB). Pueden aparecer modelos diferentes, puede desfilar una mujer de 70 años, pero según su punto de vista son gotas en el mar. “Creo que la belleza de la mujer no se está normalizan­do, sigue habiendo una presión social tremenda por una perfección que no existe. Las mujeres estamos hartas, pero no es fácil sacudirse esta presión en un mundo lleno de imágenes falsas”. Para Joana Gallego, esto responde a una “guerra simbólica”: en una sociedad en la que se ha logrado la igualdad formal, el control y la forma de hacer pervivir la desigualda­d se ha trasladado al cuerpo de la mujer.

Se entremezcl­an así los puntos de vista sobre esta llegada a las pasarelas de modelos “diferentes” con el denominado­r común de que el cambio es necesario. Marta Belmonte considera que hay muchos inputs en las redes sociales que indican que la “revolución de lo natural, la belleza na- tural”, está cogiendo mucha fuerza y va a cuajar. La melena gris al viento de Yasmina Rossi puede ser un ejemplo, pero también se alerta de que no se trata ahora de ampliar la presión sine die y obligar a las mujeres de 80 años a seguir siendo supertrend­y.

Esta presión que viene de la calle e interpela se refleja también en otras fronteras que se han traspasado, como la de la diferencia­ción por géneros. Los modelos andróginos o las personas transgéner­o también han subido a las pasarelas. Según el ICM, en un momento de liberación sexual, estos modelos sin género definido representa­n una nueva realidad social, un momento de liberación sexual. “Cada vez habrá más marcas que propondrán un producto no-marcado, unisex, con otros valores como la ecología o la tolerancia. Y estos valores vienen para quedarse”, se indica desde el ICM.

La industria de la moda ha captado que algo está sucediendo, y por ello se juega ahora a dos cartas. Se mantienen unos estándares inalcanzab­les que siguen pesando en el ideario colectivo, pero a la vez se introducen modelos “más normales” que reflejan un mundo diverso para evitar el rechazo social. Los analistas recuerdan que cuaja la consigna ciudadana de aceptarse (o intentarlo) tal como cada uno es. El debate está ahí, de la mano del hartazgo consciente o inconscien­te de muchas.

Aumenta el rechazo social a la perfección imposible y crece la apuesta por la belleza natural, señala el IED

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. Myla Dalbesio, talla normal. Calvin Klein la incluyó como modelo de su colección y erróneamen­te se la asoció con una campaña de tallas grandes
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EDUARDO MUNOZ / REUTERS Gigi Hadid se reivindica. Criticada por algunos en las redes por “gorda”, se muestra orgullosa de “tener curvas”
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© MARK BLINCH / REUTERS / REUTERS Los colores de Winnie Harlow. La modelo de moda tiene la enfermedad del vitíligo
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BRIAN ACH / AFP Brewer, la diversidad. Con síndrome de Down, ha desfilado en Nueva York
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ARCHIVO La madurez de Rossi. Con 59 años, su carrera despegó a los 45

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