La Vanguardia (1ª edición)

Pintor antes que vanguardis­ta

SALVO (1947-2015) Artista

- RAFA MARTÍNEZ

ASalvatore Mangione, más conocido en la escena artística europea como Salvo, se le considera un verso suelto. Habiendo coqueteado con la neovanguar­dia del arte conceptual en el Turín de los primeros años setenta del siglo pasado –léase el arte povera que practicaba­n próximos a nuestro artista como Alighiero Boetti–, decidió dedicarse a la pintura y, de este modo, anticipar lo que Achille Bonito Oliva definiría a finales de la década, a propósito de otro grupo de pintores italianos como Enzo Cucchi o Francesco Clemente, como transvangu­ardia.

Salvo era siciliano (nació en un pueblo llamado Leonforte), pero llegó con sus padres a Turín, al próspero norte, cuando era todavía un niño. Su decidida entrega al arte y su activismo político, cercano a las tesis sesentayoc­histas, lo llevaron a comenzar con un lenguaje radical, muy en consonanci­a con el espíritu de la época. No en vano, en 1972 fue invitado a participar en la mítica Documenta 5 de Kassel. Tan sólo un año más tarde combinaba el ejercicio del arte conceptual, como la lápida de mármol en la que se podía leer “Salvo è vivo” (con ocasión de su muerte, hace tan sólo unas semanas, se descubrió su reverso: en él figuraba la inscripció­n “Salvo è morto”), y una inesperada vuelta a la pintura, como si obedeciera a una doble naturaleza.

Esta reivindica­ción de la figuración que practicó, y que causó cierto revuelo, lo llevó a desarrolla­r un estilo de corte metafísico con ecos de De Chirico, que llegará prácticame­nte hasta nuestros días. Antes habrá llevado a cabo una pintura que no deja de conectar con el posmoderni­smo al que sin duda se sentía ligado: la que toma elementos, incluso temas, de la pintura clásica (principalm­ente del Renacimien­to), y que utilizaría a la manera de cita, tal y como hizo aquí el Equipo Crónica. Valga mencionar su serie de autorretra­tos ( Autoritrat­ti benedicent­i), hechos con la técnica del fotomontaj­e, en el que se autoparodi­a como, entre otros, el pintor Rafael.

Su obra fue expuesta con frecuencia en galerías italianas y del resto de Europa como Sperone (Turín) y Paul Manz (Colonia). En 1989 expuso en la valenciana Temple; y con mayor frecuencia, en Leyendecke­r, de Santa Cruz de Tenerife. Además de la ya citada participac­ión en la Documenta 5 de Kassel, Salvo fue invitado a participar en la Bienal de Venecia de 1984. Ese mismo año se mostraba en California parte de la colección propiedad del también artista Sol LeWitt, que poseía obra del siciliano y al que le unió una gran amistad.

Desde muy temprano, su nombre se vio asociado con frecuencia al de artistas italianos con los que compartió tiempo y espacio, no siempre inquietu- des. Así, en 1971 participó en la muestra Arte povera: 13 artistas italianos, que se celebró en el Centro de Arte de Munich. Y en 1973, en Artisti italiani contempora­ni, 1950-1983, comisariad­a precisamen­te por Bonito Oliva, que se pudo ver en el Palazzo Grassi de Venecia. Más recienteme­nte, Salvo había expuesto en Bérgamo al lado del prestigios­o fotógrafo Gabriele Basilico, famoso por sus imágenes de ciudades como Milán.

Diversas institucio­nes prepararon y dieron a conocer muestras antológica­s de su obra; la última de ellas, la Galleria d’Arte Moderna de Turín, en el 2007. Hace un par de años celebró su última exposición individual en la galería berlinesa Mehdi Chouakri; llevaba por título Salvo è vivo.

Murió el 12 de septiembre en Turín. Deja una hija, Norma Mangione, ligada al mundo del arte con su propia galería.

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