Consultas ciudadanas, las justas
Aunque la llegada de Barcelona en Comú al gobierno había despertado grandes expectativas sobre la posibilidad de convocar consultas ciudadanas en el ámbito de todo el municipio –al estilo de la que organizó y perdió el socialista Jordi Hereu cuando quiso promover la reforma de la Diagonal–, por ahora no hay identificado todavía ningún aspecto de la gestión municipal o de las grandes transformaciones que la ciudad tiene pendientes que pueda convertirse en objeto de referéndum. Por ejemplo, no se prevé que la conexión del tranvía por la Diagonal, un proyecto que el Ayuntamiento ha comenzado a estudiar y que espera que sea una realidad a finales del mandato, vaya a pasar por el veredicto de las urnas. La idea del gobierno que preside Ada Colau es no renunciar a estas grandes consultas, pero sin abusar de ellas, y lo más probable es que cuando se convoque a los barceloneses a opinar sobre una cuestión de ciudad se agrupen varios plebiscitos a la vez, como se hace en otros países y ciudades europeas. Lo mismo podría suceder con las consultas en el ámbito de los distritos y de los barrios. Mucho más interés tiene la alcaldesa, como ya ha expresado en alguna ocasión, en fo- mentar las iniciativas ciudadanas, y para ello se plantea agilizar los mecanismos que permitan llevar al pleno las propuestas surgidas desde la base. Una de las fórmulas que están encima de la mesa es la de rebajar el número de firmas requeridas para promover este tipo de actuaciones. La Carta Municipal establece que sería necesario como mínimo el aval del 1% de los mayores de 16 años empadronados en Barcelona o la representación de más del 3% de la población de al menos tres distritos. La intención de BComú es que baste con un 0,5% de los habitantes de la ciudad para emprender esta vía.