La cola de los refugiados
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, viajará esta semana a Alemania y Austria, dos de los países que están recibiendo el tsunami de refugiados sirios, para comprobar sobre el terreno cómo administran esta crisis humanitaria. Colau irá con la directora de emergencias y el coordinador del plan de acogida de refugiados en Barcelona para aprender fórmulas de actuación que funcionen y, sobre todo, no caer en errores que allí se hayan cometido. Además, la alcaldesa podrá ver en directo las caras de esas personas que esperan ser acogidas. Pero también observará aliviada que la situación en Munich, con todos sus servicios sociales colapsados, no es la misma que la que viviremos en Barcelona, donde el número de refugiados que llegará en noviembre será limitado a no más de 800 personas ya que el resto hasta alcanzar a las 1.200 del primer contingente será distribuido en municipios catalanes. No obstante, mejor estar prevenidos.
Por su parte, las entidades sociales que trabajan cada día con personas necesitadas autóctonas, un colectivo que desgraciadamente ha crecido alarmantemente durante la crisis económica, están preocupadas. Quieren ser muy cuidadosas con la respuesta que se dará a los refugiados para que no suponga un agravio hacia los que están en la cola de los servicios sociales desde hace tiempo para, por
Las entidades sociales piden que las viviendas vacías que acogerán a los refugiados no provengan de desahucios
ejemplo, obtener un piso o una ayuda alimenticia. “No queremos que tengan la sensación de que los sirios, afganos y eritreos que lleguen en noviembre los dejen en un segundo plano, porque son igual de importantes, y por ellos estamos trabajando siempre”, me explica la responsable de una de estas entidades de emergencia social. Reconocen que lo tendrán difícil porque el estatus de refugiado otorga automáticamente un conjunto de derechos que ya querrían muchos nacidos aquí que viven en la más cruda pobreza. De entrada recibirán de inmediato una vivienda y una asignación económica mensual durante unos 18 meses, tiempo que se calcula suficiente para que puedan adaptarse a su nuevo entorno y encuentren trabajo. “Hay que ir con mucho cuidado en este asunto”, repite mi interlocutora.
Para no herir más sensibilidades se ha pedido que las viviendas vacías que se ofrezcan a los refugiados no provengan de desahucios. “¡Qué imagen daríamos a las familias que fueron desahuciadas y que viven en condiciones tan precarias económicamente como los recién llegados!”, advierte. Habrá que actuar con sensibilidad y mucha mano izquierda.
En este sentido, la casualidad ha querido que en noviembre, cuando lleguen los refugiados a Catalunya, se iniciará el ya tradicional Gran Recapte de alimentos para seguir atendiendo al 20,9% de la población catalana en riesgo de pobreza. Buscan 25.000 voluntarios y esperan conseguir más de 4.600 toneladas de comida. Ojalá lo consigan.