La Vanguardia (1ª edición)

De pintada a icono

Los logotipos de los artistas urbanos se multiplica­n y atestan los muros de la ciudad

- LUIS BENVENUTY LUIS TATO (FOTOS) Barcelona

Onergicer Konair Koler se adentra entre los rastrojos. “Yo procuro escoger sitios sucios que nadie limpia, de este modo los polos duran más tiempo...”, dice encaramánd­ose a una pared medianera. “Yo trabajé cinco años como aparejador, estaba amargado, tenía que pintar para no ahogarme, no abría las cartas de las denuncias, todo esto se acercaba a la obsesión... Y me metí en líos, mi novia se hartó, me despidiero­n, no me pagaron el paro...”. Onergicer, de 27 años, pinta polos todas las noches, con aerosoles, rotuladore­s, típex... “Y este verano, cuando me van a echar del piso, me encargan 20 cuadros, me llaman para pintar locales, me pagan. Y de repente puedo pagar el alquiler. ¿Tú crees en el destino? Yo no quiero que se me vea la cara porque cada vez que conozco a un artista se me cae un mito. Lo importante son los polos. La gente hace fotos de mis polos y me las envía y me dicen que quieren uno, los marcan en Google Maps, se los tatúan... Y artistas de Nueva York me invitan a su casa y yo les invito a la mía y... Y yo sólo quiero repartir color, que a mi padre le gusten mis polos, que me reconozca como artista...”.

Los Tvboy de Salva Tvboy, los caballos de El Arte es Basura, las bombas de Bombing Art y un montón de polos... Multitud de nuevos iconos dibujados con rotulador, pintados con aerosoles o recortados en casa y pegados con cola atestan las paredes del área metropolit­ana. Las ensucian según unos... las decoran según otros... Marcar la urbe es una actividad ilegal castigada con multas, trabajos para la comunidad, arrestos domiciliar­ios… Y también una manifestac­ión artística cada día más

La redes sociales potencian una actividad artística cada vez más popular al tiempo que ilegal

popular, menos undergroun­d, más reconocida, menos alternativ­a… Las redes sociales están multiplicá­ndola. Ahora cualquier pintada viaja por medio planeta a través de internet. Antes todo quedaba en el barrio. Ahora Banksy tiene estatus de estrella del rock y cualquiera puede aspirar a tener miles de seguidores. Muchos abandonan tras encontrars­e en el buzón una citación judicial.

Hace unos días el Pez paró por Barcelona para inaugurar una muestra en la tienda de pinturas Montana Colors y presentar Joyeuse obsession, un libro sobre su obra que acaba de sacar con una galería parisina. Su última exposición en París facturó unos 30.000 euros. El Pez tiene 39 años y es de Sant Andreu, pero desde hace seis años, desde que se casó con una colombiana, vive en Bogotá. Tiene dos hijos. Y por estas fechas acostumbra a saltar de Londres a Amsterdam, de París a Berlín, montando expos, participan­do en festivales con los gastos pagados, haciendo encargos, viviendo de esto… También se mueve por Es- tados Unidos. Últimament­e está dejando de lado los peluches, las camisetas, las mochilas, los skateboard­s y la venta de derechos. Lleva más de tres lustros pintando peces sonrientes. “Nunca esperé nada de esto –cuenta pintando en uno de los Murs Lliures del Poblenou, en una de las paredes gestionada­s por la asociación Rebobinart donde se puede pintar legal- mente–. El Pez nació en 1999, por un mote que pusieron. Antes pintaba letras, como todos, pero aquello era una manifestac­ión del ego, un modo de decir que aquí estuve yo. Yo trabajaba como informátic­o haciendo programas de gestión bancaria y lo que quería era regalar sonrisas, y como me quede sin trabajo… Y empezaron a contactar conmigo por internet, a hacerme encargos... Y me cogieron unas cuantas veces, e hice unas cuantas horas de trabajos para la comunidad…”.

De todas formas, todo esto empezó a gestarse en Barcelona mucho tiempo atrás. Cuando a mediados de los ochenta el Xupet Negre comenzó a pintar chupetes negros, la principal preocupaci­ón de los agentes de la Guardia Civil que le sorprendía­n era que no es- tuviera escribiend­o nada en euskera. “A mí me enseñó a a utilizar los aerosoles Inupie, uno de los pioneros del grafiti de Barcelona –recuerda el Xupet, de 46 años–. Entonces lo que se pintaba en las calles eran principalm­ente mensajes políticos. Pero en Barcelona siempre hubo una gran tradición de diseñadore­s e ilustrador­es, y ello se nota mucho en la evolución del arte urbano. Antes era como ir a la guerra. Ahora en verdad esto está superacept­ado. Yo tengo hasta una línea de mecheros Clipper”. Sí, las ganas de marcar la ciudad son ya tantas que de tanto en tanto el Xupet sale a restaurar sus chupetes preferidos, a librarlos de las firmas ennegrecid­as y los manchurron­es de los críos que también quieren ser estrellas, quieren ser como Banksy.

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LUIS TATO

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