Manipula, que algo queda
Hay personas empeñadas en pasar a la posteridad. José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, es una de ellas. Lo consiguió hace pocos días al comentar en el Congreso de Diputados que Telecinco, con el programa Gran hermano, había sido la ganadora en audiencias de la noche electoral catalana. Sánchez, que es de Huelva y tiene una larga y sólida experiencia como periodista y como directivo de la televisión pública española, despreciaba así la cobertura que otras televisiones habían realizado de aquel acontecimiento, sin duda el más importante informativamente hablando de aquella jornada, y escabullía responsabilidades ante la evidencia de que el trabajo en la cadena que preside había aburrido a sus potenciales audiencias, que se dieron a la fuga hacia otras pantallas más interesantes.
Dejemos aparte el desprecio hacia sus competidores, La Sexta y Antena 3, que le batieron limpiamente, porque lo que Sánchez conseguía con sus declaraciones, ante unos diputados a los que se les salían los ojos de las órbitas al escucharle, no sólo era minusvalorar el acontecimiento que fue el 27-S –lo cual es bastante lamentable tratándose de un experto periodista–; también quitaba importancia a unas elecciones que han apasionado a toda España y, sobre todo, velaba la pérdida de credibilidad de la cual tantas veces ha sido acusada la que, insistamos en ello, no es baladí, debería ser la primera referencia informativa del Estado.
“Quien pierde la credibilidad, pierde la audiencia”, comentó al día siguiente no sé qué tertuliano, analista o politólogo, que de todos disponemos en abundancia, y es que ahí reside la madre del cordero. No son pocos ni son de ahora los profesionales de TVE que protestan por lo que consideran manipulaciones reiteradas de los informativos de la cadena. El consejo de informativos de la propia cadena se ha quejado reiteradas veces (hay fotos, véanlas en #YoNoManipulo), pero Sánchez y los suyos siguen impertérritos ante
La veracidad y la pluralidad de la televisión pública son manipuladas de manera sistemática
descalabros como la citada noche electoral.
¿Quieres ver una televisión que te engatusa y te confunde cuando tiene el deber y la obligación de informarte de lo que está pasando en tu mundo? La respuesta la dieron los índices de audiencia de la noche electoral catalana. La alta profesionalidad de los trabajadores de TVE, mostrada, por ejemplo, en espacios como La hora cultural (24h / TVE), aunque no sea de los más vistos, es puesta sistemáticamente a prueba por una visión cómoda y confortable para el gobierno, justo la contraria de la que tiene que mostrar una televisión pública. El servilismo siempre es feo, pero en periodismo es intolerable.
La manipulación de las televisiones públicas es una constante de nuestra democracia, con breves periodos en los que la veracidad y la pluralidad consiguen sobrevivir en un medio hostil. Desde la presidencia de Adolfo Suárez hasta hoy, el gobierno en el poder, estatal y autonómico, de izquierdas o de derechas, ha mantenido el control. Conviene que el telespectador sea consciente de ello cuando pretende informarse.