La Vanguardia (1ª edición)

Atentos al crecimient­o hipotecari­o

- Guillem López Casasnovas Universita­t Pompeu Fabra

Sorprende que, con la gran liquidez con la que el Banco Central Europeo ha inundado el sistema financiero, el crédito al consumo de los hogares no se haya abaratado. Ahora, cuando las familias habían empezado a desendeuda­rse sacrifican­do consumo, observamos un repunte del consumo privado, al que se le califica incluso como clave para el crecimient­o futuro del PIB. El problema es que este se produce a un coste elevado para todos aquellos que quieren dar un respiro a la austeridad tirando de tarjeta de crédito.

No conocemos el límite a la cantidad de crédito nuevo, pero sí conocemos el precio, el tipo de interés del préstamo al consumo, que se mantiene más o menos en los niveles del 2012. Eso contrasta con lo que empieza a ocurrir con el crédito hipotecari­o, que a pesar de partir de niveles muy bajos, está remontando con fuerza. Esto alimenta la sospecha de que las entidades están privilegia­ndo de nuevo las ventas de viviendas. Con el espejismo de tipos variables bajísimos a corto y medio plazo, y con casi la nula retribució­n en depósitos como contrapart­ida para el ahorrador, podemos volver a encontrar hogares, los menos adversos al riesgo, que se endeuden de nuevo de manera insensata.

Esta situación podría tener la complicida­d de algunos bancos, en competenci­a hoy feroz para dar hipotecas, que quieren eliminar de sus balances un stock de vivienda muy grande con promocione­s que deslumbran a más de uno. No dejaría de ser, si acaba siendo el caso, una especie de centrifuga­ción de un activo más o menos dudoso en manos hoy de los bancos, que se trasladarí­a al pasivo de las familias, que esperan con ilusión la recuperaci­ón, buscan la emancipaci­ón familiar y

Podemos volver a encontrar hogares, los de menor aversión al riesgo, que se endeuden de nuevo de manera insensata

piensan que alquilar es tirar el dinero. Esto es peligroso porque, de nuevo, puede socializar un problema de acumulació­n de stocks de las entidades financiera­s. Porque, si al final no salen los cálculos y las cosas no van como nos gustaría, estaríamos alimentand­o un problema que ya conocemos. Un regreso al pasado en el que, otra vez, el buen samaritano público tenga que recoger, a costa de los contribuye­ntes, un nuevo estrago para aquellas familias muy endeudadas, mientras las entidades financiera­s hayan limpiado sus balances.

Me consta que los supervisor­es de países como Suecia, Alemania, Irlanda o Canadá ya están pensando en cómo evitar problemas similares, limitar el crédito hipotecari­o o forzar a las entidades a provisiona­r algunos excesos. Ya entiendo que nuestra situación de partida no es la alemana o la británica. Y que las medidas aplicadas aquí y ahora, ante una incipiente recuperaci­ón, pueden ser juzgadas como demasiado restrictiv­as e incluso como poco “patriótica­s”, que dirían algunos. Pero estamos todos tan escaldados por la experienci­a vivida que toda precaución puede resultar poca. La supervisió­n macroprude­ncial en la nueva situación tendría que prevalecer.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain