Atentos al crecimiento hipotecario
Sorprende que, con la gran liquidez con la que el Banco Central Europeo ha inundado el sistema financiero, el crédito al consumo de los hogares no se haya abaratado. Ahora, cuando las familias habían empezado a desendeudarse sacrificando consumo, observamos un repunte del consumo privado, al que se le califica incluso como clave para el crecimiento futuro del PIB. El problema es que este se produce a un coste elevado para todos aquellos que quieren dar un respiro a la austeridad tirando de tarjeta de crédito.
No conocemos el límite a la cantidad de crédito nuevo, pero sí conocemos el precio, el tipo de interés del préstamo al consumo, que se mantiene más o menos en los niveles del 2012. Eso contrasta con lo que empieza a ocurrir con el crédito hipotecario, que a pesar de partir de niveles muy bajos, está remontando con fuerza. Esto alimenta la sospecha de que las entidades están privilegiando de nuevo las ventas de viviendas. Con el espejismo de tipos variables bajísimos a corto y medio plazo, y con casi la nula retribución en depósitos como contrapartida para el ahorrador, podemos volver a encontrar hogares, los menos adversos al riesgo, que se endeuden de nuevo de manera insensata.
Esta situación podría tener la complicidad de algunos bancos, en competencia hoy feroz para dar hipotecas, que quieren eliminar de sus balances un stock de vivienda muy grande con promociones que deslumbran a más de uno. No dejaría de ser, si acaba siendo el caso, una especie de centrifugación de un activo más o menos dudoso en manos hoy de los bancos, que se trasladaría al pasivo de las familias, que esperan con ilusión la recuperación, buscan la emancipación familiar y
Podemos volver a encontrar hogares, los de menor aversión al riesgo, que se endeuden de nuevo de manera insensata
piensan que alquilar es tirar el dinero. Esto es peligroso porque, de nuevo, puede socializar un problema de acumulación de stocks de las entidades financieras. Porque, si al final no salen los cálculos y las cosas no van como nos gustaría, estaríamos alimentando un problema que ya conocemos. Un regreso al pasado en el que, otra vez, el buen samaritano público tenga que recoger, a costa de los contribuyentes, un nuevo estrago para aquellas familias muy endeudadas, mientras las entidades financieras hayan limpiado sus balances.
Me consta que los supervisores de países como Suecia, Alemania, Irlanda o Canadá ya están pensando en cómo evitar problemas similares, limitar el crédito hipotecario o forzar a las entidades a provisionar algunos excesos. Ya entiendo que nuestra situación de partida no es la alemana o la británica. Y que las medidas aplicadas aquí y ahora, ante una incipiente recuperación, pueden ser juzgadas como demasiado restrictivas e incluso como poco “patrióticas”, que dirían algunos. Pero estamos todos tan escaldados por la experiencia vivida que toda precaución puede resultar poca. La supervisión macroprudencial en la nueva situación tendría que prevalecer.