La Vanguardia (1ª edición)

“El único sentido de todo esto es pelear hasta el fin y contarlo”

Tengo 50 años: me curé del susto yendo a Alaska a ver jugar al cielo. Soy neoyorquin­o. Hijo único de madre soltera... Y aún quiero tener familia. Creo en la grandeza de lo que no sabemos y temo la crueldad de los que creen saber. Leer es lo único que te h

- LLUÍS AMIGUET

Veía usted Lou Grant?

Me encantaba. Yo me hice periodista porque de chaval quería ser Lou Grant. Busqué una libreta larga y delgada como la suya en todas las papelerías de mi barrio. Era mágica.

Lou estaría orgulloso de usted, y García Márquez decía que las grabadoras... ¡Ejem! como esta, acaban con el periodismo. Por eso decidí no usar grabadora. No quería ser un mero transcript­or de lo que decían los famosos. Yo no grabo nada: escribo. Y escribí.

Pues hizo usted un trabajo espléndido. Yo era periodista, quería contar lo que pasaba, porque los humanos sólo damos y encontramo­s algún sentido al caos de la existencia cuando la intentamos contar.

Y ganó el Pulitzer. Eso no fue culpa mía: es un error frustrante escribir anhelando multitudes que te lean y que te den premios y te aplaudan por la calle antes de que te den siempre la mejor mesa.

¿Por qué es tan malo querer triunfar? Porque nunca creerás que te aprecian lo suficiente y te saldrán textos hinchados de vanidad como un globo. Es mejor pensar en un solo lector y escribirle como hablas con un amigo en la barra del bar. No pienses, escribe. Los buenos bateadores no fantasean con ganar, con sus fans, con salir en la tele... No piensan, batean.

Usted no sale en las tertulias. Sobran opinadores que no duermen si antes no han soltado su brillante opinión sobre cualquier cosa a una gran audiencia. Sufren más de lo que nos aportan. Yo prefiero contar a opinar.

¿Hoy el periodismo no cuenta historias? Nos hacen creer que lo importante es producir, competir, ganar... Y por eso vivimos pendientes del próximo titular con repercusió­n y el siguiente y otro... Así nuestra visión del mundo se vuelve fragmentar­ia y siempre insatisfec­ha.

No todos tienen tiempo para ir a su bar. Ya no nos explicamos en los bares lo que nos pasa cada día, sino que buscamos titulares a todas horas y tuits y nos estresamos, porque vivimos sin contarnos la vida, que es lo único que pone orden en nuestras experienci­as.

Parece que el titular ya lo dice todo. En cambio, cuando yo leía periódicos de niño, buscábamos en ellos historias de la vida real para orientarno­s en el mundo y saber quiénes éramos, qué habíamos sido y qué podíamos ser.

Usted las contó muchos años en The New York Times y Los Angeles Times.

Me fui el día en que me encargaron un repor- taje sobre el chimpancé más viejo del planeta.

¿Por qué no quiso hacerlo? ¿Bromea? Suerte que Agassi me había leído y me contrató para hacer su libro. Le dije que yo no escribía para grandes egos, pero lo conocí y me di cuenta de que en él había mucho más.

¿Se acabarán los periódicos? No están en su mejor momento, pero lo mismo le pasaba a la radio hace 20 años: todos la daban por muerta... ¡Y hoy está más viva que nunca! Al final contaremos historias: no sé si en papel o en humo, pero seguiremos contándola­s. Deberíamos volver a ser novelistas de la actualidad.

Sí, pero... ¿quién lo leerá? Leer es lo único que nos hace sentir culpables cuando lo hacemos y cuando no lo hacemos, pero a alguien que lee se le nota hasta en los andares. Y al que no, también. Los mejores leerán.

¿Por eso el bar de su novela está lleno de perdedores que leen y cuentan historias? ¿Perdedores? Yo era hijo único de madre soltera abandonado por mi padre e iba al Dickens, el bar del pueblo, a buscarlo en ellos. De todos modos, eso de perdedores no es de mi cosecha. Todos somos perdedores, ya lo sabe usted bien, sólo es cuestión de tiempo descubrirl­o.

¿Y por alguna mierda de triunfo no vale la pena malgastar toda una vida de fracasos? Vamos a ver: aquí la salvación no está en ninguna victoria, porque ¿qué victoria no acaba en una caja de madera?

... La única posibilida­d de no perder la dignidad camino del cementerio está en luchar: caer bajo las balas, sí, pero con todas las pistolas echando humo. Y saber contarlo. No hace falta ser Hemingway: basta con ser sincero.

Bueno, tampoco nos haga pegar tiros. Pero sí hace falta luchar; no entregarse jamás, no sentarse en un sofá ante la tele a esperar la muerte. Porque nuestro legado es la épica salvadora de Occidente y por eso nos entusiasma el deporte. Los que entienden el deporte saben que no se trata de ver quién gana o pierde, sino quién se gana la dignidad en la lucha.

¿Eso no es ser competitiv­o? Es todo lo contrario: si luchas con lealtad, luchas por todos. Por eso celebramos al agonista, al luchador, más que al protagonis­ta. En el fondo, los humanos no simpatizam­os con quien gana, sino con quien pelea hasta el final.

En su novela, el alcohol también ayuda. En mi bar había alcohol, porque la tercera copa corría por cuenta de la casa, pero también familias y niños como yo que iban allí a escuchar historias y a aprender a contarlas. Contaban su vida para darle algún sentido y escuchaban el sentido de todas las vidas. ¿Sabe por qué nos interesaba­n tanto esos cuentos?

¿...? Porque todos somos iguales de muy diversas maneras, así que cuando uno cuenta su vida sin pretender ser más de lo que es, con el corazón en la mano y los pies en el suelo, está contando también la de todos.

 ?? XAVIER CERVERA ??
XAVIER CERVERA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain