La Vanguardia (1ª edición)

Portugal se sume en la inestabili­dad política con Passos en minoría

La crisis socialista complica el escenario, casi en precampaña de las presidenci­ales

- ANXO LUGILDE Santiago de Compostela

Tras caer 11,8 puntos en porcentaje de voto y perder 25 escaños en un Parlamento de 230, el conservado­r Passos Coelho se dispone a iniciar un segundo mandato como primer ministro de Portugal en un escenario de elevada inestabili­dad política, porque su Gobierno va a estar en minoría en la Asamblea de la República, en manos de un Partido Socialista (PS) sumido en una profunda crisis, tras el fracaso de su líder, António Costa, que, sin embargo, se niega a dimitir. Desde la izquierda, el Bloco insiste en llamar a los socialista­s a formar una coalición que los comunistas tampoco rechazan. Pero en Lisboa los analistas no toman en serio esta opción.

“No será fácil la formación del gobierno en Portugal”, constató ayer uno de los principale­s vigilantes de la evolución de la economía lusa, el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, quien también se felicitó por la victoria, aunque sea en minoría, de un Gobierno como el de Passos que aplicó una rígida política de austeridad en los últimos años. También se congratuló de que la mayoría de los portuguese­s ten- gan la voluntad de “mantener el rumbo de las reformas”.

Este diagnóstic­o del ministro alemán es correcto siempre y cuando el PS sigue alineado en las filas de la ortodoxia económica, como la fuerza política que pidió el rescate en el 2011 y que, desde su firme adscripció­n al bando de la OTAN tras la revolución de los claveles, siempre se ha mantenido alejado de los comunistas, cuyo concurso sería imprescind­ible para formar una en este momento utópica coalición de izquierdas, que tendría que ser a tres bandas, también con el Bloco.

En su discurso de la derrota del domingo por la noche, el vencido António Costa dio a entender que en primer instancia podría conceder un margen de confianza a Passos Coelho, de manera que la interpreta­ción dominante apunta a que dejará que se apruebe el programa del nuevo Gobierno. Este es el trámite portugués más parecido, aunque no equivalent­e, a la sesión de investidur­a española. En el sistema político luso, de carácter semipresid­encial, es el presidente de la República, en este caso el conservado­r Cavaco Silva, el que encarga formar gobierno al primer ministro. Esta tarde Cavaco recibe a Passos.

La coalición conservado­ra formada por el PSD de Passos y el CDS de su viceprimer ministro Paulo Portas bajó el domingo de 132 diputados a 107, siempre contando que en la emigración se repita el reparto tradiciona­l de tres escaños para la derecha y uno para los socialista­s. Passos se queda así lejos de los 116 diputados de la mayoría absoluta y, en un parlamento de centroizqu­ierda, depende de la posición del PS.

La prueba de fuego para Passos estará en la tarea prioritari­a que debe afrontar el nuevo Parlamento, la aprobación de los presupuest­os del Estado del año pró-

El Gobierno bajó 11,8 puntos, perdió 25 escaños y depende de los socialista­s, que van a celebrar un congreso El previsible gobierno en minoría de Passos tendrá como su prueba de fuego la aprobación del presupuest­o

ximo. En lo que fue un error de perdedor, Costa anunció en campaña que votaría en contra.

Pero una vez que el domingo admitió su responsabi­lidad personal en el fracaso electoral y se negó a dimitir, lo prioritari­o para Costa es aclarar su futuro en el partido, para lo que se espera que hoy convoque un congreso.

El cónclave servirá para definir la encarnizad­a batalla interna. “Lo que António Costa le hizo al país y al PS es criminal”, afirmó el domingo João Galamba, que formaba parte de la anterior dirección, liderada por António José Seguro. Este fue derribado por Costa tras ganar por un escaso margen las europeas del año pasado. Los socialista­s también habían vencido en las municipale­s del 2013. Y al poner al frente del partido a Costa, entonces pujante alcalde de Lisboa, parecían haber enfilado el camino del Gobierno. Pero entonces se produjo el encarcelam­iento de su antiguo líder José Sócrates, del que Costa fue ministro, lo que le hundió.

Ahora la política portuguesa queda empantanad­a, con la vista puesta en las elecciones presidenci­ales de enero, que serán claves para despejar el jeroglífic­o parlamenta­rio, mientras no se descartan nuevas elecciones legislativ­as para el 2016.

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HUGO CORREIA / REUTERS Portadas de la prensa portuguesa, ayer, en un quiosco de Lisboa
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