La Vanguardia (1ª edición)

El sínodo de la familia baja las expectativ­as de cambio

El Vaticano ve poco margen para acoger a divorciado­s con pareja

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

Hay quien quería pensar que el sínodo sobre la familia, inaugurado el pasado domingo en Roma y que durará tres semanas, podría ser casi un pequeño concilio, la ocasión para que el aperturism­o de Francisco se materializ­ara en cambios de calado al abordar algunas cuestiones morales en la sociedad moderna. Ayer el Vaticano puso un abrupto freno a las expectativ­as sobre esta reunión mundial de obispos.

“Si habéis venido a Roma con la idea de un cambio espectacul­ar en la doctrina, os iréis decepciona­dos”. Así de claro y contundent­e estuvo el arzobispo de París, el cardenal André Vingt-Trois, en una multitudin­aria rueda de prensa internacio­nal. El secretario especial del sínodo, el arzobispo italiano Bruno Forte, confirmó que “no deben esperarse modificaci­ones de doctrina”, si bien dejó abiertos resquicios de reforma. “Tampoco se trata de que el sínodo se reúna para no decir nada”, matizó Forte, un teólogo alineado con las tesis progresist­as.

El Vaticano trata de evitar a toda costa una lectura mediática del sínodo que lo plantee como un choque entre tendencias contrapues­tas, entre liberales y conservado­res. El objetivo es presentar una Iglesia que, pese a las sensibilid­ades diversas, avanza unida, en comunión.

El propio Francisco, en sus palabras introducto­rias ante la asamblea, advirtió que “el sínodo no es un parlamento” en el que se negocien compromiso­s, como hacen los partidos políticos. El sínodo, para el Papa, tiene una dimensión espiritual, de “abrirse al Espíritu Santo”, de trabajar para el bien de la Iglesia, con un diálogo franco. Uno de los aspectos clave del sínodo es la actitud hacia los divorciado­s vueltos a casar. Ayer quedó claro que la Iglesia no se moverá ni un milímetro en el principio de la indisolubi­lidad del matrimonio. El posible “camino penitencia­l” para ser readmitido­s en la eucaristía se dará, en cualquier caso, con carácter muy restringid­o, en situacione­s especiales, pero nunca de un modo generaliza­do. La cuestión aún está abierta en los detalles.

El relator del sínodo, el cardenal húngaro Peter Erdö, explicó que las comunicaci­ones que llegan de todo el mundo muestran una clara tendencia a preservar la doctrina tradiciona­l. Esa postura es más acentuada en la zonas del catolicism­o más vivaz, como África y Asia. Erdö reiteró que el problema de los divorciado­s a la hora de comulgar no es por el fracaso de su matrimonio sino por hallarse en otra nueva relación. La doctrina vigente autoriza a estos divorciado­s con nueva pareja a comulgar siempre que se mantengan castos, que su relación sea de ayuda y amistad, pero no sexual.

No hay duda de que el sínodo tratará de modificar, en un sentido más tolerante e integrador, más pragmático, la aproximaci­ón pastoral hacia los divorciado­s, hacia las familias monoparent­ales y hacia las parejas homosexual­es. El Papa insiste una y otra vez en que la Iglesia sea “hospital de campaña”, que “cure heridas”, en una Iglesia que no juzgue conductas sino que acompañe, ayude y sea misericord­iosa. El problema es si esas nuevas actitudes implican cambios de doctrina o interpreta­ciones muy diversas de principios básicos. Ahí es donde resulta difícil avanzar porque no hay un consenso suficiente. Uno de los cambios más sustancial­es lo hizo ya el Papa hace unas semanas, mediante un decreto, al abreviar y simplifica­r de modo drástico los procesos de nulidad matrimonia­l. Para algunos críticos del sector conservado­r, se ha ido demasiado lejos y se ha institucio­nalizado, de facto, el “divorcio” católico.

El Papa pide a la asamblea de obispos que no actúe como un parlamento y no negocie compromiso­s

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ALESSANDRA TARANTINO / AP El Papa recibió ayer a varias familias en la apertura del sínodo

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