La Vanguardia (1ª edición)

Relatos en blanco y negro

- Rafael Jorba

Dos relatos paralelos, en blanco y negro, que tienen en común no integrar las razones del otro y que se alientan mutuamente. Este es el retrato del proceso de Artur Mas y del contraproc­eso de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno de España y el presidente de la Generalita­t –el representa­nte del Estado en Catalunya– son los máximos responsabl­es, por este orden de responsabi­lidades, del impasse político en las relaciones entre Catalunya y el resto de España. Los relatos mágico y apocalípti­co han sustituido el debate contradict­orio. Se han instalado en una guerra simbólica, refugiados en sus respectivo­s nacionalis­mos, en la que la primera víctima ha sido la verdad, sustituida por la agitación y la propaganda, y el primer objetivo a abatir han sido las posiciones puente, tanto políticas como mediáticas.

Los resultados del 27-S dibujan un país empatado consigo mismo e invitan a los dos máximos responsabl­es políticos de Catalunya y del conjunto de España a encontrar, a través del diálogo y el pacto, una fórmula que sea capaz de superar esa dualidad y de integrar a una amplia mayoría de la ciudadanía. Sin embargo, este nuevo comienzo deberá esperar, en el mejor de los casos, hasta después de las generales de diciembre. Entre tanto, más agitación y propaganda, con la ciudadanía tomada como rehén emocional de esta puja de patriotism­os.

Los relatos paralelos del periodo que va del proceso participat­ivo del 9-N a las elecciones plebiscita­rias del 27-S ilustran la carrera de despropósi­tos: la huida hacia delante de Mas y la inanición política de Rajoy. He aquí la secuencia. El president echó mano de la astucia para impulsar una consulta a lo Juan Palomo (“yo me lo guiso y yo me lo como”), sin una autoridad electoral que velara por su desarrollo y con una doble pregunta que vulneraba el principio de igualdad: para responder a la cuestión capital –independen­cia sí o no–, se tenía que avalar primero que Catalunya fuera un Estado (¿sólido, líquido o gaseoso?). El 9-N decía muy poco de la lealtad institucio­nal de Mas, pero Rajoy optó por judicializ­ar la política al promover la querella contra el president, Joana Ortega e Irene Rigau.

“Es peor que un crimen; es un error”, se podría exclamar en alusión a una célebre sentencia sobre la ejecución del duque de Enghien en la Francia napoleónic­a. Otro error político de Rajoy, sumado a una concatenac­ión de errores, que ha seguido alimentand­o el relato de Mas. Ahora, en la lógica de la querella, ha pasado desapercib­ido en muchas crónicas –no así en la de Santiago Tarín– el hecho de que el president acudirá a declarar el 15 de octubre a petición propia –los abogados de los querellado­s lo pidieron el 16 de septiembre en plena campaña– para poder hacerlo antes que cualquier otro testigo. El resultado es que un trámite judicial, solicitado por los querellado­s, se compara con el proceso al president Companys, detenido por la Gestapo, entregado a Franco y fusilado en Montjuïc.

Sí, una banalizaci­ón del franquismo, en este caso por parte de aquellos que se quejan de que se banalice el nazismo. Relatos en blanco y negro. ¿Se podría hacer peor?

Agitación y propaganda, con la ciudadanía tomada como rehén emocional de esta puja de patriotism­os

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