La impostura de la feminidad
La pérdida de talento femenino se cifra en billones de euros. ¿Por qué? Las mujeres tienen una cultura propia y distinta de la masculina, pero que vive en situación de huésped respecto de la cultura patrón. A pesar de la conciencia de valor, se muestran dóciles y sumisas como el huésped que teme ser expulsado de una casa que no es la suya, y por ello han desarrollado cualidades adaptativas: humildad, bondad, dependencia y desvalorización de su talento. Tememos mostrar nuestra identidad porque esto podría suponer el rechazo. Así, deformamos, encogemos y adaptamos nuestro cuerpo y nuestra alma a las estructuras que percibimos como seguras: nos impostamos. Hemos detectado tres tipos de imposturas, inconscientes, adaptativas, dolorosas, porque ninguna de ellas nos acerca al poder y tampoco nos garantiza la protección. En todas ellas la comunicación se hace desde “la súplica” de ser aceptadas y toleradas.
La primera de ellas es la mediocridad, muy favorecida por el mensaje de la igualdad. La igualdad, como la mediocridad, nos invita a no destacar, a ser una más, todas iguales. Quienes tienen experiencia como profesores se sorprenden al ver que las alumnas que tienen mejores calificaciones apenas se notan en clase. Parece que su conciencia de excelencia las obliga a contrarrestar su brillantez con una decidida invisibilidad.
La otra impostura nos lleva a imitar a los hombres para intentar hacer carrera profesional. Los entornos profesionales están construidos con criterios masculinos. Y para llegar a algo, o simplemente para adaptarse al entorno, impostamos nuestra identidad para hacer como ellos. Esta impostura no nos da ventajas reales, nos fragiliza y nos impide el poder y la identidad.
La tercera impostura es querer responder a la construcción cultural hecha de la mujer por el sujeto, la voz y la mirada del hombre. Las mujeres necesitan la mirada del hombre, porque el objeto no existe sin el sujeto. Y entonces tratamos de complacer sus expectativas para hacernos, al menos, visibles. Los hombres que detectan el talento, el poder potencial de las mujeres, lo combaten retirándoles la mirada. Por ello muchas mujeres dicen que se sienten invisibles en su entorno profesional. Es urgente que las mujeres dejen de ser huéspedes en la vida pública. Fuera del hogar es donde se crea cultura, poder y conocimiento. Es el mundo en el que nos sentimos huéspedes y nos hace temer ser excluidas.