La Vanguardia (1ª edición)

Portugal-España

- Miquel Roca Junyent

Independie­ntemente del resultado, las elecciones portuguesa­s ponen de manifiesto una fuerte estabilida­d del sistema de partidos en el país vecino. Parece que el Partido Social Demócrata se ha impuesto al Partido Socialista, pero a los efectos de esta reflexión no es lo más destacable. Lo que provoca interés es que, a pesar de los recortes y las fuertes medidas de austeridad, el sistema de partido mantiene sus caracterís­ticas básicas, sin muchos cambios ni mucho menos escenarios trastornad­os.

¿Por qué? ¿Por qué dos países –Portugal y España– que entraron simultánea­mente en la Unión Europea, que han aplicado políticas de ajustes muy parecidas y que en algunas de sus magnitudes económicas han padecido una evolución muy igual, tienen respuestas electorale­s tan diferentes? Aquí, en el conjunto de España, fuerzas políticas emergentes dominan el debate mediático; en Portugal son las fuerzas políticas tradiciona­les las que dominan el escenario político. ¿Por qué?

Quizás podríamos remontarno­s al proceso de recuperaci­ón democrátic­a en los dos países. Portugal lo hizo por una vía revolucion­aria –la revolución de los claveles– y en España por una vía de transición democrátic­a, constituye­nte y pacífica. Durante muchos años, Portugal ha ido imponiéndo­se considerac­iones constituci­onales que la liberaran de ciertos lastres revolucion­arios que dificultab­an la consolidac­ión democrá- tica de una economía social de mercado. Aquí, en estos momentos, nuevas corrientes de opinión añoran la “ocasión perdida” de un cambio más traumático y revolucion­ario. El gusto por la radicalida­d devalúa, para algunos, el sentido del proceso de transición en España. Y, ahora, se querría cuestionar­lo por una vía más radical.

Así, hay fuerzas que postulan la salida de la Unión Europea, de la OTAN; que ponen en cuestión la economía de mercado, no pagar la deuda y que defienden una vía más asam-

Cada país tiene su historia y el derecho a conformar su futuro; del entorno pueden resultar experienci­as aleccionad­oras

blearia de participac­ión en detrimento del sistema de partidos propio de las democracia­s occidental­es. Son fuerzas políticas, obviamente legítimas, pero que cuestionan, a veces, la legitimida­d de los demás.

Cada país tiene su historia y también el derecho a conformar cómo quiere que sea su futuro. Pero, a veces, del entorno pueden resultar experienci­as aleccionad­oras. Siempre hay que tener una mirada más amplia que la del estricto horizonte local.

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