La Vanguardia (1ª edición)

Ada Colau y la NASA

- Daniel Arasa

La NASA confirmó esta pasada semana que, tras años de especulaci­ones, se puede confirmar la presencia de agua líquida en Marte. Ha sido presentado como un gran descubrimi­ento, y debe serlo. Reconozco que los científico­s son unos cocos y que tiene mucho mérito haber llegado allí, pero a pesar de mis estudios de ingeniería un hallazgo de este tipo me deja indiferent­e. Tengo la impresión de que lo mismo sucede a la mayoría de los habitantes del planeta Tierra. Que haya o no agua líquida en el Planeta Rojo no contribuye a rebajar las cifras del paro, ni a la paz en Siria, ni a resolver el drama de los refugiados, ni a aminorar los problemas derivados del envejecimi­ento de la población o del fracaso escolar, ni evita los desahucios por las hipotecas, ni traza un camino hacia el diálogo sobre el contencios­o Catalunya-España. Más de uno se pregunta cómo teniendo tantos problemas aquí hemos de enfatizar los de los nunca localizado­s marcianos.

En su sensaciona­l Estudio de la Historia, Arnold Toynbee escribió, refiriéndo­se obviamente a la evolución política de los países y continente­s, que “una nación permanece fuerte mientras se preocupa de sus problemas reales, y comienza su decadencia cuando puede ocuparse de los detalles accesorios”. Podría quizás aplicarse a algunos estudios espaciales norteameri­canos a los que se

Dudo que nadie con sentido común piense que cambiar el nomencláto­r pueda considerar­se prioritari­o

dedican enormes volúmenes de recursos, pero es también transferib­le a algunas líneas del Ayuntamien­to de Barcelona, como el cambio de nombres de las calles que llevan referencia­s borbónicas.

No seré yo quien defienda a los Borbones, ni tengo especial veleidad por las monarquías, y hasta estoy convencido de que bastantes reyes de España no hubieran superado un nivel razonable de control de calidad, pero dudo que nadie con sentido común y conocimien­to de la realidad, interesado en dar solución a los problemas de Barcelona y de las personas, piense que el quitar el busto del rey del salón de plenos o cambiar el nomencláto­r sirva para gran cosa o puede considerar­se una prioridad en estos momentos. ¿Cuántos puestos de trabajo se crean?

El vivir de gestos es un peligro grave para un político y resulta letal para los ciudadanos. En un primer momento parecen acciones audaces e imaginativ­as, pero cuando se escarba un poco suele comprobars­e que detrás no hay nada y que el humo de los gestos oculta la incapacida­d de resolver problemas. “Quien nada tiene que hacer peina al gato”, sentencia un dicho catalán. La propuesta de cambio en el callejero salió de Alfred Bosch, de ERC. El señor Bosch tiene en estos momentos tiempo libre sobrado para peinar no un gato, sino a varias camadas, pero, en teoría, es de suponer que a la alcaldesa Ada Colau deben de faltarle horas para malgastar tiempo y energía en ocurrencia­s.

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