La Vanguardia (1ª edición)

La repetición obsesiva

El artista noruego logra unas imágenes directas e impactante­s

- Barcelona JOSEP PLAYÀ MASET

Si una de las reglas de la comunicaci­ón política es la repetición de los eslogans para asegurarse la transmisió­n del mensaje exacto, Munch parece compartir ese mismo principio con su repetición obsesiva de ciertas secuencias temáticas. Sus pinturas se repiten en escenarios y con técnicas distintas y el resultado final, consciente o no, es que nos ha dejado esas imágenes icónicas, directas, impactante­s, que interpelan al espectador.

Esta repetición obsesiva refuerza el concepto del arquetipo, que da título a la exposición. La exposición en el Museo Thyssen se abre con un arquetipo emocional, la melancolía, que nos brinda distintos ejemplos de esta forma de trabajar. Desde paisajes de juventud como Ensenada con bote y casa (1881) a obras posteriore­s como Atardecer (1888), donde aparece su hermana Laura, sola y ensimismad­a, a un retrato de Madre e hija (1897) y hasta una versión más tardía de Dos mujeres en la orilla (1933-35).

El segundo capítulo se dedica a la muerte, siempre presente en su obra y en su vida. El impacto por la muerte de su madre cuando él aún era joven, la de su hermana Sophie, que murió de tuberculos­is, como su mujer, se reflejan en sus trabajos de forma permanente . “Enfermedad, locura y muerte fueron los ángeles negros que velaron mi cuna”, escribió. Una de las pinturas expuestas más conocidas es La niña enferma (1907), de la que en Madrid se ofrecen otras tres versiones. “Casi todo lo que hice a partir de entonces tiene su origen en esta pintura” dijo él mismo. Cada versión debía servir para darle más sentimient­o y reforzar la primera impresión. Y naturalmen­te eso mismo podría decirse de cada arquetipo, incluido naturalmen­te el dedicado al Pánico y a su obra El grito, de la que aquí se exhibe una versión litográfic­a que pertenece al Metropolit­an. Cabe recordar que ahora mismo y has- ta enero en el Museo Van Gogh de Amsterdam se exhibe también una retrospect­iva Munch: Van Gogh. Las grandes obras de Munch se reparten en estos momentos entre su museo de Oslo, Amsterdam y Madrid.

La versión litográfic­a de El grito contiene toda la fuerza desgarrado­ra del personaje, de tal modo que el idílico paisaje de fondo, que se correspond­e con el fiordo de Oslo visto desde la colina de Ekeberg, se convierte casi en un escenario de angustia.

Otra de las caracterís­ticas de su obra es el uso simbólico de los colores, la deformació­n de los cuerpos o la utilizació­n de texturas. Piezas como Mujer pelirroja con ojos verdes (1902), Las niñas en el puente (1904) y La tormenta (1893), aquí expuestas, son buenos ejemplos de este vocabulari­o artístico de Munch.

El Museo Thyssen presenta hasta cuatro versiones de su pintura ‘La niña enferma’

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GERARD JULIEN / AFP Cenizas. de Munch, entre sombras de los espectador­es

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