La Vanguardia (1ª edición)

“La salvación y el horror es la familia, a la vez”

Guillermo del Toro, presenta ‘La cumbre escarlata’

- SALVADOR LLOPART Barcelona

Aveces Guillermo del Toro (Guadalajar­a, Jalisco, México, 1964) ve fantasmas. Tuvo su primera experienci­a, según cuenta el director de El laberinto del fauno, a los doce años. Mientras hacía los deberes. Con el televisor encendido, como siempre ocurría en su casa. “En ese momento se me apareció el fantasma de mi tío, o lo que yo pensé que era mi tío. Me asusté mucho; tanto, que salí corriendo”. La segunda vez, muchos años después, fue igual de impactante para él. “Estaba en un hotel viendo en el DVD un capítulo de The wire cuando resonó el grito de una mujer y los lamentos de un hombre”, recuerda. Pero esta vez el orondo director, cada vez más parecido a Hitchcock, reaccionó de forma diferente: “Me puse los auriculare­s y seguí viendo The wire. Toda la noche”. Tiene, pues, el cineasta cierta familiarid­ad con el más allá. Quizá desde que su madre le hablaba de la visitas de la abuela (muerta) a su cama, una leyenda que ha quedado integrada en la primera escena de La cumbre escarlata, su nueva película. Un “romance gótico”, según propia definición, que se estrena el próximo 16 de octubre. “Un romance repleto de fantasmas, amores desgarrado­s, muerte, engaños y ruina. Pero sobre todo repleto de una belleza, como diría….”, se pregunta el director, que ayer estaba en Barcelona, junto a dos de sus protagonis­tas, Mia Wasikowska y Tom Hiddleston.

Iba a decirle doliente; por momentos convulsa.

Sí, sí; así es. La belleza no resulta nunca gratuita. Siempre tiene un sufrimient­o detrás. Un romance gótico como La cumbre escarlata es la cumbre, en realidad, de la pérdida y la melancolía.

Esa convivenci­a con el más allá puede resultar peligrosa...

Qué le voy a decir yo. Tengo amigos que son escépticos profesiona- les que me dicen que contribuyo a la superstici­ón general. Pero a mí me pasó algo, tenga o no relación en el más allá.

¿Le da miedo?

Mire, a estas alturas me dan mucho más miedo los vivos. Los fantasmas peligrosos son las emocio- nes que nos atan. Cómo el amor o la venganza. Hay amores tan tóxicos como venenos. Pero ahí sigues. La venganza es otro sentimient­o fantasmal. Es un veneno que te mata a ti mismo, creyendo que mata a otro. Los verdaderos fantasmas que hay que temer son los sentimient­os monstruoso­s que nos dominan y nos ciegan.

¿Qué es un “romance gótico”?

La novela gótica nace con El casti- llo de Otranto, de Horace Walponle. Una obra del siglo XVIII, cuando se produce una reacción contra la Ilustració­n, esa idea de que todo tiene que responder al intelecto. Es el Romanticis­mo, un movimiento apasionado que se revuelve contra la dictadura de la razón...

Ya; pero para usted, ¿qué significa un romance gótico?

Para mí, como lo era para Henry James, el romance gótico representa el choque entre el pasado y el futuro. Un drama que James situaba entre Estados Unidos y la vieja Gran Bretaña, y que yo he dado una forma visual. Es un melodrama retorcido, con aires de operístico­s.

¿A lo Hitchcock?

Bueno, en cierta medida. Yo creo, como Hitchcock, que uno debe explicar sus historias visualment­e. Las palabras son apenas la mitad de la narración.

Se dice que Hitchcock siempre hablaba de la culpa.

Es inevitable recaer en las obsesiones. Lo hace Woody Allen y lo hace Tarantino. Lo hizo Renoir y también David Lean. Simplement­e, como creador, te preocupan ciertas cosas de una manera inconscien­te. Mitad por compromiso existencia­l, mitad por fetichismo.

¿Cual sería, pues, su asunto?

En el fondo yo también siempre hablo de lo mismo, de perdida y abandono. La belleza en el dolor, también. Creo que entiendo a los fantasmas y los personajes que acaban por conmoverme son los perdedores, y también a los villanos de las historias.

También le gusta sorprender, y aquí los personajes fuertes son las mujeres.

Si, pero eso no era extraño a la primera novela gótica. Tampoco en las hermanas Brönte o en Jane Austen. Es luego, en el siglo XX, que los romances góticos acaban en novelitas de aeropuerto, con portada de Fabio con el torso desnudo. Rescatando a la chica he querido rescatar ese elemento salvaje de las Brönte. De ellas y de Mary Shelley

OBSESIONES “Es inevitable recaer en ellas; como creador te preocupan ciertas cosas de forma inconscien­te”

¿Para cuándo Frankenste­in?

No será mi siguiente película. Pero está en mi corazón. El monstruo de Frankenste­in es una criatura que es arrojada al mundo por su padre, que no se hace responsabl­e. Es un personaje abandonado, el friki que no encaja, vamos. Me identifico tanto con él.

Abandonado por la familia.

La familia está detrás de tantas cosas: la salvación y el horror es la familia, a la vez. Como los verdaderos monstruos de La cumbre escarlata son los padres que no están. Una mujer que sólo vemos en un retrato y un padre ausente.

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LLIBERT TEIXIDÓ El director de El laberinto del Fauno presentó ayer La cumbre escarlata en Barcelona

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