Diosdado, cronista de la tolerancia
La actriz y escritora falleció ayer tras desvanecerse mientras asistía a una reunión en la sede de la SGAE
Un veterano periodista español criado en Chile y regresado adolescente a la España de los sesenta suele explicar de forma sintética el impacto que causaba aquel país a una mente crecida en el Cono Sur latinoamericano: “Era como caer en la Edad Media”. Ana Isabel Álvarez-Diosdado Gisbert había nacido allá, en Buenos Aires, en 1938, por el exilio forzoso de sus padres, ambos actores, durante la Guerra Civil. La apadrinó Margarida Xirgu, visto a posteriori, un buen presagio. Cerraba su niñez y se disponía a padecer la convulsión de la pubertad cuando regresó a aquella España de 1950, que aún debía de oler más a caldo de pollo, incienso de sacristía y lejía barata que la que topó el periodista, pero tuvo la suerte de hallar refugio en el oasis del Liceo Francés de Madrid. Hija del exilio, de familia de cómicos y criada en el proselitista colegio galo, Diosdado fue precoz en su vocación literaria. Fue finalista del premio Planeta con sólo 24 años con En cualquier lugar, no importa cuándo (1965). Había debutado en el teatro de niña y las tablas marcaron su aprendizaje, así que su pronta dedicación a la escritura teatral devino natural.
Sin embargo, y a pesar de una larga carrera como dramaturga y directora teatral en un país poco acostumbrado a otra presencia femenina entre bambalinas que las de las actrices, la posteridad se la dio la televisión. Dos de sus creaciones se convirtieron en éxitos rutilantes de la cadena única, por su eficiente mecanismo de entretenimiento y su condición de crónica y ariete de nuevos hábitos sociales en un reino que se tenía por muy católico y cuyo en- tusiasmo por la tolerancia acabaría por desmentir tal condición. Anillos de oro (1983), historia de los abogados Lola (Diosdado) y Ramón (Imanol Arias), especializados en derecho de familia y, en particular, en la aplicación de las novísimas modificaciones del Código Civil que despenalizaban el divorcio, entusiasmó a una audiencia poco urbana y zarandeada por el susto de un golpe de Estado con maneras de sainete. Si cabía dudar entre la ficción de ese costumbrismo urbano y voluntariosamente moderno y el entremés de guardias civiles en el Congreso, los españoles tomaron la mano que ofrecía Ana Diosdado para empujarlos hacia el primer mundo. Y de paso, convertir en estrella a su joven protagonista masculino, Imanol Arias, encarnación de una virilidad nueva y liberal, insólita en el universo cultural del momento. Su siguiente éxito, que de nuevo escribiría y
ÉXITOS TELEVISIVOS ‘Segunda enseñanza’ y ‘Anillos de oro’ fueron ariete del cambio de hábitos de todo un país
protagonizaría, se dirigió con idéntico propósito a la siguiente generación. Segunda enseñanza (1986) fue la crónica de los estudios secundarios de unos chicos que habían visto morir al dictador mientras emborronaban sus primeras caligrafías Rubio. La serie, casi alegoría de la etapa que transitaba por entonces la democracia española, fijó para la pantalla la adolescencia de los primeros españoles libres y fue una elocuente crónica de las dificultades de un nuevo profesorado dispuesto a reinventar las reglas de una enseñanza basada en la obediencia y las polvorientas glorias patrias. Fue además la cantera de muchos de los actores que importarían algo durante la siguiente década: Jorge Sanz, Gabino Diego, Maribel Verdú, Aitana Sánchez-Gijón, Amparo Larrañaga, Javier Bardem, Ana Torrent, Beatriz Santana...
Autora de una veintena de obras teatrales –entre originales y adaptaciones–, cuatro novelas y media docena de guiones para televisión, Diosdado –premio Max de Honor 2013– falleció ayer a los 77 años tras sufrir un desvanecimiento en la sede de la SGAE. Pero vivió para vernos más modernos de lo que nos soñara.
NIÑA DEL EXILIO Hija de actores de teatro, nació en Buenos Aires y se trasladó a España con 12 años