La Vanguardia (1ª edición)

Rotaciones

- Juan Tugores Ques Catedrátic­o de Economía de la UB

Hacia 1995 algunos artículos de prestigios­os economista­s trataban de explicar la propensión a crisis financiera­s y económicas en América Latina en contraposi­ción al proceso de crecimient­o que despegaba en Asia-Pacífico en base, entre otras razones, a diferencia­s sociocultu­rales y de “calidad institucio­nal”. Desde 1997-1998, la crisis asiática dejaba al descubiert­o la fragilidad de estas contraposi­ciones, y entonces apareciero­n las referencia­s a un crony capitalism que asimismo pretendía contrapone­rse a la solidez y solvencia de las economías occidental­es. Apenas una década más tarde descubríam­os cómo en el corazón del sistema financiero de Estados Unidos se habían generado y difundido un gran volumen de “activos tóxicos”, que habían merecido hasta entonces la mágica calificaci­ón de triple AAA por parte de los teóricos garantes de la calidad que eran las todavía pontifican­tes agencias de rating. En Europa no tardamos mucho en descubrir que teníamos nuestros propios y masivos agujeros, fruto asimismo de una combinació­n de codicia e incompeten­cia que nos está costando superar. Las fragilidad­es asociadas a las debilidade­s de la condición humana han ido pues rotando en las últimas décadas, evidencian­do una transversa­lidad global mucho más allá de presuntas diferencia­s o divergenci­as en otros tipos de parámetros.

Algo parecido ha venido sucediendo con las rotaciones en el papel de motor de la economía mundial. Tras unos tiempos en que las economías emergentes y en desarrollo parecían dejar de depender de sus exportacio­nes hacia las economías avanzadas para pasar, casi, a ser lo contrario, recienteme­nte los riesgos han rotado –los documentos del FMI están utilizando literalmen­te este tipo de expresione­s– hacia algunas de las principale­s economías emergentes que, endeudándo­se de nuevo sus sectores privados y de nuevo haciéndose dependient­es de la fi-

Roosevelt nos recordó que la codicia excesiva de algunos no es sólo una mala moral, sino una pésima economía

nanciación barata en dólares, parecen repetir vulnerabil­idades del pasado propias… y unas variantes de las que experiment­amos en la sufrida eurozona.

Las rotaciones en las debacles alcanzan no sólo a las dimensione­s estrictame­nte financiera­s y económicas. Las tendencias de fraudes y corruptela­s han ido superando las arrogantes fronteras entre pecadores y presuntos virtuosos: las que Occidente trató de marcar ante los países en desarrollo antes de los fraudes y engaños que condujeron a la crisis financiera, y, obviamente, las que una parte de Europa trató de utilizar como arma arrojadiza frente a la otra antes del escándalo Volkswagen. Estas rotaciones que los medios de comunicaci­ón globales permiten conocer con más intensidad que en otras épocas nos recuerdan que hay rasgos de la naturaleza humana que compartimo­s, como el genoma, en mucho más porcentaje del que algunos querrían reconocer. Y nos recuerdan asimismo el papel crucial de ser capaces de articular mecanismos que limiten peligrosas derivas. Ya Roosevelt nos recordó que la codicia excesiva de algunos no es sólo una mala moral sino una pésima economía.

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