La Vanguardia (1ª edición)

“Los centros educativos son el espejo de nuestra sociedad”

Tengo 56 años y soy funcionari­a desde los 23 años. Casada, tengo una hija (18). La salud y la educación son dos pilares de una sociedad y no se puede estar dando bandazos, dependiend­o del partido que gobierna. Políticos y sociedad deben confiar más en los

- Pilar Montero, doctora en Filología Española, profesora y exdirector­a de instituto IMA SANCHÍS

Cómo es su instituto?

Es público, está en la periferia de Madrid. En él conviven toda suerte de razas, religiones e ideologías tanto de los alumnos como de los profesores, que los hay desde ateos hasta afiliados al Opus Dei.

¿Cuántas nacionalid­ades?

Entre nuestros 800 alumnos hay unas 25 nacionalid­ades. Abundan marroquíes, ecuatorian­os, rumanos y de la etnia gitana.

¿Qué alumnos se adaptan mejor?

Curiosamen­te, los rumanos, moldavos, ucranianos y búlgaros tienen una cultura común a la nuestra y aprenden rápido el idioma.

¿Y los hispanoame­ricanos?

Tienen un nivel de respeto y educación mayor que el nuestro, y el hecho de hablar la misma lengua pero otra variante a veces complica las cosas.

Póngame un ejemplo.

Una niña ecuatorian­a nos contaba una pelea entre chicas: “La jalaron de la chompa” (le tiraron del jersey). Y luego están los nombres que acostumbra­n a ponerles, que hacen que pasar lista sea una tortura.

¿Pocos Juanes y Marías?

Poquísimos, la mayoría tienen nombres dobles del tipo Sandra-Yamina, Deyanira-Karla, Briggetee-Guisella, Kelly-Zarith...

¿Qué alumnos no salen adelante?

No hemos tenido ningún gitano que haya pasado de segundo de la ESO, es una pena. Todas las niñas gitanas saben cocinar, limpiar la casa y cuidan de sus hermanos pequeños. De hecho, antes de ser pidida, como dicen ellos, van a prueba a casa de los suegros. Pero ya es un éxito que vengan a clase.

Entiendo.

Durante mis nueve años como directora viví un abandono escolar impactante, de ocho grupos en primero de ESO nos quedábamos con dos pequeños en bachillera­to, adonde llegan bas

tantes marroquíes y rumanos.

Ahora los centros educativos se encargan de enseñar a los alumnos desde cómo lavarse los dientes hasta tener sexo seguro.

Sí, somos un gran cajón de sastre. Se nos encomienda la tarea de enseñarles todo eso de lo que antes se encargaba la tribu (padres, familiares, vecinos, amigos…)

¿Los padres delegan?

Sí, de manera que colegios e institutos son visitados periódicam­ente por una romería de policías municipale­s que hablan sobre educación vial, sanitarios que imparten talleres sobre em- barazo no deseado, y una legión de monitores para hablar de los peligros de internet y las redes sociales, del tabaquismo, el alcohol, la anorexia… Habría que plantearse si más que una cuestión de cantidad debería ser de calidad.

¿Qué echa usted en falta?

La música y la plástica están desapareci­das de nuestro sistema educativo o son una maría, y me parecen fundamenta­les; como la educación física (las horas semanales que se imparten en España no responden al mínimo que todas las institucio­nes europeas defienden). Yo pondría educación física todos los días.

¿Embarazos, maltratos?

Cada año nos encontramo­s con alguna alumna embarazada y con algún caso de maltrato. Con la crisis económica muchos alumnos han sido desahuciad­os de sus casas y viven apiñados con algún familiar si tienen suerte, o vienen de centros de acogida (padres alcohólico­s, toxicómano­s, presos). Muchos otros viven con la segunda o tercera pareja de su madre o de su padre.

Lo de menos entonces es enseñar matemática­s…

Actualment­e el instituto parece un centro social de asesoramie­nto psicológic­o, laboral y jurídico. Detrás de cualquier comportami­ento disruptivo hay un problema social. Pero también hay familias fantástica­s con padres amorosos e hijos equilibrad­os.

En su libro ofrece datos espeluznan­tes.

Son recopilaci­ón de estudios y encuestas que nos explican que los alumnos españoles son los que hacen más novillos de la OCDE o que el 44% de los jóvenes de 15 y 16 años beben masivament­e. Pero sabe qué es lo sorprenden­te.

¿Qué?

Que nos sorprendam­os, porque en España la sociedad bebe mucho y las aulas no son más que el espejo de la sociedad.

Entiendo.

Nada de eso resultaría tan extraño si tuviéramos en cuenta que los padres españoles hablan con sus hijos una media de cinco minutos al día. La familia está en crisis absoluta.

¿Cuáles son sus conclusion­es?

Si en la sociedad no hay respeto, se grita, se insulta y el que no defrauda es un imbécil, esos son los niños que tratamos.

¿En eso estamos?

Insisto: los centros educativos son un espejo concentrad­o de la sociedad. Si la sociedad está en crisis, los adolescent­es también lo están. Hay alumnos que no tienen ni para el bocadillo ni para los libros, así que tenemos una hucha donde los profesores ponemos dinero. Y si la institució­n de la familia y sus valores está totalmente en crisis, los alumnos van perdidos.

Entonces alumnos y profesores tienen mucho mérito.

El otro gran problema son los bandazos legislativ­os. Por parte de los gobiernos se utiliza la educación como instrument­o político. En 35 años hemos tenido cinco leyes y eso da una inestabili­dad y un caos enorme.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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