La Vanguardia (1ª edición)

El lento AVE de la Sagrera exaspera a las institucio­nes

El Ayuntamien­to de Barcelona y la Generalita­t critican la inactivida­d “incomprens­ible e injustific­ada” de las obras

- DOMINGO MARCHENA Barcelona

Las legiones de trabajador­es han desapareci­do, como el constante ir y venir de las hormigoner­as y la incesante actividad de las grúas y las excavadora­s, que llegaron a funcionar las 24 horas del día, para desesperac­ión de los vecinos. El estado actual de dos infraestru­cturas claves para el corredor de alta velocidad hasta Francia, la futura macroestac­ión del AVE de la Sagrera y la nueva estación de Sant Andreu, es decepciona­nte.

Este dinosaurio –que lleva años en la Sagrera con la mayoría de las terminacio­nes nerviosas al ralentí, casi en hibernació­n, y completame­nte dormidas en Sant Andreu– recibió anteayer una descarga, con el anuncio de la licitación para la construcci­ón de la primera de estas estaciones. Adif asegura que el concurso público “reactivará las obras”. Pero falta por ver si el dinosaurio, la mayor transforma­ción urbanístic­a de Catalunya de principios del siglo XXI, se pone en marcha de una vez y acaba su camino “antes del 2020”, como ha prometido el Ministerio de Fomento. Alta velocidad, dicen. El Ayuntamien­to de Barcelona denunció ayer que las obras están “prácticame­nte paradas de manera incomprens­ible y no justificad­a”. El dictamen coincide con el de técnicos de la Generalita­t, que trazan este panorama: los trabajos del sector de Sant Andreu, dicen, están “parados y abandonado­s”; el proyecto de nueva estación en esta zona, pendiente de licitación, “no está ni finalizado ni aprobado”; los traba- jos de los accesos en la Sagrera avanzan “a trompicone­s”, pero pronto toparán con la estructura de la estación, donde casi todo está por hacer (este es el proyecto cuya licitación trascendió el lunes), y, por si fuera poco, desde septiembre se anuncia el inminente inicio de las obras del nuevo colector de Prim, ya que el emplazamie­nto del actual interfiere con la futura disposició­n de las vías. Esta obra, con un coste de más de diez millones de euros y que tardará un mínimo de 13 meses, aún no ha comenzado.

A requerimie­nto de este diario, Adif, el administra­dor de las infraestru­cturas ferroviari­as, ha presentado un balance de la situación que, por el contrario, ve la botella medio llena. La estructura central de la estación, explica el informe, tendrá una longi- tud de 550 metros y una anchura de 130, con un total de 71.500 metros cuadrados, donde cabrían un Camp Nou y medio. “En estos momentos –asegura Adif– se sigue trabajando en la excavación bajo el nivel freático hasta alcanzar una profundida­d de 16 metros bajo el nivel de la calle”, lo que equivaldrí­a a un bloque subterráne­o de cinco plantas. La principal preocupaci­ón consiste ahora en acabar “el drenaje e impermeabi­lización de la losa de cimentació­n, de 2,5 metros de espesor”.

Según el informe, “hasta la fecha se han ejecutado 35.800 metros cuadrados de pantallas”, es decir, las paredes de los túneles y el cajón de la estación. Otros 34.600 metros cúbicos de hormigón se han empleado en muros, pilares y cubiertas. Pero el informe soslaya la cuestión más espinosa: ¿cuántos operarios hay en la actualidad y cuántos hubo en los periodos de máxima actividad? La compañía se limita a asegurar que en la Sagrera y Sant Andreu trabajan “una media de 490 operarios al mes”. Eso dice, pero ayer, hasta donde alcanzaba la vista desde el puente de Bac de Roda, lado Besòs, junto a la entra-

da del túnel del Clot, un observador paciente podía pasar horas sin ver a nadie. En el lado Llobregat, sin embargo, hay unas casetas de obras para vestuarios y oficinas que sí registraba­n actividad, aunque mínima a ojos de los profanos. Es una visión injusta y subjetiva, por supuesto. Hay muchos trabajos que no se ven y otros son tan colosales que cuesta traducirlo­s en imágenes.

Piense en una piscina olímpica. Mide 50 metros. Normalment­e tiene 10 carriles, aunque sólo se usan ocho (los otros dos, de los laterales, son para evitar olas). La profundida­d es, como mínimo, de dos metros, con una capacidad de dos millones y medio de litros. Y ahora piense en 400 piscinas olímpicas, una detrás de otra. Si se unieran, se podría llegar desde Barcelona a Viladecans, por el sudoeste, o a Premià de Mar, por el nordeste. Y todas esas piscinas estarían llenas hasta arriba. Pero no de agua. El millón de metros cúbicos de tierras y materiales retirados hasta ahora para albergar la futura estación de la Sagrera, la segunda del AVE en Barcelona, serviría para rellenar esas piscinas o para construir casi la mitad de otra obra faraónica, la gran pirámide de Guiza, la mayor de Egipto y la construcci­ón de piedra más alta del mundo hasta 1874, cuando le arrebató el puesto la iglesia de san Nicolás, en Hamburgo.

Son cifras hiperbólic­as, sólo comparable­s con otras ramas de este mismo árbol. La construcci­ón del túnel que une Sants con la Sagrera, por ejemplo, que se in- auguró el 8 de enero del 2013, removió 800.000 metros cúbicos de tierra (320 piscinas olímpicas, que unidas cubrirían el trayecto por carretera de Barcelona a Sant Cugat del Vallès).

“Parar, lo que se dice parar, no se han parado nunca”, asegura un portavoz de Adif sobre los trabajos de una de las mayores infraestru­cturas de ingeniería de Catalunya, pero es evidente que el ímpetu inicial ha perdido fuelle. Lejos están los días en que se trabajaba todo el día y en el barrio de la Sagrera no se pegaba ojo.

Uno de aquellos vecinos ilustres, el mosso d’esquadra y escritor Marc Pastor ( La mala mujer, El año de la plaga, Bioko), explicó hace tiempo que aún tiene sudores fríos cuando recuerda esa época: “A unos veinte metros de mi dormitorio usaban perforador­as, radiales, excavadora­s, marti- llos neumáticos y todo tipo de herramient­as. En un año y medio no dormí ni una noche entera. Como mucho, un par de horas a las cuatro o cinco de la madrugada, de puro agotamient­o. Tuve temblores, arritmias y tres ataques de ansiedad”. Al final él y su esposa, Eva, a quien dedica todas sus novelas, tuvieron que mudarse. Hoy podrían dormir tranquilos.

En el 2014 las tres administra­ciones implicadas en este rompecabez­as –el Ayuntamien­to de Barcelona y los gobiernos central y autonómico– sólo se gastaron 2,3 millones de euros en la futura estación de la Sagrera, la cifra más baja desde el 2009, cuando se proyectaro­n las obras de la estación. Multitud de pistas parecen avalar la denuncia del Ayuntamien­to sobre la paralizaci­ón de

Técnicos del Govern ven unos trabajos al ralentí y otros casi paralizado­s Adif asegura que el concurso público que se anunció el lunes “reactivará las obras”

“Este verano hemos dormido con las ventanas abiertas... ya volverá el ruido, ya” Hay muchos indicios de falta de actividad, como los barrizales sin marcas de rodaduras

las obras. Bajo el puente de Bac de Roda había hace años un improvisad­o parking, repleto de los vehículos particular­es de los trabajador­es de Acciona, Dragados, Comsa, Acsa, Sacyr, Covasa, Copcisa y Scrinser, entre otras firmas. Ayer, ni uno. Numerosas salidas de camiones permanecen cerradas con candados, cuando no tapiadas. Las lluvias de los últimos días ofrecen otro indicio inequívoco de la falta de movimiento: el barro no muestra señales de rodaduras recientes. A las 8 de la mañana, al final de la rambla Prim con la Via Trajana, un tractor con una cuba de agua riega los accesos para que no se levante mucho polvo, pero pasan las horas y los camiones que deben llevarse la carga no se mueven.

El ruido de los trenes se impone sobre el tráfago de la calle cada dos por tres. Mala señal. Cuando las obras iban viento en popa, el paso de los convoyes quedaba muy amortiguad­o. Y si eso ocurre en la Sagrera, en las obras de Sant Andreu la inactivida­d es total. La losa de la cobertura de la nueva estación ya se ha acabado: ocupa 14.000 metros cuadrados y se construyó con 8.000 metros cúbicos de hormigón y 1.600 toneladas de acero. La estructura ya es- tá formada, pero falta lo que Adif califica de “arquitectu­ra interior”. Eso y retirar las lomas artificial­es de escombros, invadidas por la maleza, junto a las vías.

“Esto es una bendición: hemos podido dormir todo el verano con las ventanas abiertas”, explica un vecino mientras lee un libro en los jardines de la calle Ferran Turné, en la Sagrera. Vive en un piso cuyo balcón da a la herida abierta que todavía separa Sant Andreu y Sant Martí. Y sabe que es una tregua, no un aplazamien­to sine die. “Tarde o temprano, las obras recuperará­n su ritmo endiablado y adiós al descanso”.

Los carteles de las vallas dicen: “Zona vigilada”, pero en esta mastodónti­ca zanja no hay ni un muro que se haya librado de los grafitis, algunos de considerab­les dimensione­s. En la calle Gran de la Sagrera, esquina Palència, hay un edificio de viviendas de Renfe, hoy reconverti­do en oficinas de Adif. La fachada conserva un viejo letrero en castellano: “Mercancías a pequeña velocidad”. Y esa es la sensación del paseante después de recorrer los infinitos cimientos y muros de Sant Andreu y de la Sagrera. También los eriales y los materiales de construcci­ón que colecciona­n polvo aquí y allá. Hormigón y olvido son las señas de identidad de estas obras, muy ambiciosas, pero lastradas por la falta de velocidad.

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Parte de la enorme cicatriz que divide Sant Martí y Sant Andreu, con el puente de Bac de Roda y el inicio del túnel del Clot al fondo
LLIBERT TEIXIDÓ Parte de la enorme cicatriz que divide Sant Martí y Sant Andreu, con el puente de Bac de Roda y el inicio del túnel del Clot al fondo
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LA VANGUARDIA
FUENTE: Adif y elaboració­n propia LA VANGUARDIA
 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? Maleza y escombros. Este es el aspecto de la zona que rodea los talleres de Renfe en Sant Andreu, que Adif estudia trasladar a otro emplazamie­nto
LLIBERT TEIXIDÓ Maleza y escombros. Este es el aspecto de la zona que rodea los talleres de Renfe en Sant Andreu, que Adif estudia trasladar a otro emplazamie­nto

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