La Vanguardia (1ª edición)

La madre del pistolero de Oregón presumía del saber del chico sobre armas

- NUEVA YORK Correspons­al

Chris Harper-Mercer, el multiarmad­o pistolero que dejó nueve muertos en el campus universita­rio de Roseburg (Oregón) antes de quitarse la vida, escribió un testamento, una despedida, en la que lamentó que nadie le quería, que su existencia era un desastre y que ni siquiera tenía novia.

No tenía novia. Pero tenía una madre que, al parecer, ejerció de guía y de brújula a lo largo de sus 26 años de recorrido.

Cuando un vecino supo que un hombre armado había entrado en el Umpqua Community College, de inmediato echó a correr escaleras arriba para avisar a su vecina, Laurel Harper. Sabía que su hijo estudia en esa universida­d. Declaró a los medios que se quedó muy preocupada.

Al salir de casa, sin embargo, Laurel fue intercepta­da por el sheriff y sus hombres. Le informaron de que su hijo no era una víctima, sino el agresor.

Hacía dos años que Laurel y su hijo residían cerca de Roseburg. Allí se instalaron tras residir en California y que el matrimonio se rompiera a mediados de la pasada década. El padre, Ian Mercer, que se quedó en California, declaró a la CNN que había que hacer algo para regular el mercado de armas. Precisó que desconocía que su descendien­te dispusiera de un arsenal. Todo lo contario de su exesposa y madre de Chris. Ella conocía de primera mano su fascinació­n por las armas, entre otras razones porque ella se la inculcó. Enfermera de profesión, Laurel almacenaba unas cuantas armas y, en internet, se mostraba orgullosa. Tras la tragedia, la policía se incautó de 14. Seis las llevó consigo el autor de la masacre.

En su escrito, también alardeó del “buen conocimien­to” que su hijo disponía en la materia.

En uno de los foros on line, según desveló ayer The New York Times, ella arremetió contra los estados que intentan poner trabas a la posesión de rifles o pisto- las. Les denominó “estados cojos” y confesó que ella tenía un AR-15 y un AK-47 semiautomá­tico en casa, junto a una pistola Glock. Su hijo irrumpió en el aula de inglés con un AR-15.

Lanzó una advertenci­a: “Mantengo la pistola y los rifles cargados. Nadie vendrá a mi casa sin invitación si tiene esta informació­n”. Según sus anteriores vecinos en el sur de California, madre e hijo iban a prácticas de tiro.

En sus apuntes, Laurel, de 64 años, lamentaba los comentario­s contra los enfermos de autismo. “Yo tengo Asperger y no me ha ido mal”. Decía que su hijo se hallaba en la misma condición. Soñaba con que fuera cineasta.

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