La Vanguardia (1ª edición)

La partida se jugará en el centro

- Enric Juliana

No quisiera ponerme pesado con Portugal, puesto que no es costumbre, ni en Madrid, ni en Barcelona, observar los acontecimi­entos del vecino país como un faro para las Españas. Quisiera insistir, sin embargo, sobre algunas de las lecciones que se derivan de las elecciones legislativ­as del pasado domingo.

Es verdad, no estamos ante el épico novelón de Grecia. Mi sugerencia es no caer en el desprecio. Atenas nos enviaba en julio la voz cristalina de Eleftheria Arvanitaki entonando la preciosa canción Meno Ektos (Me quedo fuera). De Lisboa nos llega ahora la voz aterciopel­ada de Mariza cantando Pequeñas verdades.

Grecia se preguntó si podía chocar frontalmen­te con el Directorio Europeo y se respondió orgullosam­ente que sí en el referéndum del 6 de julio. Una semana después, Alexis Tsipras daba media vuelta ante la amenaza alemana de expulsión del euro, atemperada finalmente por el gobierno socialista francés. Aquel mismo día, curiosamen­te, se cerraba en Barcelona el acuerdo para la coalición soberanist­a Junts pel Sí, muy influida por las épicas radiacione­s griegas.

Hagamos memoria. El cambio en las alcaldías de Barcelona y Madrid estaba causando sensación. CDC y ERC compartían el temor a que un holograma catalán de Podemos entrase como caballo de Troya en el Parlament y les desbaratas­e el juego. Así se fraguó la candidatur­a de Raül Romeva. Corrimient­o estético a la izquierda para cubrir mejor el flanco. Todos con camisa blanca y fuera corbatas. El día que se pactó la alianza soberanist­a catalana, 13 de julio, festividad de San Enrique, emperador de Alemania, Atenas se rendía. Grecia dejaba de ser faro de la revuelta, para volver a ser excepción: el destacamen­to de Europa en puertas de Asia, que no hay que perder aunque cueste dinero. Tsipras, político bizantino al fin y al cabo, decidía no quedarse fuera y aceptaba la pequeña verdad de la geopolíti- ca occidental. El abrazo con Moscú no era alternativ­a.

Portugal escribe ahora la misma historia, al revés. Después de cuatro años de paciente sufrimient­o social, el Parlamento de Portugal podría levantar este otoño un gobierno desafiante –tiene los escaños para ello– y no lo va a hacer. El Partido Socialista Portugués, de fuerte tradición atlantista desde la Revolución de Abril de 1974, se niega a formar una coalición alternativ­a con el Bloco de Esquerda –vencedor moral de las elecciones con la valiente Mariana Mortágua, azote del arruinado Banco Espirito Santo– y el rocoso Partido Comunista. Los socialista­s mantienen la política de bloque central, vigente desde

Podemos no logra absorber a Izquierda Unida, lo cual reduce la posibilida­d de un ‘frente popular’ español

que los militares revolucion­arios regresaron a los cuarteles.

El fado portugués no es marianista –la derecha lusa ha perdido 25 diputados–, pero sí centrista. Y en España hubo ayer una noticia que también tiende a alejar la hipótesis de un futuro frente popular. Podemos no ha podido absorber a Alberto Garzón, la figura más señera de Izquierda Unida, de manera que ambas formacione­s competirán arduamente, con la consiguien­te merma en el reparto de escaños. No es fácil que PSOE, Podemos e IU sumen mayoría el 20 de diciembre, lo cual ayuda a Ciudadanos a ubicarse en el centro del tablero.

En Catalunya, Convergènc­ia negocia con la CUP, más que griega, franciscan­a.

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PATRICIA DE MELO MOREIRA / AFP Mariana Mortágua, candidata del Bloco de Esquerda y figura ascendente de la política portuguesa
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