La partida se jugará en el centro
No quisiera ponerme pesado con Portugal, puesto que no es costumbre, ni en Madrid, ni en Barcelona, observar los acontecimientos del vecino país como un faro para las Españas. Quisiera insistir, sin embargo, sobre algunas de las lecciones que se derivan de las elecciones legislativas del pasado domingo.
Es verdad, no estamos ante el épico novelón de Grecia. Mi sugerencia es no caer en el desprecio. Atenas nos enviaba en julio la voz cristalina de Eleftheria Arvanitaki entonando la preciosa canción Meno Ektos (Me quedo fuera). De Lisboa nos llega ahora la voz aterciopelada de Mariza cantando Pequeñas verdades.
Grecia se preguntó si podía chocar frontalmente con el Directorio Europeo y se respondió orgullosamente que sí en el referéndum del 6 de julio. Una semana después, Alexis Tsipras daba media vuelta ante la amenaza alemana de expulsión del euro, atemperada finalmente por el gobierno socialista francés. Aquel mismo día, curiosamente, se cerraba en Barcelona el acuerdo para la coalición soberanista Junts pel Sí, muy influida por las épicas radiaciones griegas.
Hagamos memoria. El cambio en las alcaldías de Barcelona y Madrid estaba causando sensación. CDC y ERC compartían el temor a que un holograma catalán de Podemos entrase como caballo de Troya en el Parlament y les desbaratase el juego. Así se fraguó la candidatura de Raül Romeva. Corrimiento estético a la izquierda para cubrir mejor el flanco. Todos con camisa blanca y fuera corbatas. El día que se pactó la alianza soberanista catalana, 13 de julio, festividad de San Enrique, emperador de Alemania, Atenas se rendía. Grecia dejaba de ser faro de la revuelta, para volver a ser excepción: el destacamento de Europa en puertas de Asia, que no hay que perder aunque cueste dinero. Tsipras, político bizantino al fin y al cabo, decidía no quedarse fuera y aceptaba la pequeña verdad de la geopolíti- ca occidental. El abrazo con Moscú no era alternativa.
Portugal escribe ahora la misma historia, al revés. Después de cuatro años de paciente sufrimiento social, el Parlamento de Portugal podría levantar este otoño un gobierno desafiante –tiene los escaños para ello– y no lo va a hacer. El Partido Socialista Portugués, de fuerte tradición atlantista desde la Revolución de Abril de 1974, se niega a formar una coalición alternativa con el Bloco de Esquerda –vencedor moral de las elecciones con la valiente Mariana Mortágua, azote del arruinado Banco Espirito Santo– y el rocoso Partido Comunista. Los socialistas mantienen la política de bloque central, vigente desde
Podemos no logra absorber a Izquierda Unida, lo cual reduce la posibilidad de un ‘frente popular’ español
que los militares revolucionarios regresaron a los cuarteles.
El fado portugués no es marianista –la derecha lusa ha perdido 25 diputados–, pero sí centrista. Y en España hubo ayer una noticia que también tiende a alejar la hipótesis de un futuro frente popular. Podemos no ha podido absorber a Alberto Garzón, la figura más señera de Izquierda Unida, de manera que ambas formaciones competirán arduamente, con la consiguiente merma en el reparto de escaños. No es fácil que PSOE, Podemos e IU sumen mayoría el 20 de diciembre, lo cual ayuda a Ciudadanos a ubicarse en el centro del tablero.
En Catalunya, Convergència negocia con la CUP, más que griega, franciscana.