La coz a ti debida
En una reciente reunión informativa en el instituto donde trabajo, empecé explicando a los padres de mis alumnos que llevaba diecisiete años sin pisar las aulas, una eternidad: “Cuando lo dejé, en 1998, las circulares se dirigían indistintamente a los padres de los alumnos, algunos de los cuales, entre los más voluntariosos —en su mayoría, madres—, integraban el APA. ¡Fíjense si pasó tiempo que entonces todavía se hablaba de APA, y no de AMPA!”.
Hoy en día una circular de una escuela cualquiera podría dar cuenta de lo que sigue, sin preocuparse lo más mínimo de la claridad del mensaje (todo sea por la ideología de la corrección): “Estimados y estimadas padres y madres: como informamos en nuestra última comunicación, los alumnos y las alumnas de nuestro centro deberán traer a la escuela los envoltorios prescriptivos para sus respectivos y respectivas bocadillos y empanadas, y ninguno ni ninguna de ellos ni de ellas deberán compartir envoltorio con el compañero o compañera de aula, puesto que dicho envoltorio, lo mismo que el bocadillo o la empanada, pertenecen exclusivamente al dueño o a la dueña de él”. Exagero un poco, pero no mucho.
Yo estoy por la discriminación positiva de las mujeres en los distintos campos sociales. Ni por asomo nuestras compañeras están suficientemente representadas en ellos (la política, la justicia…), y a mí me repatea lo de “ahí van los mejores”. Si ellas no pueden acceder a determinados ámbitos, porque resultan de una total impermeabilidad, ¿cómo van a poder ser algún día mejores en ellos? Creo, sinceramente, que en ese terreno no se ha avanzado demasiado. Y eso por no hablar de la soez intención de un número nada despreciable de anuncios publicitarios, que tratan a las mujeres de asistentas familiares, cuando no de putas (con perdón).
Pero de ahí a hacer el ridículo con el lenguaje media, a mi entender, un buen trecho. El otro día un político hablaba de las diputadas para referirse a hombres y mujeres por igual. El bueno de él entendía que, en el sintagma nominal las diputadas, se había elidido el sustantivo personas. Me pareció una coz en toda regla, una aberración tan sobresaliente que debo confesar que no sólo me quedé patidifuso y patidifusa con el engendro, sino también patiabierto (pero no patiabierta, puesto que ello podría interpretarse como una deleznable discriminación sexista).