La soledad no es solitaria
Existen diferentes iniciativas en marcha para establecer un vínculo permanente entre el cine, el arte y la escuela. La mayoría de ellas han surgido de unos grupos entusiastas que han encontrado algún tipo de colaboración pública. Esta misma semana se está celebrando el décimo aniversario de Cinema en curs con una jornada dedicada a ‘compartir el cine’. Lo que resulta más destacable de este trabajo pionero es la potencialidad de activar los mecanismos creativos de los jóvenes, y establecer así una relación entre docentes, estudiantes y cineastas con nuevas reglas del juego. Ya no se trata de una actividad extraescolar, sino de introducir la estrategia de la creación compartida como un elemento básico de la formación y la creación contemporáneas.
En Cinema en curs participan con gusto y ganas los cineastas que son reclamados, o incluso algunos que se presentan voluntariamente, porque consideran que la formación entendida de esta manera ya es un aspecto clave de su propia concepción de la práctica artística. Y esto es un formidable paso adelante.
Probablemente este hecho ha cuajado especialmente en Catalunya porque en el cine catalán la renovación cualitativa se produjo precisamente como resultado de mecanismos de transmisión. En el acto de celebración de este décimo aniversario han participado, entre otros, José Luis Guerin, Javier Rebollo, Mercedes Álvarez o Isaki Lacuesta. Todos ellos han conquistado su propio estilo en diálogo y relación a la obra de cineastas más consolidados, con quienes trabajar o seguir. Rebollo se refirió a Victor Erice, Guerin y Joaquim Jordà como los ‘guardianes’, los primeros que lograron establecer estos mecanismos de transmisión con cineastas más jóvenes,
Lo que es importante y crea tendencia es saber transmitir sin imponer un estilo, preservando la personalidad del recién llegado
que ahora se han convertido en nombres de referencia, y que se sienten con la deuda de mantener la cadena creativa con nuevas generaciones. Porque lo que es importante y crea tendencia es saber transmitir sin imponer un estilo, preservando la personalidad del recién llegado. Es la fertilidad probada de este sistema la que hace que en ámbitos internacionales identifiquen este espíritu asociativo como una característica propia del cine catalán.
Pero este espíritu de intercambio, ¿puede surgir de la soledad? Es interesante notar que uno de los filmes que se proyecta a menudo entre los estudiantes de Cinema en curs es La soledad del corredor de fondo, un referente del free cinema. La actualización de esta actitud del corredor rebelde constituye uno de los fenómenos troncales de la creación contemporánea. Por un lado somos capaces de reconocer el valor del aislamiento del cineasta, de la indagación personal para encontrar un camino diferente y propio, buscando referentes donde sea necesario, sin sentirse absorbido por lo que es más cercano e inmediato. Pero al mismo tiempo que emerge esta práctica de soledad, parece evidente que estos cineastas necesitarán conectarse con su entorno humano, con aquellos que esperan algo de ellos, aunque sea compartir sus propias dudas, con un retorno de nuevos descubrimientos. Y de ahí el sentido de hacer escuela, como voluntad de extender la colaboración, de demostrar que la soledad no tiene porque ser solitaria.