Un adverbio por sistema
No es lo mismo una coalición circunstancial de partidos como CDC y ERC en Junts pel Sí que un partido que “no aspira a reproducirse como estructura política” como la CUP. Lo que separa a unos y otros no es sólo la necesidad de dos escaños y la candidatura de Artur Mas a presidir la Generalitat, son su propia autodefinición, el significado que le dan a las palabras y los intereses propios a medio y largo plazo.
Raül Romeva puede coordi- nar unas negociaciones a escondidas en representación de Junts pel Sí e intentar avanzar en esas cuatro carpetas que se pusieron sobre la mesa hace una semana; pero la CUP sitúa la negociación “de verdad” en la calle. Artur Mas puede declararse al mismo tiempo dentro de la ley y en “rebeldía democrática”; pero la CUP quiere ruptura solemne e institucional antes de hablar de la investidura de un president. Convergència y Esquerra se unieron por el sí; y la CUP creció en los ayuntamientos y se multiplicó gritando no...
Los adverbios se han convertido en sustantivos políticos en Catalunya. Primero fue en el mano a mano entre CDC y ERC por la lista unitaria y ahora es el codo a codo –y codazos– con la CUP. A Antonio Baños, Anna Gabriel o Benet Salellas les interesa ahora –como a Oriol Junqueras– el qué, el cómo y el cuándo; y para el quién, la CUP tiene la misma respuesta de antes, durante y después de la campaña.
En apariencia, los diputados cuperos se presentan inmunes a la presión y, por pasiva, devuelven la pelota al tejado de Convergència. Sólo de CDC, porque en Junts pel Sí unos negocian y otros esperan simplemente a ser testigos de cuántas veces se le puede dar la vuelta al mismo calcetín. Y la respuesta no es indefinidamente.