Acogida en Leipzig
Colau quiere aprender de los aciertos y errores de la ciudad alemana para su plan de atención a refugiados
En el centro de acogida a refugiados de la calle Riebeck, en la ciudad sajona de Leipzig, se oye el trino de los pájaros y en el patio central se respira verdor y tranquilidad. Viven aquí 120 solicitantes de asilo, esta tarde cobijados en sus habitaciones o en otros menesteres, mientras visita las instalaciones la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. La atmósfera es serena, sin la tensión que se ha adueñado de algunos albergues repletos en Alemania, donde las penalidades acumuladas y la convivencia estrecha están causando altercados entre migrantes.
“Tenemos residentes de 16 nacionalidades, y pasan aquí semanas o meses, según el tiempo que tardan los trámites de concesión o denegación del estatus de refugiado”, explica el coordinador, Alex Brajer. Ada Colau y un equipo municipal han venido a esta ciudad de bellos edificios renacentistas y barrocos básicamente a tomar nota para aprender. Lo subrayó por la mañana la alcaldesa en el Ayuntamiento, arropada por el alcalde de Leipzig, el socialdemócrata Burkhard Jung.
“Barcelona puede aprender muchísimo de estas ciudades alemanas; queremos prepararnos lo mejor posible, conocer de primera mano no sólo lo que están haciendo bien, sino también los errores que hayan podido cometer”, dijo la alcaldesa en este su primer viaje institucional al extranjero. “Las leyes las hacen los estados, pero la gente llega a vivir a las ciudades”, razonó.
A Leipzig, localidad de medio millón de habitantes, le corresponde este año acoger a unos 5.400 solicitantes de asilo, según la distribución pactada por el Estado y los länder, casi nueve veces más de los que tuvo en 2013. (La cuota total de Sajonia, land al que pertenece, es de 40.800). Más de tres mil demandantes de asilo viven ya en Leipzig, y la cifra crece día a día conforme van siendo derivados desde los puntos de entrada en la misma Sajonia, pero también desde Baviera, estado federado fronterizo con Austria.
“La llegada de refugiados, con esta dimensión, es una experiencia nueva para la gente de Leipzig, porque en el este de Alemania no ha habido una gran experiencia de inmigración”, explicó el burgomaestre Jung. Dicho esto, “si bien hay en la población miedos e inquietud, la inmensa mayoría está respondiendo con gran humanidad –aseguró–. Lamentablemente, también se da una radicalización de elementos extremistas que están en contra”.
Entre las lecciones aprendidas en Leipzig figuran, según Ignasi Calbó, coordinador del plan Barcelona Ciutat Refugi, “no mezclar a gente de distinta procedencia, como por ejemplo sirios con afganos, para evitar conflictos; optar por alojamientos pequeños, más controlables que los edificios grandes; y una ratio de trabajadores sociales de 1 por cada 50 residentes”. Colau tam- bién la buena impresión que le causó una reunión vecinal a la que asistió el miércoles; en diciembre se instalarán en un albergue de ese barrio 250 refugiados, y el Consistorio quiere informar de antemano para atajar rumores y malentendidos.
Será un centro similar al de la calle Riebeck, donde durante la visita con la alcaldesa la logística cotidiana prosigue. En el sótano, una jubilada voluntaria y cuatro alumnas de un instituto ordenan ropa donada por vecinos. “Recibimos mucha; ahora lo que se necesita es carritos de bebé, bicicletas y mochilas”, dice el coordinador. Una mujer tocada con hiyab agarra feliz un abrigo grueso; el frío alemán se acerca, y para quien busca asilo la espera no ha hecho más que empezar.