La Vanguardia (1ª edición)

Enrique, entre dos amores

Chelsy Davy y Cressida Bonas, los objetivos del príncipe británico

- Barcelona JOSEP SANDOVAL

A sus 31 años el príncipe Enrique de Inglaterra se encuentra en un momento delicado: debe empezar a pensar en el matrimonio. Seductor, elegante y con don de gentes, especialme­nte con las damas, el nieto favorito de la más longeva soberana ha reencontra­do sus dos grandes amores, Chelsy Davy y Cressida Bonas. A los 19 años cayó en las redes de la primera, una rubia de Zimbabue, dos años menor, hija de Charles Davy, el mayor terratenie­nte de lo que fue Rodesia, acusado en un tiempo de mantener relaciones comerciale­s poco claras con el presidente Robert Mugabe, aunque se deshizo de las acciones que tenía en sus sociedades conjuntas. La asilvestra­da joven, a juzgar por la actitud manifiesta en sus fotografía­s, parece una chica lista, con gran fuerza y rebosante de carácter. Su historia de amor con el príncipe se desarrolló entre Gran Bretaña y Sudáfrica, donde vive la familia de la chica, que siguió allí sus estudios. Entre rupturas y reconcilia­ciones, la historia de amor de la pareja duró unos siete años.

Hasta la boda de Guillermo y Catalina, Chelsy ha estado siempre invitada a la mayor parte de las celebracio­nes de la familia real. Es en estos actos donde Enrique advierte que Chelsy, nacida libre, no está hecha para este tipo de vida protocolar­ia, aunque fuentes cercanas a la pareja creían que el matrimonio podría solucionar el asunto. Chelsy decidió no esperar y rompió, aunque haciendo lo imposible para que Enrique la retuviera, algo que no funcionó, pues el pelirrojo, quinto en la línea de sucesión al trono, se declaró, más que nunca, soltero empedernid­o.

Y ahora volvemos al presente. El pasado quince de septiembre Enrique celebraba su cumpleaños en un selecto club del barrio de Chelsea, una fiesta organizada por su prima favorita, Zara Phillps, y que terminó en el palacio de Kensington, al que llegaron los más íntimos, entre ellos Cressida Bonas. Es la pequeña que tuvo lady MaryGaye Curzon , un icono de la bohemia intelectua­l de los sesenta e hija del sexto conde de Hawe, con el empresario Jeffrey Bonas, y todos la consideren una BBB, una blueblood & blondie (rubia de sangre azul). Para sus amigos es Cressie, la joven que en mayo del año 2012 inició una relación con Enrique justo en un momento de madurez del príncipe. Estaba en la guerra de Afganistán y su misión como piloto de helicópter­os hacía suponer que estabiliza­ría su vida, una trayectori­a que incluía el paso por el altar.

Cressie, apasionada por la danza y la escena, aparcó su carrera, canceló los castings y se fue con Enrique a Estados Unidos para la boda de Guy Pelly. A pesar de ser la favorita, se separan en el 2014. Ella retoma su carrera, rueda Tulip fever en Hollywood y sube a la escena londinense con There’s a monster in the lake y con La importanci­a de llamarse Ernesto.

Y mientras Enrique despista (“Me queda mucho por hacer”, declaró a un reportero), Chelsy deja su trabajo de abogacía en Allen & Overy, se corta el pelo y suaviza su armario. Y cuando parece que la cosa va por Chelsy, Enrique se lleva al cumpleaños a Cressie.

Pero recordemos lo que le confesó a su padre hace doce años hablando de relaciones, bodas y esposas: “Será ella”. Y le mostró una imagen de Chelsy. Claro que de eso han pasado ya doce años y la cosa (la vida) puede no ser igual.

Puede que tenga el corazón partido, pero va siendo hora de que se decida por una de las dos

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ANWAR HUSSEIN / GETTY
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