Las casas-jardín
Bailo y Rull han entregado en el último año dos casas en Sant Cugat. No son iguales pero comparten un mismo objetivo: potenciar su relación con el espacio verde que las rodea. En la Gardenhouse-Z lo logran con generosas aberturas acristaladas que relacionan sus estancias con el exterior. En la Gardenhouse-M, sin renunciar a este recurso, disponen una rampa-escalera que la rodea, condiciona la estructura, propicia salidas directas al exterior desde varias habitaciones, y a ratos se ensancha lo suficiente como para dar una ilusión de terraza. Su balaustrada, hecha de cables, se cubrirá pronto de hiedra, dotando a la vivienda con una especie de bufanda verde.
Este deseo de relación entre interior y exterior acaba otorgando, en ambas casas, gran protagonismo a su perímetro. Las estancias se acomodan a él, en sus dos niveles, a veces con una distribución sorprendente, siempre alrededor de una sala central de doble altura que es a la vez de estar y de paso. La franja entre interior y exterior, relacionada con los muros, acaba adquiriendo pues gran protagonismo.
Ambas viviendas distan de la tipología habitual para casas unifamiliares suburbanas. No hay aquí tejados a dos aguas ni paralelepípedos de vaga inspiración lecorbuseriana. La apuesta parte de una investigación propia –algo siempre de agradecer– y resulta ser más radical. Manuel Bailo dice que se ha diseñado un cuerpo con profundas raíces en la tierra y una cubierta que se relaciona estrechamente con el cielo. Lo primero se busca con una estructura de hormigón, que en el caso de la Gardenhouse-M se remata con un estudio que descompone el volumen de la obra; lo segundo, con cerámica blanca.
El lenguaje arquitectónico de Bailo y Rull no suele ser complaciente con el gusto más tradicional. Puede ser, por el contrario, fragmentado, anguloso o incluso tortuoso, de una expresividad abstracta y dura. Lo vimos en la fachada trasera del Ayuntamiento de Manresa. Lo vemos ahora en estas casas, de estética muy particular, como puede apreciarse en fachada y, todavía más, en unas geometrías interiores, que en la Gardenhouse-M se acercan al barullo compositivo.