Una alternativa para una institución en crisis
La semana pasada, los grandes patrocinadores multinacionales del Mundial de fútbol –Coca-Cola, Visa, McDonald’s y Budweiser– pidieron el cese inmediato de Sepp Blatter. Ayer, tras décadas aferrado en el poder, el régimen clientelar del padrino suizo de la FIFA se colapsó. Ya no queda nada. Ni tan siquiera Michel Platini, el candidato de aquellos que creían que Europa era el parangón de la virtud en el corrompido mundo del fútbol internacional.
La intervención sin precedentes de las grandes multinaciona- les quizás resultó decisiva para la Comisión de Ética de la FIFA. A fin de cuentas las actuaciones del FBI y la policía suiza podían ser combatidas con un: “¡Inocente antes de ser declarado culpable!”. Pero cuando Visa o Budweiser dan el toque, hay que pensar en los 5.400 millones de dólares que la FIFA ingresó por el Mundial de Brasil. El régimen mafioso de Blatter estaba inspirado por los métodos caudillistas de su antecesor, el aún más longevo João Havelange versado, como buen brasileño, en el sistema de sobornos por votos. Ahora, como suele ocurrir en las operaciones de “liberalización” , las grandes marcas multinacionales harán todo lo posible para presentarse como la alternativa al clientelismo de Blatter. Movilizarán a expertos con MBA en administración empresarial para reformar la organización en el espíritu de la corporate responsability y la transparencia.
Incluso David Conn, el excelente comentarista del fútbol británico, sugirió que las multinacionales patrocinadoras pueden aprovechar el momento para hacer lobby en favor de una reforma de la FIFA que siga el modelo de una suspensión de pagos de una gran empresa, incorporando a un auditor independiente que sanee la entidad. Pero los grandes patrocinadores multinacionales, que pagan 1.600 millones de euros a la FIFA cada cuatro años, no son la alternativa a Havelange y Blatter.
Algunos han sido sus principales banqueros. Empecemos por Adidas, cuyo fundador Horst Dassler fichó a Blatter y se dedicó a pagar sobornos a Havelange desde su propia empresa de marketing. O Nike, bajo investigación del departamento de justicia de EE.UU., por presuntos sobornos en el megacontrato que firmó con la Confederación de Fútbol brasileño en 1996. Visa estaba involucrada en el escándalo de Master- Card protagonizado por Blatter y Jérôme Valcke en el 2006. McDonald’s tampoco parecía velar por el alma del fútbol cuando exigió la expulsión de las históricas baianas y sus sabrosos bocadillos acarajé del estadio de Salvador en Brasil. Hasta Havelange se dio cuenta de que mezclar el caudillismo futbolístico con el capitalismo de marca global quizás era demasiado. “Sepp, has creado un monstruo”, le reprochó a Blatter tras la firma de los contratos billonarios.
En vez de una reforma al estilo de las multinacionales de la Fortune 500, hay otro futuro para el fútbol mundial. Rogan Taylor, de la Universidad de Liverpool , propone lo impensable. La democracia sin dinero. “¿Por qué no se hacen elecciones abiertas a la presidencia de la FIFA en las que participarían todos los hinchas que quisieran? Tenemos la tecnología. Quizás alguien –Romário, por ejemplo– se atrevería a presentar una candidatura en favor de acabar de una vez con el Mundial de las marcas globales, la televisión de pago y los hospitality packages a 7.000 dólares la entrada, y de devolver el beautiful game al pueblo.
¿Por qué no se hacen elecciones abiertas a la presidencia de la FIFA en las que participen los hinchas?