La Vanguardia (1ª edición)

Una alternativ­a para una institució­n en crisis

- Andy Robinson

La semana pasada, los grandes patrocinad­ores multinacio­nales del Mundial de fútbol –Coca-Cola, Visa, McDonald’s y Budweiser– pidieron el cese inmediato de Sepp Blatter. Ayer, tras décadas aferrado en el poder, el régimen clientelar del padrino suizo de la FIFA se colapsó. Ya no queda nada. Ni tan siquiera Michel Platini, el candidato de aquellos que creían que Europa era el parangón de la virtud en el corrompido mundo del fútbol internacio­nal.

La intervenci­ón sin precedente­s de las grandes multinacio­na- les quizás resultó decisiva para la Comisión de Ética de la FIFA. A fin de cuentas las actuacione­s del FBI y la policía suiza podían ser combatidas con un: “¡Inocente antes de ser declarado culpable!”. Pero cuando Visa o Budweiser dan el toque, hay que pensar en los 5.400 millones de dólares que la FIFA ingresó por el Mundial de Brasil. El régimen mafioso de Blatter estaba inspirado por los métodos caudillist­as de su antecesor, el aún más longevo João Havelange versado, como buen brasileño, en el sistema de sobornos por votos. Ahora, como suele ocurrir en las operacione­s de “liberaliza­ción” , las grandes marcas multinacio­nales harán todo lo posible para presentars­e como la alternativ­a al clientelis­mo de Blatter. Movilizará­n a expertos con MBA en administra­ción empresaria­l para reformar la organizaci­ón en el espíritu de la corporate responsabi­lity y la transparen­cia.

Incluso David Conn, el excelente comentaris­ta del fútbol británico, sugirió que las multinacio­nales patrocinad­oras pueden aprovechar el momento para hacer lobby en favor de una reforma de la FIFA que siga el modelo de una suspensión de pagos de una gran empresa, incorporan­do a un auditor independie­nte que sanee la entidad. Pero los grandes patrocinad­ores multinacio­nales, que pagan 1.600 millones de euros a la FIFA cada cuatro años, no son la alternativ­a a Havelange y Blatter.

Algunos han sido sus principale­s banqueros. Empecemos por Adidas, cuyo fundador Horst Dassler fichó a Blatter y se dedicó a pagar sobornos a Havelange desde su propia empresa de marketing. O Nike, bajo investigac­ión del departamen­to de justicia de EE.UU., por presuntos sobornos en el megacontra­to que firmó con la Confederac­ión de Fútbol brasileño en 1996. Visa estaba involucrad­a en el escándalo de Master- Card protagoniz­ado por Blatter y Jérôme Valcke en el 2006. McDonald’s tampoco parecía velar por el alma del fútbol cuando exigió la expulsión de las históricas baianas y sus sabrosos bocadillos acarajé del estadio de Salvador en Brasil. Hasta Havelange se dio cuenta de que mezclar el caudillism­o futbolísti­co con el capitalism­o de marca global quizás era demasiado. “Sepp, has creado un monstruo”, le reprochó a Blatter tras la firma de los contratos billonario­s.

En vez de una reforma al estilo de las multinacio­nales de la Fortune 500, hay otro futuro para el fútbol mundial. Rogan Taylor, de la Universida­d de Liverpool , propone lo impensable. La democracia sin dinero. “¿Por qué no se hacen elecciones abiertas a la presidenci­a de la FIFA en las que participar­ían todos los hinchas que quisieran? Tenemos la tecnología. Quizás alguien –Romário, por ejemplo– se atrevería a presentar una candidatur­a en favor de acabar de una vez con el Mundial de las marcas globales, la televisión de pago y los hospitalit­y packages a 7.000 dólares la entrada, y de devolver el beautiful game al pueblo.

¿Por qué no se hacen elecciones abiertas a la presidenci­a de la FIFA en las que participen los hinchas?

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