Rafa Benítez y las ursulinas
Esta fase de paréntesis en la Liga permite hacer los primeros balances de la temporada, que hay que analizar con arreglo a los viejos principios marxistas. Nada de política, entiéndase bien. El marxismo aplicable a este caso es el de Groucho y compañía, no porque la competición discurra impregnada de humor, sino por la respuesta que el líder de los cuatro hermanos Marx ofrecía cuando le preguntaban qué tal estaba. “¿Qué cómo estoy? ¿En comparación con quién?”
Todo es relativo, como decía el clásico, y en el caso de una competición reglada, en la que los éxitos se miden por puntos, es pertinente mirar qué tal andan los demás antes o al mismo tiempo que juzgas a los tuyos. No sólo para consolarse, sino para reconocer mejor el terreno que se pisa. Y si no se juzga sólo el juego del Barça y sus resultados, o la situación de su enfermería, sino que se abre foco y se contempla cómo andan los demás, la cuenta no sale tan negativa.
En el fútbol, como en general en la vida, la suerte hay que buscarla. Pero hay que reconocer que los azulgrana la buscan, compiten, y no están teniendo siempre el santo de cara. Se vio en Sevilla, por ejemplo, aunque en alguna fase del partido se adormilaron. Los blancos, en cambio, no tienen un problema con la fortuna, sino que están espesos.
Su entrenador recién estrenado, Rafa Benítez, no se ha hecho aún con el vestuario, y veremos si lo logra. No sólo es culpa suya. Hay ahí algo que está relacionado con la cultura de club. El Barça ha sabido cuajar mejor un concepto de psicología colectiva que tiene que ver con la versión deportiva de la responsabilidad corporativa.
No es imposible que un jugador
Muy flamenco, sin cortarse un pelo, Sergio Ramos le ha cantado las cuarenta a su entrenador
blaugrana discrepe de su entrenador y lo suelte en unas declaraciones, por ejemplo. Pero es más difícil que lo haga en los términos en que Sergio Ramos le ha cantado las cuarenta a Benítez, después de que este le reprochara el error de cometer el penalti que, para suerte de ambos, detuvo luego Keylor Navas. Muy flamenco, sin cortarse un pelo, Ramos le replicó que sí, que se estaba hablando mucho de su fallo, pero que también se criticarían los cambios que el entrenador había decidido cuando el partido iba 0-1, para tratar de proteger defensivamente esa ventaja en el marcador. Esa opción no fue acertada, en efecto, porque ya se vio que el Atlético la aprovechó para empatar.
El vestuario del Barça no es un refectorio de ursulinas, pero desplantes de este tipo se ven menos. Los problemas, en este caso, son de otro cariz. Y tienen mucho que ver con la situación de Messi, primero lesionado y ahora enviado a juicio por supuesto fraude a Hacienda a pesar de que ni el fiscal le acusa.